Natalia estaba en una nube de dicha y de felicidad, tenía todo lo que creyó no volver a tener. Tenía una familia, un esposo y dos preciosas hijas que se mostraban felices y dichosas tanto como ella.—¿Estás lista para volver? —preguntó Julián.—Estoy nerviosa, pero estoy preparada para regresar al pueblo y enfrentar todos mis miedos —respondió vacilante, pero decidida.Julián le dejó un beso sobre la frente y le sonrió.—No estarás sola, recuérdalo siempre.Natalia tomó su mano y con una ternura infinita, le dejó un beso sobre la palma.—Te amo —le susurró.El corazón del vaquero se agitó con violencia, sus ojos brillaron por la emoción y sus labios dibujaron una hermosa sonrisa.—Vamos —pidió.Estela y Ángela subieron a la camioneta de Julián, el resto de la familia se había adelantado. Tenían un acuerdo secreto entre ellos, nadie sabría de la boda de Julián y Natalia por el momento, luego ya tendría la oportunidad de organizar la boda religiosa por todo lo alto, tal como Dios mandab
«Tengo malas noticias, Julián, nadie sabe cómo sucedió, pero Efraín Salvatierra ha escapado del hospital y sus dos custodios han desaparecido con él»Julián miró a Natalia sonreírle y no tuvo el valor para romper aquella felicidad, menos cuando las niñas estaban presentes, tendría que esperar un poco más para comunicarle la desagradable noticia que Ignacio le había transmitido. El vaquero aún no comprendía cómo fue posible que Efraín escapara del hospital, pues habían asegurado que estaba vigilado las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Entonces, ¿Qué es lo que había ocurrido?«—Estoy seguro de que Hilario sobornó a esos guardias —dijo—. Es la única explicación lógica a que ninguno de ellos aparezca, el jefe de la policía mandó registrar sus casas, pero ninguno de sus familiares sabe de ellos o tienen la menor idea de donde puedan estar —añadió Ignacio. Había frustración en su rostro y preocupación, el hombre era un verdadero peligro estando libre. Sobre todo, por
«¡Ayuda! ¡Alguien que me ayude!» Los gritos de Estela alertaron a Julián, que escuchó los gritos de la niña desde la entrada de su casa; el corazón del vaquero latió sin compas y corrió al interior de su vivienda, agradeció el haber dejado a Ángela donde su madre y abuela. —¡Ayuda! —gritó de nuevo la niña cuando Julián abrió la puerta, la sangre en sus venas se congeló por un momento al ver a Estela llorar frente a Natalia, tirada en el piso. —¡Natalia! —gritó, estrellando las rodillas al piso. —Mi mamita, ayuda a mi mamita —suplicó la niña con la voz rota por el llanto. Sus pequeñas mejillas eran una cascada de lágrimas. —Deja que la levante —pidió, pues la niña estaba encima de Natalia, la cubría de manera protectora, algo que rompió más aún el corazón del vaquero—. Cariño, hazte a un lado para que pueda llevarla al hospital —le pidió con ternura, pese a la prisa que tenía. Estela asintió y se apartó, su pequeño cuerpo temblaba producto del llanto y del miedo. —¿Va a estar bie
Julián caminó de regreso a la sala de espera donde Samuel aguardaba por él y quién se puso de pie al verlo aparecer. La preocupación embargó al vaquero mayor al ver el rostro de su hijo y por un momento se temió lo peor, por un momento imaginó que la desgracia volvía a cernirse sobre aquella pobre mujer.—Julián —lo llamó, incapaz de guardar silencio, dispuesto a darle el hombro a su hijo si lo necesitaba.—Estoy, sorprendido —susurró él aún en shock.—Sea lo que sea que te ha dicho el médico, sabes que cuentas con toda la familia y que haremos lo que tengamos que hacer sin importar qué —se adelantó a decir.—No hay nada que hacer, papá.—¿Qué quieres decir, Julián? —preguntó asustado.—No hay mucho que hacer, solo nos queda esperar que pasen los meses y que el nuevo integrante de la familia llegue —dijo, su rostro se iluminó de repente, sus ojos se llenaron de vida, alegría y lágrimas. Fue un cambio que tomó por sorpresa a Samuel.—¿De qué hablas, hijo?—Seré padre, papá. Dentro de p
«Natalia y yo, estamos esperando un bebé»El anuncio causó impacto en la familia, menos en Samuel que ya lo sabía, mientras Laura, Wendy y Andrés abrían y cerraban la boca sin emitir palabra alguna. La noticia les había tomado por sorpresa.—¿Un bebé? —preguntó Aurora.Julián y Natalia asintieron.—¡Guau! ¡Es genial, tendremos un niño en Miramar! —gritó emocionada.El grito de Aurora espabiló al resto de la familia que no se hizo de esperar para felicitar a la pareja.—Solo espero que esto no se convierta en una epidemia, porque me faltaran brazos para sostener a todos mis bisnietos. Los mellizos de Ximena con Javier, ahora el hijo de Julián, y si no sabemos cuántos pueden venir ahí —dijo Laura, señalando el vientre plano de Natalia.Natalia palideció ligeramente.—¿Qué? —preguntó.—¿En tu familia ha habido partos múltiples? —preguntó con curiosidad.Natalia rápidamente negó, pues las palabras no le salían y Laura pareció pensativa.—Podrías ser la primera en tu familia… Pueden ser do
—¡Ignacio! —gritó Renata asustada al ver el cuerpo del padre de su hijo tirado sobre el piso y lo peor para ella fue ver el rostro de Carlitos, el niño estaba más pálido que una hoja de papel.—¡Papá! —gritó el pequeño saliendo de su estupor, siendo el primero en correr al lado de Ignacio— ¡Papá! —lo llamó.El dolor que Ignacio sentía le impedía hablar, cuando salió al jardín había estado tan enojado que no se percató de que no estaba solo y fue tarde cuando intentó reaccionar, aun así, esquivó varios tiros, excepto el que se coló entre sus costillas. La herida le quemaba como si hubiese caído en un puñado de brasas.—¡Papá! —llamó de nuevo Carlitos, el niño lloraba a mares y eso le rompió el corazón a Ignacio.—Lo siento, campeón, nuestro viaje tendrá que esperar —susurró, mientras un hilo de sangre corría por la comisura de sus labios—. Lamento que tengas que ver esto, hijo mío —añadió con mucha dificultad.—No hables, Ignacio, no hables —pidió Renata, dejando el teléfono a un lado
Julián gruñó ante la ola de calor que envolvía su cuerpo, mientras buscaba una salida distinta, la puerta estaba bloqueada por los tendales que cayeron y el fuego voraz que ardía, consumiéndolo todo.—Tengo miedo, papá, ayúdame —pidió Estela, aferrada a su pecho.—Te sacaré de aquí —le prometió, dejándola sobre el piso para colocarle la manta mojada sobre la cabeza para evitar el aire caliente.Julián, se colocó la otra manta sobre la cabeza, cubriéndose la boca y la nariz, de lo contrario dudaba poder salir con vida.—Tengo miedo! —gritó asustada, al no mira a donde se dirigía el vaquero.Julián se alejó de las llamas, buscando las ventanas.—Cierra los ojos y cuando los abras te prometo que estaremos a salvo —le pidió.Estela asintió con un ligero movimiento de cabeza y enterró el rostro en el pecho fuerte de Julián. La espalda le ardía, había sido alcanzada por el fuego cuando sacó a Ángela de la habitación y la ayudó a salir, por desgracia ella no había logrado atravesar el umbral
—¿Qué es lo que haremos con ella? —preguntó Gilberto, sentándose frente a Efraín, el hombre aún lucía pálido a causa de la herida que no estaba curada.—Yo estaría dispuesto a hacerle muchas cosas para vengarme de la familia Altamirano, pero lo mejor será aprovecharla y usarla como moneda de cambio.—¿Vas a devolverla a su familia? —preguntó Gilberto con el ceño fruncido.—Necesitamos dinero.—Eso no fue lo que pregunté, Efraín —refutó Gilberto con molestia.—Haré lo que tenga que hacer para conseguir el dinero y escapar, mi padre ya no tiene manera de seguir cubriéndonos las espaldas. En su última carta mencionó que estaba siendo observado de cerca por la policía y que todo lo que podía darnos era tiempo para lograr escapar.—¿Por eso provocó el incendio en la hacienda Miramar?—También mando matar a Ignacio Argueta, ese maldito abogado no debió meter las narices donde no debía —gruñó.—¿Qué hay de tu cuñada?Efraín le dedicó una gélida mirada.—Natalia y yo tenemos cuentas que salda