Volver a casa fue sin lugar a dudas mi parte favorita del día. Crisálida no me esperaba por lo que cuando entramos con suma tranquilidad, la pobre pensaba que era sólo Emmet el que había llegado.–Oh, Emmet, preparé unas cositas que estoy segura le gustarán a… ¡Mi niña!-- venía sin ver mientras hablaba por lo que a lo que encontró mi mirada una sonrisa amplia se adueñó de su boca. Me acerqué a ella y la abracé con fuerza inhalando profundamente al sentir su habitual aroma a talco perfumado que utilizaba desde que yo era pequeña. –Oh, ¡Bendito Dios! Por fin estás aquí– dijo emocionada.–No me fui tanto tiempo, nana– le recordé estrechándola entre mis brazos mientras Emmet nos observaba con una pequeña sonrisa en los labios.Ella se alejó contenta de tenerme para enloquecer sus días y Emmet me ayudó a subir al segundo piso con toda la paciencia del mundo. Debido al internamiento he perdido mi rutina de ejercicios y no veo la hora de empezar de nuevo a fortalecer mis músculos. Papá esta
La llave de la ducha estaba abierta, me asomé dentro del baño, la puerta estaba de par en par y esta vez me aseguré de poner el pasador a la de la habitación, el vapor del agua caliente cubría el amplio baño y me acerqué con lentitud escuchando su melodiosa voz cantar, era tan hermosa mi propia sirena.–¿Qué hay detrás de una lágrima?¿Qué hay detrás de la fragilidad?¿Qué hay detrás del último adiós?¿Qué hay detrás cuando acaba el amor?¿Qué hay detrás?Puedo ver desde aquíMis recuerdos persiguiéndotePuedo ver el perfilDe mi sombra sobre la paredY no he dejado de fumarY no puedo dormirY en medio de la soledadSigo pensando en ti…Entré desnudo tras ella y cuando Lía fue consciente de mi presencia me sonrió deslizando la mirada por mi cuerpo con una intensidad que de inmediato mi masculinidad le correspondió. Busqué sus labios y fui correspondido mientras sus manos se cerraban tras mi cuello y me halaba hacia el agua de la ducha, la temperatura era perfecta y estaba completame
FLASH BACK– ¿Qué me miras? ¿En qué piensas?–preguntó pero no sonaba enojada, sino curiosa.–En lo muy pálida que estás– dije de inmediato mientras me apartaba y cruzaba los brazos sobre el pecho– ¿No tienes ganas de salir un rato? Quizás el aire libre te haga bien.Arqueó una ceja.–¿Se te está olvidando que acabo de despertar con un taladro sobre mi cabeza? Ni siquiera he comido, no tengo ganas de salir al patio ahorita, Emmet.–No estoy hablando de salir ahora mismo– dije burlón– Además tampoco te decía de ir al patio. Hablo de salir de la casa.Lía bufó.–¿Ahora papá te pidió eso? Ese señor sí que me sorprende, rayos– dijo irónica y fue mi turno de bufar. –Tu padre no me ha pedido nada, he sido yo que he cobrado y estoy tentado a gastar una parte de mi primera paga contigo en una tarde que bien podría ser bastante entretenida si tan sólo dejaras tu mal humor acostado en cama mientras nosotros nos vamos.Lía me miró sorprendida y un leve color rojizo tiñó sus mejillas, parecía pen
La sedación mortal es uno de los procedimientos más utilizados en la sociedad actual para causar la muerte a un paciente en estado terminal con el fin de evitarle dolores infructuosos; de esta manera se le impiden molestias físicas y psicológicas producidas por su enfermedad. El gobierno ha permitido a pocas entidades privadas encargarse de dar dignas muertes a enfermos terminales con el propósito de detener su sufrimiento y darle un fin honrado a sus vidas con autorizaciones de los doctores de el paciente y, además, el familiar correspondiente. La palabra “Eutanasia” simboliza la unión de “Buena” y “Muerte”, es básicamente eso. Luego de que mi abuela muriera a los cincuenta y siete años con una mezcla de cáncer que comenzó por un bultito en su seno izquierdo y que terminó causando una metástasis que amenazó sus órganos, incluido el corazón le prometí a su memoria el hacer lo que estuviera en mis manos para aliviar a otros que, como ella, sufrían tortuosamente. Ella sufrió, s
Entré a la oficina saludando a todos, como era costumbre. Mi sonrisa parecía ser pegajosa porque todos me la devolvía, en especial las mujeres.–Buenos días, Emmet. –Linda camisa, Emmet. –Qué bien hueles, Emmet. Terminaba entrando a saludar a mi jefe con el ego más alto del mundo. –Buenos días, señor– le hice entrega de mi último perfil. Lo revisó y chequeó en su computador sin responderme. –Emmet, tienes una solicitud nueva de un paciente categoría 8– abrí los ojos sorprendido.–¿Tan pronto?– arqueó una ceja de inmediato y yo tragué grueso sintiéndome realmente incómodo– Quiero decir… Usualmente tengo uno o dos días entre paciente y paciente, doctor– expliqué y él suspiró hondo. Categoría 8. Debía ser alguien en muy mal estado físico, o con una muy buena posición financiera porque era la categoría más alta siendo la 1 la de los pacientes gubernamentales.–Te pidieron a ti, Emmet– se encogió de hombros y yo no pude más que sentirme halagado porque mis pacientes, o sus familia
Estaba tocando el piano, me ayudaba a relajarme cuando me aturdía por el estrés de el recuerdo de mi situación actual que no cambiaría más que a peor. Sentí pasos en la habitación, sin embargo, no me detuve. Nadie era lo suficientemente importante como para hacerme salir de la burbuja en la que yo misma me introducía. Toqué por varios minutos perdida en el dolor de las teclas. Era liberador porque podía recordar mi vida en retrospectiva. De hecho, era la única forma en la que podía recordar mi vida. En cualquier momento moriría. Por fin había sido aprobada la ley en el país en donde vivo. El único que faltaba realmente, pero aquí estaba y no tenía planeado mudarme, tampoco era demasiado fácil. Mis padres no estaban demasiado de acuerdo con la idea. Ellos no sufren lo que yo sufro, ellos no tienen mi padecimiento. Ninguno de los dos tiene que verse a diario inútil y atenida a otras personas. Y aunque las pastillas me ayudan bastante a controlar los tenues dolores de cabeza q
–Mi hija… - el señor Clarkson no parecía saber por dónde empezar y eso me hizo pensar en lo poco que sabía de la señorita Clarkson, no era mucho realmente. Esperé con calma a que ordenara sus pensamientos y pudiera transmitirlos a su modo. Si algo había moldeado en mi oficio era la paciencia- Lía no es un monstruo- me miró a los ojos– Se lo digo porque imagino que es lo que se comenta entre sus compañeros de trabajo.Abrí la boca para refutar aquello aunque siendo sincero no lograba salir de mi asombro por su aclaración.-Señor, yo no juzgo a mis pacientes por lo que mis compañeros de oficio prediquen de sus personalidades- dije con firmeza y el hombre que me miró por unos segundos antes de asentir cortamente pareció creerme. Sería bueno que lo hiciera porque no era más que una realidad.-Pues bien, lo creas o no, mi hija sí que tiene un carácter de mierda y eso es lo que nos ha traído a todos hasta aquí- respiró hondo antes de desvíar la mirada de mí.-Oí que su condición se debía a
-LÍA-En pocas palabras estaba furiosa, no, esa palabra ni siquiera era suficiente para el fuego que sentía se acrecentaba en mi pecho. ¿Quién carajos se creía ese tonto caribonito? ¿Es que en ese sitio no había ningún empleado de verdad?¿O al menos un mudo? ¡Sí! Alguien sin habla seguramente me caería bien, o cualquiera que no me tratara como una niña pequeña como lo hacía ese tal… Wick. Con frustración miré a la ventana. Emmet Wick, debía aprenderme ese nombre de porquería que me haría los últimos días infernales. O eso creía él.–Parece que es un buen chico– Lancé una mirada de advertencia a Crisálida quien entraba con mantas limpias en sus manos.–¿En serio se quedará aquí? –pregunté con fastidio– ¿Es que no había alguno más insufrible?–No había algún otro que quisiera cuidar de ti– dijo con voz tranquila aquella mujer que me conocía desde niña. Disimulé una carcajada con un poco de tos y me gané una mirada de la canosa mujer llena de reproche– Lía, estás siendo una malcriada, hi