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El día se acabó más pronto de lo que hubiese querido, la compañía de Emmet me hacía más amena la vida y no puedo decir que mi corazón no se contrajo al darme cuenta de que en aquella noche no me podría acompañar. Lo comprendía, no podía ser tan egoísta y comprendía mejor que nadie el cansancio emocional que mi novio cargaba encima.

Insistí mucho para que dejara de lado su orgullo y comprendiera que, si había algo con lo que la vida me había bendecido era con una prosperidad económica de la cual no había otra opción sino disfrutar. Porque si algo me negaba a cambiar de esa mentalidad de la que lucho cada día por salir, es que la vida era una y en la tumba no cabría nada más que un cuerpo frío.

Haría todo lo posible para ayudarlo, eso incluía ayudar a su familia. No había otra opción cuando aquel hombre había transformado mi vida a un mil por ciento y para mejor.

Eran alrededor de las once treinta, estaba en mi camilla saboreando el restante de aquel delicioso pastel húmedo de tres l
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