El sudor recorría mi espalda. Estaba mareada pero se trataba de una combinación de mi condición y de la falta de oxígeno que el esfuerzo me causaba. Lo miraba con los ojos entrecerrados mientras mi boca formaba un pequeño círculo. –Vamos, tú puedes– susurró y cerré los ojos aumentando el esfuerzo. Tenía razón. –Diez segundos más, preciosa– avisó y solté el aire con violencia. Frunciendo el ceño mientras mordía mi lengua hasta hacerla sangrar y él acarició mi muslo– Listo, cariño. La actividad física era obligatoria, dos horas diarias, sin duda mis músculos odiaban a Emmet, por suerte era lindo. Al terminar, me daba un baño tibio para relajar mi lastimado cuerpo, no podía negarlo, veía una clara diferencia es mi resistencia a la hora de estar de pie. Parecía que mi cuerpo se estaba poniendo de acuerdo con mi cerebro y aunque no me confiaba demasiado de esa amistad, era algo bastante positivo y me hacía realmente feliz no tener que utilizar tan seguido mi silla de ruedas, por ejemplo
–EMMET–Fuera del comedor los gritos se escuchaban y me desesperaba no estar junto a Lía aunque estaba muy claro que no me necesitaba para hacer valer su punto. Me sentía culpable, el rostro de enojo y rabia de su madre al verme sujetándola por la cintura había sido un poema cargado de odio, vaya manera de conocer a mi suegra y eso sin contar que aún no había hablado con el señor Clarkson para contarle que su hija y yo manteníamos una relación.Al menos yo no parecía ser el único afectado por el problema en la familia Clarkson. Crisálida tenía una cara de enojo muy severa y la seguí mientras apilaba unos kilos de harina en la encimera de la cocina, parecía que prepararía algo para drenar el coraje.–Esa mujer va a morir así, cerrada y bruta– murmuró entre dientes y me sorprendió bastante pero, tras pensarlo unos segundos, supuse de inmediato que todo el enojo que sentía por la madre de Lía era por el amor que sentía hacia su niña, como tan cariñosamente le llamaba. Cris amaba a Lía y
–EMMET–Mis ojos estaban la mayor parte del tiempo encima de ella. Lía era realmente fuerte, testaruda y caprichosa y aunque se estaba esforzando realmente mucho en su mejoría física, no podía evitar notar un deje de tristeza en sus ojos. Desde lo ocurrido con su madre, en su semblante había una oscuridad que por mucho que intentara ocultar y que me gustara cuánto se esforzaba en esa tarea mientras hacíamos el amor, yo no podía dejar eso así cómo así.Besó mis labios cómo se nos había hecho costumbre al despedirse de mí. Tenía cita con la psicóloga y yo aprovecharía el tiempo para tener una reunión que no podía seguir aplazando.Tras ducharme y tomar lo primero que vi para vestirme, anudaba mis zapatos y veía mis propios dedos temblar. Respiré hondo, no podía acobardarme. –Cris, daré una vuelta– le avisé a la mujer quien limpiaba la sala– Volveré antes de que Lía llegue.–Claro, cariño, ve– dijo con una sonrisa dibujada en el rostro. Ella no sabía lo de nosotros, o eso pienso. Era
Mentía. Sí me asustaba. No, no me asustaba, me aterraba la idea. Lía había entrado con un buen semblante de su sesión de terapia. Entré unos quince minutos antes que ella a la casa y me bastó el tiempo para mostrar cierta normalidad a la hora de su llegada. Luego, Crisálida nos había invitado a ayudarla con la preparación de unas pizzas para la cena, se me hizo imposible negarme y Lía no dudó en aceptar, así que, media hora después sonriendonos y charlando sin darnos un corto beso apenas ahí estábamos en la cocina ensuciandonos de harina mientras Cris nos enseñaba la manera correcta de amasar. Mis manos querían amasar otra cosa ocultas bajo un lindo vestido negro con impresiones de cerezas pequeñas y un escote profundo en forma de triángulo que me dejaba ver los regordetes pechos de mi chica. La mujer salió al patio a buscar algunas hojas de albahaca que agregaría a la pasta de tomate, en ese momento aproveché para estirar mi mano y tomar la nuca desnuda de Lía quien se había anuda
–El único objetivo eres tú, Lía– aseguré tomando su barbilla, temblaba mientras mordía su labio interior e intentaba contener el llanto– Yo siempre voy a estar para ti, cariño, no necesitas estar sola para sentirte independiente, Lía, ¿De qué hablas? ¿Sabes lo fuerte que eres? ¿Lo valiosa que eres? Mírate, estás logrando mucho por tu cuenta, ¡Tú sola! Yo sólo te sostengo, tu psicóloga sólo te escucha, tu papá y Cris sólo te apoyan… Lía, la magia está dentro de ti– Me perdí en sus ojos achocolatados por un momento antes de continuar– Existe la posibilidad de que sea en vano, sí, es cierto, ¿Pero cuánto de ti no está dispuesto a correr el riesgo? ¿Cuántas veces tú, la gran abogada, la doctora Lía Clarkson, no ha corrido riesgos? Aquí la única beneficiada serás siempre tú, y por ende, todos nosotros quienes te queremos con el alma y haríamos lo que sea por nunca perderte.–Por favor… Emmet, bésame– pidió y no dudé en hacerlo, no pude evitar sentir su tristeza y su miedo y sí, yo me sentí
Dos días después luego de desayunar y entrenar por cuarenta minutos -por su petición no por mi exigencia– terminé acompañándola a la cita con el oncólogo. Me sentía realmente nervioso y dudaba ser una buena compañía pero me alegraba que Lía hubiese contado conmigo para algo tan importante, así que por nada del mundo me negaría.El doctor Braxton era uno más de la camada de médicos a bordo del caso de Lía. Ella estaba nervioso, era obvio, y se encogía bajo el sueter de cuello alto y manga larga color blanco que decidió utilizar junto con un pantalón de chandál color negro y zapatillas a juego. Su cabello estaba atado en un moño de bailarina sobre su cabeza con ciertos cabellos del frente cayendo sobre su cara, se había maquillado poco y decidió usar gafas para el sol aún cuando el día era bastante frío y los rayos no quemaban. Entendía que quisiera algún escudo ante la realidad y ahí estaba yo para acompañarla.Decidió no contárselo aún a su padre, no había encontrado la fuerza para ha
–LÍA–Abrí los ojos con esfuerzo. Me sentía atontada y un zumbido fastidiaba a mis oídos. Creí que era un mosquito y alcé la mano intentando apartarlo de mi oreja, fue cuando me di cuenta de que estaba siendo monitoreada por una máquina unida a mi dedo y una vía intravenosa en mi mano directo a una bolsa de lo que parecía ser solución fisiológica pero que seguramente tenía algo más.Me impulsé un poco en la camilla y un bulto a mis pies se movió. Era Emmet, estaba sentado en el suelo al final de mis pies y me miró con sus ojos muy abiertos y bolsas bajo estos, el cabello lo tenía revuelto y los labios bastante quebrados, quizás de no hidratarse lo suficiente o de morderlos ante los nervios.–Lía, por fin– dijo sonando aliviado, su voz también sonaba muy ronca. Parpadeé de forma lenta, me di cuenta de que debían haberme dado algo para que estuviera tan mareada.–¿Qué…pasó?-- mi voz no se sentía mía, tenía una profunda sed y Emmet pareció leer mi mente puesto que junto con ponerse de pi
–LÍA–No sé cómo lo logró, pero lo hizo.Emmet me escribió cuando estaba en la sala de espera del segundo piso, yo me encontraba en el primero por lo que cuando los guardias dieron la ronda no tuvo ningún problema en colarse entre pasillos y llegar a mi habitación en donde lo recibí con una sonrisa y las risillas de unos adolescentes que acaban de encontrarse a través de la ventana.–Estás realmente loco– le avisé mientras se sentaba junto a mi en la camilla.–Por ti– aseguró besando mi mejilla y haciéndome sonreír– Y por las gomitas, ¿Me das?-- me reí mientras compart&iacut