Respiraba de forma brusca, al igual que él, y cuando acercaba su boca a mis pechos un ruido desde la planta baja arruinó por completo la candente escena. –¿Emmet? ¡Emmet! – él y yo nos miramos perplejos, saliendo del trance en el que nos habíamos inducido. Sus labios estaban hinchados, supuse que los míos tendrían un aspecto similar. –Sí, Cris, ahí voy– gritó y no pude evitar sonreír con algo de vergüenza. Había estado apunto de empezar algo que habría sido difícil de terminar, ahí, en esa oficina mía en donde tantos libros leí y ningún chico permití. –Yo…– intentó hablarme pero eso sólo lo hacía ver más tierno. Besé su mejilla con delicadeza plantando mi mano en el lado contrario de su rostro. –Ve– cedí y se apartó de mí. Mis ojos se posaron de forma inmediata en el notable bulto sobre su entrepierna. Eso sin duda llamaría la atención de una mujer a la que no se le pasaba ni una manchita sobre el granito pulido. No pude evitar sonreír como tonta y Emmet se alejó de mí con vergüenza
Suspiré de forma lenta y continua. No podía creer lo que veía, mis ojos se deleitaron con aquella imagen que añoraba guardar en mi memoria para siempre. Sin voltear cerré la puerta a mis espaldas, colocando el seguro, avancé a pasos lentos hacia ella. Sus mejillas tenían cierto color natural y tan rosado que la hacía ver genuinamente preciosa. Su cabello alborotado rodeaba sus mejillas y mientras mordisqueaba suavemente su labio inferior, con anticipación, sus ojos encontraron los míos. –Eres tan hermosa, Lía– reconocí fascinado con ella, su piel se veía tan apetitosa que no pude evitar estirar mis dedos para rozar la piel de sus muslos. Mi corazón se aceleró cuando sentí su escalofrío a mi tacto. –No te haré daño– prometí y ella sonrió mostrandome sus lindos dientes. –Lo sé, Emmet. Nunca lo he dudado– admitió y me sentí fascinado por la seguridad de su voz. –Ven… Aquí– pidió y sin dudarlo accedí. Hundí mis labios en su cuello fascinado con su esencia, Lía acariciaba mis brazos y sus
–LÍA–Emmet se desplomó sobre mí y más que asqueada me sentí querida. Mi corazón bombeaba con fuerza y el suyo también, tras unos segundos de completo silencio ambos rompimos en risas, de la nada, y eso sin duda no se conseguía con cualquier persona. Tenía mucho tiempo que no me entregaba a alguien y me hacía tan feliz el que haya sido con él. Había superado mis expectativas por completo y cuando me rodeó con sus brazos para hundirme en un abrazo contra su pecho desnudo sólo lo confirmé.Media hora después me sentía realmente bien. Mi cuerpo había recibido mejor de lo que pensaba aquel encuentro y aunque el encendido color de mis mejillas no se marchaba, no había otro cambio notable en mí.Por suerte, Cris no subió a verme y en su lugar fue Emmet quien me llevó la comida a la hora correcta. Sus ojos conectaban con los míos y yo de inmediato sentía un intenso fuego que crecía en mi interior y se derramaba sobre mis muslos internos. Estaba empapada de él. Eso me gustaba.Mi hambre era d
El sudor recorría mi espalda. Estaba mareada pero se trataba de una combinación de mi condición y de la falta de oxígeno que el esfuerzo me causaba. Lo miraba con los ojos entrecerrados mientras mi boca formaba un pequeño círculo. –Vamos, tú puedes– susurró y cerré los ojos aumentando el esfuerzo. Tenía razón. –Diez segundos más, preciosa– avisó y solté el aire con violencia. Frunciendo el ceño mientras mordía mi lengua hasta hacerla sangrar y él acarició mi muslo– Listo, cariño. La actividad física era obligatoria, dos horas diarias, sin duda mis músculos odiaban a Emmet, por suerte era lindo. Al terminar, me daba un baño tibio para relajar mi lastimado cuerpo, no podía negarlo, veía una clara diferencia es mi resistencia a la hora de estar de pie. Parecía que mi cuerpo se estaba poniendo de acuerdo con mi cerebro y aunque no me confiaba demasiado de esa amistad, era algo bastante positivo y me hacía realmente feliz no tener que utilizar tan seguido mi silla de ruedas, por ejemplo
–EMMET–Fuera del comedor los gritos se escuchaban y me desesperaba no estar junto a Lía aunque estaba muy claro que no me necesitaba para hacer valer su punto. Me sentía culpable, el rostro de enojo y rabia de su madre al verme sujetándola por la cintura había sido un poema cargado de odio, vaya manera de conocer a mi suegra y eso sin contar que aún no había hablado con el señor Clarkson para contarle que su hija y yo manteníamos una relación.Al menos yo no parecía ser el único afectado por el problema en la familia Clarkson. Crisálida tenía una cara de enojo muy severa y la seguí mientras apilaba unos kilos de harina en la encimera de la cocina, parecía que prepararía algo para drenar el coraje.–Esa mujer va a morir así, cerrada y bruta– murmuró entre dientes y me sorprendió bastante pero, tras pensarlo unos segundos, supuse de inmediato que todo el enojo que sentía por la madre de Lía era por el amor que sentía hacia su niña, como tan cariñosamente le llamaba. Cris amaba a Lía y
–EMMET–Mis ojos estaban la mayor parte del tiempo encima de ella. Lía era realmente fuerte, testaruda y caprichosa y aunque se estaba esforzando realmente mucho en su mejoría física, no podía evitar notar un deje de tristeza en sus ojos. Desde lo ocurrido con su madre, en su semblante había una oscuridad que por mucho que intentara ocultar y que me gustara cuánto se esforzaba en esa tarea mientras hacíamos el amor, yo no podía dejar eso así cómo así.Besó mis labios cómo se nos había hecho costumbre al despedirse de mí. Tenía cita con la psicóloga y yo aprovecharía el tiempo para tener una reunión que no podía seguir aplazando.Tras ducharme y tomar lo primero que vi para vestirme, anudaba mis zapatos y veía mis propios dedos temblar. Respiré hondo, no podía acobardarme. –Cris, daré una vuelta– le avisé a la mujer quien limpiaba la sala– Volveré antes de que Lía llegue.–Claro, cariño, ve– dijo con una sonrisa dibujada en el rostro. Ella no sabía lo de nosotros, o eso pienso. Era
Mentía. Sí me asustaba. No, no me asustaba, me aterraba la idea. Lía había entrado con un buen semblante de su sesión de terapia. Entré unos quince minutos antes que ella a la casa y me bastó el tiempo para mostrar cierta normalidad a la hora de su llegada. Luego, Crisálida nos había invitado a ayudarla con la preparación de unas pizzas para la cena, se me hizo imposible negarme y Lía no dudó en aceptar, así que, media hora después sonriendonos y charlando sin darnos un corto beso apenas ahí estábamos en la cocina ensuciandonos de harina mientras Cris nos enseñaba la manera correcta de amasar. Mis manos querían amasar otra cosa ocultas bajo un lindo vestido negro con impresiones de cerezas pequeñas y un escote profundo en forma de triángulo que me dejaba ver los regordetes pechos de mi chica. La mujer salió al patio a buscar algunas hojas de albahaca que agregaría a la pasta de tomate, en ese momento aproveché para estirar mi mano y tomar la nuca desnuda de Lía quien se había anuda
–El único objetivo eres tú, Lía– aseguré tomando su barbilla, temblaba mientras mordía su labio interior e intentaba contener el llanto– Yo siempre voy a estar para ti, cariño, no necesitas estar sola para sentirte independiente, Lía, ¿De qué hablas? ¿Sabes lo fuerte que eres? ¿Lo valiosa que eres? Mírate, estás logrando mucho por tu cuenta, ¡Tú sola! Yo sólo te sostengo, tu psicóloga sólo te escucha, tu papá y Cris sólo te apoyan… Lía, la magia está dentro de ti– Me perdí en sus ojos achocolatados por un momento antes de continuar– Existe la posibilidad de que sea en vano, sí, es cierto, ¿Pero cuánto de ti no está dispuesto a correr el riesgo? ¿Cuántas veces tú, la gran abogada, la doctora Lía Clarkson, no ha corrido riesgos? Aquí la única beneficiada serás siempre tú, y por ende, todos nosotros quienes te queremos con el alma y haríamos lo que sea por nunca perderte.–Por favor… Emmet, bésame– pidió y no dudé en hacerlo, no pude evitar sentir su tristeza y su miedo y sí, yo me sentí