Viviré bien.
Viviré bien.
Por: Alyssa Loraine
Prólogo

No sé mucho de él, pero lo poco que sé es suficiente para que su presencia me atormente día y noche. Es de esos hombres que dejan una huella imborrable con tan solo cruzar la mirada. Tiene ojos azules como el mar, pero no como ese mar tranquilo y sereno que invita al descanso, sino como un océano profundo y misterioso, cargado de tormentas y secretos oscuros que te hacen sentir pequeño, indefenso ante su inmensidad. Sus ojos te hipnotizan, te absorben, y cuando te das cuenta ya es demasiado tarde: estás perdido en ellos, atrapado en su abismo.

Su cabello es negro como el cielo en una noche sin luna, una sombra interminable que lo envuelve, dándole ese aire enigmático y peligroso. Cuando el viento lo acaricia, parece una bestia suelta, indomable, que con cada movimiento deja claro que no pertenece a nadie más que a él mismo. Su porte es desafiante, casi arrogante. No hay duda de que lo sabe, de que está consciente del efecto que causa en los demás. Y no se molesta en ocultarlo. Todo lo contrario, lo disfruta. Es un hombre que no pide perdón, que no necesita disculpas.

Su cuerpo, bueno, su cuerpo es algo que cualquier persona en su sano juicio consideraría una obra de arte, pero no una obra de esas que adornan las paredes de museos. No, es una de esas esculturas que te hacen sentir incómodo, que te atraen pero al mismo tiempo te provocan miedo. Está perfectamente tallado, con músculos que parecen haber sido cincelados con precisión divina, pero hay algo más en él, una oscuridad que lo rodea, una promesa de peligro. Y aun así, no puedes apartar la mirada. Su presencia es una trampa, una de esas de las que no quieres escapar, incluso sabiendo que el final puede ser doloroso.

Su belleza no es de este mundo, o al menos no del mundo al que estamos acostumbrados. Es de esas bellezas que, si no tienes cuidado, pueden destruirte. Irresistible, magnética, pero al mismo tiempo perversa. Hay algo en él que despierta tus instintos más primitivos, algo que te hace desear lo que no deberías desear. Es un hombre que no pasa desapercibido, y cuando lo ves, no puedes dejar de mirarlo. Y no importa cuánto tiempo lo mires, nunca te cansas. Siempre parece haber algo nuevo en él, algo oculto bajo la superficie que solo te empuja a querer descubrir más, aunque sepas que lo que encuentres no será agradable.

Y lo más importante… lo que todos comentan, aunque nadie se atreve a decirlo en voz alta: un pene enorme. No es una exageración, lo aseguro. Enorme, intimidante, tanto como él mismo. Es como si todo en su ser estuviera diseñado para impresionar, para dejar una marca imborrable en cualquiera que tenga el valor –o la locura– de acercarse lo suficiente. Es una fuerza de la naturaleza en todos los sentidos, capaz de consumir a quien se atreva a desafiarlo.

Ah, claro, también es un mafioso. Pero eso ya lo sabe todo el mundo, ¿no? De hecho, eso es lo de menos cuando hablas de él. Porque la palabra "mafioso" no alcanza para describirlo. No es solo un hombre de negocios turbios, no. Es mucho más que eso. Es un depredador, alguien que caza y toma lo que quiere sin pedir permiso. Su mundo es de poder, violencia y control. Todo lo que tiene lo ha ganado, o arrebatado, con la misma facilidad con la que respira.

Así que, ¿qué más puedo decir? No sé mucho de él, pero lo que sé basta para entender que es un hombre que debería asustarme, alejarme. Y sin embargo, aquí estoy, pensando en esos ojos azules, en ese cabello negro, en ese cuerpo esculpido… y en ese peligro que parece envolverlo como un manto.

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