Baño

En cuanto la puerta del baño se cierra, el espacio reducido parece empequeñecerse aún más. Alexei no pierde tiempo. Con una firmeza suave pero decisiva, me empuja contra la pared, sus manos en mi cintura, y su cuerpo pegado al mío. Puedo sentir su respiración caliente en mi cuello, y el latido de mi corazón se acelera cuando nuestras miradas se cruzan.

No hay palabras. Solo deseo.

Sus labios encuentran los míos, primero en un beso lento, saboreando cada segundo, como si estuviéramos probándonos mutuamente. Pero pronto, la intensidad aumenta. Su lengua se desliza dentro de mi boca, y el beso se vuelve más urgente, más demandante. Puedo sentir su cuerpo firme contra el mío, su mano subiendo desde mi cadera hasta mi espalda, trazando una línea de fuego en su camino.

Mis dedos se enredan en su cabello, tirando ligeramente mientras nuestras respiraciones se mezclan. El deseo que había estado latente desde el aeropuerto ahora está fuera de control. Alexei es grande, fuerte, y cada movimiento suyo exuda poder. Pero no hay torpeza. Cada caricia es precisa, cada beso cargado de intención.

Me levanta suavemente, presionando su cuerpo contra el mío para que mis pies ya no toquen el suelo. Nuestros cuerpos encajan perfectamente, como si este momento hubiera estado destinado a suceder. La tela de mi ropa es una barrera que apenas soporta la tensión del deseo que crece entre nosotros. Sus manos exploran, deslizándose por debajo de mi blusa, su tacto directo contra mi piel. Cada vez que me toca, un escalofrío recorre mi cuerpo.

—Eres increíble —murmura contra mi cuello antes de besarlo, sus labios moviéndose lentamente hacia mi clavícula.

Intento responder, pero solo puedo soltar un suspiro cuando su boca se encuentra con mi piel, sus manos bajando con destreza hacia mis muslos, levantando mi falda sin esfuerzo. La tensión en el aire es palpable, y mis piernas se entrelazan alrededor de su cintura instintivamente, atrayéndolo más cerca.

Su mano se desliza suavemente por mi pierna, subiendo hasta llegar a mi entrepierna. No hay prisa en sus movimientos, pero la firmeza de su tacto me deja claro que Alexei sabe exactamente lo que está haciendo. Y yo, atrapada entre su cuerpo y la pared, estoy completamente a su merced.

—Dime que lo deseas —susurra en mi oído, su voz ronca y llena de necesidad.

No tengo que pensarlo. Lo deseo más de lo que había deseado algo en mucho tiempo. Mi cuerpo responde antes que mi mente, moviéndose contra él, buscando más contacto, más de esa sensación que me hace perder el control. Mis manos recorren su espalda, sintiendo cada músculo bajo su traje perfectamente ajustado. Puedo oler su colonia, una mezcla embriagadora que hace que mis sentidos se aceleren aún más.

Y entonces, finalmente, Alexei deja de contenerse. En un movimiento firme, me coloca contra él y siento cómo nuestros cuerpos se unen. La sensación es abrumadora. Su respiración se vuelve más pesada, al igual que la mía, mientras nos movemos juntos, con una sincronía que parece casi ensayada. Pero no lo es. Todo es instintivo, crudo, natural.

Cada movimiento de sus caderas, cada beso que planta en mi cuello, me lleva más y más cerca de un límite que no sabía que existía. No hay espacio para dudas, ni para el arrepentimiento. Solo hay placer, el tipo que te consume por completo y te deja sin aliento.

Me pierdo en la intensidad de sus movimientos, en la manera en que me sostiene, firme pero delicado, como si supiera exactamente cuánto puedo soportar antes de desmoronarme por completo. El mundo exterior desaparece. Solo existimos nosotros dos en ese pequeño espacio, nuestras respiraciones entrelazadas, nuestros cuerpos moviéndose al unísono.

Finalmente, después de lo que parecen minutos de éxtasis, todo llega a un punto culminante. Mi cuerpo se tensa, y cuando alcanzo el clímax, es como si todo dentro de mí se desmoronara y se volviera a reconstruir en un solo segundo. Alexei sigue moviéndose, profundo y seguro, hasta que también encuentra su propio alivio, su respiración convirtiéndose en un gruñido bajo que vibra en mi oído.

Nos quedamos en silencio un momento, jadeando, tratando de recuperar el aliento. Alexei me sujeta firmemente, su frente apoyada en mi hombro, mientras yo intento volver a la realidad. Mi cuerpo todavía tiembla, y cuando finalmente me bajo de su cintura, me siento un poco débil, pero completamente satisfecha.

—Definitivamente... mejor que clase turista —bromeo entre suspiros, con una sonrisa en los labios.

Él sonríe de vuelta, y me da un beso suave, casi cariñoso, antes de ayudarnos a ambos a recomponernos. Me arreglo la ropa, aún en una nube de satisfacción, mientras él hace lo mismo.

Antes de salir del baño, Alexei me mira una vez más, con esa sonrisa de complicidad que parece prometer más encuentros como este. Y aunque no intercambiamos más palabras, algo en su mirada me dice que esto no ha sido solo una aventura pasajera.

Salimos del baño, cada uno en su propio ritmo, y regreso a mi asiento con el cuerpo todavía temblando por lo que acaba de suceder. El cansancio me vence, y antes de darme cuenta, estoy profundamente dormida.

Cuando la azafata me despierta al aterrizar, Alexei ya no está. Pero mientras me levanto y recojo mis cosas, no puedo evitar sonreír para mí misma.

Joder, nunca me había corrido así, pienso.

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