Sorpresa

El día siguiente amaneció con una mezcla de emociones en mi interior. Después de lo ocurrido con Alexei en el avión, mi mente no lograba concentrarse en el trabajo que tenía por delante, pero el deber me llamaba. Makarova Corp. era mi siguiente destino, una empresa rodeada de rumores y misterio, pero para mí, solo era otro cliente que necesitaba asesoría contable. O al menos, eso creía hasta ese momento.

Me preparé con el mismo protocolo de siempre: un traje negro que me hacía sentir profesional y decidida, un poco de maquillaje para darme confianza, y mi computadora portátil bajo el brazo. Mientras me dirigía a la oficina, los murmullos sobre la empresa no me dejaban en paz. Hombres de poder, tratos oscuros y el propio Don Makarova al mando. El nombre resonaba en mi mente como una advertencia.

El edificio era imponente, un rascacielos de vidrio que parecía desafiar al cielo. Al entrar, un frío artificial me envolvió y la atmósfera estaba cargada de tensión. Me presentaron a varios gerentes que, a pesar de su sonrisa, reflejaban una mezcla de desconfianza y temor. Mientras me explicaban cómo se estructuraban las finanzas de la empresa, traté de enfocar mi atención en los números. Sin embargo, una sensación inquietante se instalaba en mi interior.

A medida que revisaba los documentos, algo comenzó a llamar mi atención. Los números no cuadraban. Transferencias grandes, movimientos entre cuentas de varias empresas satélites, balances que no hacían sentido. Lavado de activos y fraude fiscal eran las primeras palabras que surgían en mi mente. Mis manos temblaban un poco mientras revisaba más a fondo. Lo que estaba viendo no era normal. Esto no era un error contable; esto era deliberado. Un esquema perfectamente montado para ocultar dinero ilegal.

Me acerqué a la computadora y empecé a cruzar datos. Las incongruencias se multiplicaban y cada nueva cifra parecía gritarme que había algo más. Con cada descubrimiento, mi pulso se aceleraba. Este era un momento crucial. Tenía que hablar con el presidente, y rápido. Golpeé la puerta de su oficina, con el corazón latiendo desbocado en mi pecho. La voz profunda que me invitó a entrar me hizo recordar ese tono que había oído antes, en un contexto completamente diferente.

Cuando crucé el umbral, mis ojos se encontraron con los de Alexei. Su presencia era tan imponente como la última vez. Vestido con un traje perfectamente ajustado, me observaba con una mezcla de curiosidad y arrogancia. Aquella sonrisa arrogante en su rostro parecía burlarse de mis preocupaciones.

—Nos volvemos a encontrar, Ksyusha —dijo, el nombre deslizándose de sus labios como un susurro seductor.

El aire se volvió pesado. Mi corazón latía más rápido, y no por la sorpresa de verlo aquí, sino por la intensidad de la situación. Las piezas empezaron a encajar: él era Makarova, el hombre al frente de esta operación. No solo estaba involucrado; él lo controlaba todo.

—¿Tú eres el presidente de Makarova Corp.? —pregunté, aunque la respuesta era evidente. Mi voz sonó más incrédula de lo que me gustaría.

—¿Esperabas a alguien más? —respondió él, con esa sonrisa burlona y una calma que me exasperaba—. Debes estar acostumbrada a trabajar con personas menos relevantes.

Intenté recuperar la compostura. No importaba quién fuera; seguía siendo profesional, y esto iba más allá de lo personal. Levanté los papeles que sostenía y me acerqué al escritorio, poniendo los documentos frente a él.

—Estos registros, Alexei. Todo indica lavado de activos. Fraude fiscal. No puedo ser parte de esto, tengo que reportarlo.

Él no parecía sorprendido. De hecho, parecía casi aburrido mientras revisaba los papeles que le pasaba. Con un ligero gesto de su mano, me indicaba que podía continuar.

—Ya lo sé —dijo, casi sin interés. Luego, me miró a los ojos, su mirada fija en la mía, como si tratara de leerme—. Todo esto está hecho con mi conocimiento. Es parte del negocio. Y, por cierto, yo soy quien hace que las cosas funcionen aquí.

Mis manos temblaban. ¿Cómo podía decirlo con tanta tranquilidad?

—¿Estás diciendo que estás detrás de todo esto? —pregunté, tratando de mantener mi voz firme.

—Soy el presidente, ¿no? —respondió con desdén—. Nada ocurre en esta empresa sin que yo lo sepa. Tienes que entender que lo que ves aquí no es más que un juego de ajedrez, y yo siempre estoy varios movimientos adelante.

La incredulidad me invadió, pero también el enojo. No podía creer que el mismo hombre con quien estuve hace apenas unas horas en una situación completamente diferente ahora me estuviera hablando de crímenes como si fueran simples transacciones comerciales.

—Alexei, no puedo permitir que esto continúe. No lo haré. No estoy dispuesta a participar en nada ilegal.

Se levantó lentamente de su silla, y con pasos tranquilos, se acercó a mí. Su presencia llenaba la sala, haciéndome sentir pequeña e incómoda. Cuando estaba a solo unos pasos, se detuvo y me observó por unos segundos que se sintieron eternos.

—¿Y qué harás, entonces? ¿Ir a la policía? ¿Decirles que el presidente de Makarova Corp. con quien te acostaste hace un día, está lavando dinero? —se burló—. Sabes tan bien como yo que no puedes hacer eso.

El rubor me invadió. El recuerdo de nuestra pasión me golpeó con fuerza, y me sentí atrapada. No podía negar lo que pasó, pero tampoco podía permitir que me manipulase. Sin embargo, las palabras se me atascaron en la garganta.

—No tienes idea de con quién te estás metiendo, Alexei. Esto no es un juego. No haré nada ilegal por ti ni por nadie —le dije, con la mayor firmeza que pude reunir.

Él no se inmuta. Su expresión seguía siendo tranquila, casi divertida.

—Oh, querida. Ya estás en el juego. Solo que aún no lo has aceptado. A veces, lo que parece ser un error puede convertirse en una oportunidad... ¿verdad, Маленькая?

Mi interior se encendió. Sentí una mezcla de rabia y deseo que me desconcertaba. No podía permitir que ese apodo tuviera poder sobre mí, pero no podía evitar que sus palabras me afectaran.

—No lo soy, Alexei. No soy tu juguete —dije, intentando mantener el control.

De repente, la puerta de su oficina se abrió y lo que creo, su secretaria, con una expresión de desdén. Su mirada era como un rayo helado, y de inmediato me hizo sentir como si estuviera invadiendo un espacio prohibido.

—Señorita, el presidente está ocupado. No puede atender a nadie sin previa cita —interrumpió con un tono cortante.

Antes de que pudiera responder, Alexei se giró hacia ella con una sonrisa arrogante que parecía disfrutar de la situación.

—Oh, Irina, querida, siempre tan atenta. Pero esta es una cuestión que requiere un enfoque más personal. Deja que la señorita Ksyusha hable —dijo con un aire de autoridad.

La secretaria frunció el ceño, claramente molesta, pero el desdén en su mirada hacia mí no se desvaneció.

—Pero, señor Makarova, los informes de ayer aún no están listos —protestó, pero Alexei levantó la mano para silenciarla.

—Lo que es urgente ahora es la conversación con Ksyusha. Ahora, por favor —respondió con un tono firme, dejando claro que no había lugar para discusiones.

Irina me lanzó una mirada desafiante antes de cerrarle la puerta a Alexei, dejándonos a solas nuevamente. Mi corazón se aceleró, aunque me sentía atrapada. Tenía que continuar, pero no sabía cómo.

—Veo que tienes amigos leales en este lugar —dije, con un tono sarcástico mientras el silencio se llenaba de tensión.

—Leales hasta que se dan cuenta de que no hay nada en juego que no esté bajo mi control —respondió, acercándose un poco más, como si quisiera dejarme claro quién mandaba.

—No tienes idea de con quién te estás metiendo, Alexei. Esto no es un juego. No haré nada ilegal por ti ni por nadie —le dije, intentando mantener mi postura.

—Ksyusha, querida, creo que ya has hecho una elección. Y eso es algo que nunca olvidarás —dijo, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y interés.

De repente, me di media vuelta y salí de su oficina sin mirar atrás. La sensación de sus ojos en mi espalda me persiguió, pero una cosa estaba clara: no me dejaría arrastrar por él, ni por el poder que parecía tener sobre todos, ni por el recuerdo de lo que compartimos.

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