Hoy viene un maratón!!!
EMMANo puedo dormir. La cama, que usualmente me brinda algo de consuelo, ahora se siente como un enemigo. Mi vientre pesa demasiado, mis pies están hinchados y la espalda me duele cada vez que intento moverme.Se supone que el embarazo tiene momentos mágicos, pero estoy a semanas de dar a luz y lo único mágico que siento ahora es el cansancio absoluto. Me giro una vez más, buscando una posición cómoda, cuando siento la patada insistente de mi pequeña.—Está bien, cariño, ya entendí —susurro, colocando una mano sobre mi barriga. El movimiento se calma ligeramente, como si mi voz la reconfortara.El reloj marca las dos de la mañana, pero mis pensamientos no me dejan en paz. Melissa y mi hermano discutieron conmigo durante toda la cena. Ambos tienen opiniones encontradas sobre lo que debería hacer con respecto a Damian.Melissa cree que es momento de decirle la verdad. Según ella, el padre de mi hija tiene derecho a saber que existe. Mi hermano, en cambio, cree que no lo necesitamos y qu
EMMAHan pasado seis meses desde el día que mi vida cambió para siempre. La llegada de Luna, mi hija trajo luz a un mundo que había estado sumido en sombras y venganza.Ella ha sido la luz que ha guiado mi camino en medio del caos que es mi vida.Su risa, su olor a inocencia, han sido mi ancla en esta tormenta. Sin embargo, cada vez que miro sus ojos, esos oscuros e intensos que ha heredado de su padre, siento una punzada de culpa que no logro evitar.Damian no sabe de ella. No sabe que existe.Y esa es mi elección.Melissa no ha dejado de presionarme para que le diga la verdad, y eso ha tensado nuestra relación. Aún recuerdo nuestra última discusión, cuando con su habitual sinceridad, me enfrentó directamente.—Emma, ya basta. No se trata de ti, ni de lo que te hizo Damian. Se trata de ella, de tu hija. Tiene derecho a saber quién es su padre —dijo con frustración, señalando la cuna donde dormía mi pequeña.— ¿Y qué harías tú, Mel? ¿Le dirías a un hombre que destruyó tu confianza, que
DAMIÁNHan pasado casi un año desde que dejé este lugar. Mis ojos recorrren las calles de Chicago mientras bajo del auto para entrar al tribunal en donde finalmente los Williams van a pagar por lo que han hecho.Es increíble que después de todo no haya sido yo quién ayudó a Emma... quién hizo pagar a los malos. Emma... solo pensar en ella hace que todo mi mundo se ponga gris.Once meses desde que Emma murió, o al menos desde que me dijeron que había muerto. Once meses en los que cada día sentía como si estuviera caminando a ciegas, con las manos extendidas, buscando algo, alguien... ella.Y ahora estoy de regreso, porque los Williams están enfrentando la justicia. Porque Melissa está haciendo lo que yo debería haber hecho. Pero, sobre todo, porque algo no me deja quedarme lejos.Hay un vacío que no se llena, y aunque me obligué a alejarme para enfocarme en Inglaterra, nunca dejé de pensar en lo que dejé atrás.Mis pasos resuenan en el mármol del tribunal. Todo aquí huele a formalidad
EMMALa brisa fresca entra por la ventana abierta de la cabaña mientras camino de un lado a otro, con la mente a mil por hora. No puedo quedarme quieta. Mis pasos resuenan contra el suelo de madera, acompasados por el leve crujido que parece acompañar mis pensamientos caóticos que se resumen a una soa persona:Damian White. O debería decir mejor Damian Blackthorne.Sea como sea, Damian está de regreso. El simple hecho de pensar en él, de saber que está aquí, tan cerca, me hace sentir como si el aire me faltara.Creía que lo había superado. Creía que todos estos meses de estar lejos, de reconstruirme, habían sido suficientes para cerrar esa parte de mi vida y aprender a odiarlo, a odiar lo que me hizo. Pero no. En cuanto lo vi entrar en esa sala, con su presencia imponente y esos ojos que parecían perforarlo todo, el corazón se me aceleró como si hubiera vuelto al pasado y aunque sigo sintiendo rabia, debo admitir que hay mucho más dentro de mi que solo rencor.—Emma, tranquilízate.
DamianEl aire en Chicago tiene un peso distinto, como si cada bocanada que tomo se impregnara de memorias y silencios no resueltos. Camino por las calles con el cuello del abrigo levantado, el frío mordiendo mi piel a través del paño grueso. Las luces de los postes parpadean, reflejándose en los charcos que salpican el pavimento. Todo parece tan ordinario, y a la vez, tan cargado de significado. Cada esquina me recuerda que aquí fue donde la perdí, donde me dijeron que Emma había muerto. Y, sin embargo, una parte de mí no lo cree.Mis pasos resuenan contra el concreto mientras avanzo hacia el apartamento, ese que hace un año estuve compartiendo con Emma, y es que aunque Alex me recomendó buscar otro lugar no acepté.Quiero tener claro por qué estoy aquí y como pienso hallar a todos los responsables de su muerte.Sin embargo, mi mente no está aquí, no del todo. Desde que vi a esa mujer en la sala del juicio, no he podido dejar de pensar en ella. La manera en que giró, el destello de
EmmaLa brisa entra por la ventana rota de la cabaña, llevando consigo un escalofrío que me recorre hasta los huesos. Luna duerme tranquila en el corral improvisado, con su osito de peluche aferrado a sus pequeñas manos. La observo desde el sillón desvencijado mientras Samuel da vueltas por la habitación, su tensión palpable en cada movimiento brusco que hace.—Pulga, esto ya no es seguro. Tenemos que movernos —dice, su voz cargada de preocupación mientras junta unas pocas pertenencias en una mochila vieja.Sus palabras me perforan como una daga. Llevo meses construyendo este refugio, creyendo que estaba lo suficientemente lejos de cualquier amenaza. Pero el sobre que llegó esta mañana lo ha cambiado todo. Aún está sobre la mesa, con su contenido esparcido: fotos de Luna tomadas desde la distancia, en el jardín trasero de la cabaña. La nota que las acompaña sigue clavada en mi mente: “Siempre supimos dónde estabas.”Mis manos tiemblan cuando me inclino para recoger las fotos. Cada i
EmmaLa noche es oscura, casi sofocante. Solo las sombras de los árboles proyectadas por la tenue luz de la luna iluminan el camino hacia el exterior de la cabaña. La brisa fría acaricia mi rostro, pero no calma el temblor en mis manos. Estoy de pie frente a Beatriz, que ha llegado corriendo desde la habitación contigua, alarmada por mis gritos.—¿Qué pasa, señorita Emma? ¿Qué ha ocurrido? —pregunta, su rostro pálido y los ojos grandes y asustados clavados en mí.Luna empieza a llorar en mis brazos, como si sintiera la tensión que llena el aire. Se la tiendo con cuidado a Beatriz, mis dedos apretados alrededor de la manta que la envuelve.—Cuida de ella, por favor. Si no regreso en cinco minutos, llama a Melissa o a la policía. ¡Hazlo! —ordeno, mi voz firme aunque mi corazón late descontrolado.Beatriz me mira confundida, temblando.—Pero... ¿qué está pasando? ¡No entiendo nada!—No tengo tiempo de explicarlo —replico, girando sobre mis talones. Mi mirada se fija en el atizador de la
DamianMe observo en el espejo del baño mientras ajusto el nudo de mi corbata. Mi reflejo parece un eco distante del hombre que fui hace un año. El traje negro está perfectamente ajustado, pero mis ojos oscuros delatan el cansancio que llevo cargando desde que Emma "murió". Respiro profundamente, dejando que el aire me llene los pulmones, tratando de calmar la inquietud que me provoca esta reunión inesperada.Melissa. Nunca imaginé que me llamaría, mucho menos para pedirme que nos viéramos. Sus palabras fueron escuetas, casi frías: "Tenemos que hablar, es sobre Emma". No dió más detalles, pero eso fue suficiente para captar mi atención. Aun así, no puedo evitar sentirme escéptico. Melissa no es alguien que haga nada sin una razón. Está ocultando algo, y hoy pienso averiguar qué.—Por amor a Dios, Damian, no vayas a desviarte del plan. Nada de perseguir personas ni llamar a mujeres por el nombre de Emma —dice Alex desde la puerta del baño, su tono mezcla de exasperación y advertencia