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Victoria, tierra
Victoria, tierra
Por: Gregoria R. Márquez Díaz
Lejos de los recuerdos

            Al principio el paisaje se mostraba repetitivo, el mar a la derecha se alejaba cada vez más de mi vista, las montañas y la vegetación lo cubrían, mi mente se disputaba los recuerdos entre la ausencia de mamá y la falta de mi hermano y mi padre. Tuve ganas de llorar y lo hice resguardada en los brazos de la directora, ahora la distancia me obligaba a tenerla como aliada, quizás no era tan mala como yo pensaba de haberlo sido, mi madre no habría confiado en ella, suficiente para cambiar mis opiniones, mamá jamás me hubiese dejado en manos de alguien con malas intenciones.

            Sentí cuando el auto se detuvo y medio abrí los ojos, en frente quedó el rostro del chofer, por primera vez lo detallaba, tenía grandes ojos verdes, cejas pobladas y una nariz respingada, su boca no hacía juego con el rostro, era delgada, parecía una línea invisible en su rostro.

            -¿Vas a bajarte Nilvia? –Le preguntó él y yo aproveché para apartarme de ella y frotar mis ojos.

            -Bajemos María Victoria ¿ya comiste?-Negué con la cabeza.-entonces comamos algo los tres.

            -Yo comeré en el auto.-Anunció el chofer y volvió a su posición frente al volante.

            Nos habíamos detenido en un lugar que en el futuro vislumbraba una bomba de gasolina, había suficiente arena para hacer una orilla y un pequeño restaurante largo como el desierto al final.

            La directora y yo bajamos del auto sincronizadamente, yo la esperé de mi lado y caminamos lentamente hacia el largo restaurante. A esa hora los visitantes eran camioneros y algunos viajeros.

            -Su primo no gusta de compartir.-Le dije acercándonos a la entrada, ella caminaba con su usual elegancia, vestía con un conjunto de algodón azul claro y zapatos deportivos blancos.

            -¿Antonio? –se volteó y lo miró.-No, prefiere estar alejado de las conversaciones.

            -Seguramente no entiende porque usted está haciendo esto.           

            -¿Esto? Ah, te refieres a llevarte a la casa de Lucy, no, él no se inmiscuye en mis asuntos.

            -Yo pensé…como siempre está con usted.-ella abrió la puerta de vidrio y entramos en busca de una mesa, ella la ubicó frente al recibidor y nos sentamos. Yo volví a mirarla.-Su primo… ¿no tiene familia?

            -Sí, justamente aprovechará para verla.

            -Ah…

            -No es mi novio María Victoria.

            -¡Ah no! Yo no quise…

            -Es por si lo piensas, eres una de las pocas personas que ha llegado a tener tan bajos conceptos de mí.

            -No directora…

            -Y no me llames directora, mi nombre es Nilvia, y mi chofer o primo trabaja a mi lado porque hace un par de años comenzó a sufrir de una enfermedad por la que perdió a su esposa, ahora tal vez no entiendas eso pero en fin… ¿quedó claro?

            -Si.-Moví la cabeza de arriba abajo.

            -Bien ¿qué comemos?

            -Huevos revueltos con jamón por favor.-Me miró asombrada.-Mamá los preparaba deliciosos ¿puedo?

            -Claro querida.-sonrió.

            Cuando los vi frente a mí me sentí conmovida, desde la muerte de mamá no los comía y cuando los probé saboreé la sazón de ella. La directora comía un sándwich de jamón y queso con una taza de café con leche, mientras probamos bocados nada dijimos sólo saboreamos y nos miramos, tuve tiempo de observar sus ojos más que verdes algo amarillos, su cutis lozano y rosado donde la boca se dibujaba con hermosura, la pintura era de un tenue rosa y hacía lucir más carnosos sus labios delgados.

            -¿Quieres preguntar o decirme algo? –Me atajó ella de pronto, me miraba sin aquella inquisidora expresión que usaba en el colegio San José.

            -Bueno…sí.

            -¿Qué? –cruzó los brazos sobre la mesa y me miró atenta.

            -¿Por qué cree que mamá la escogió para este viaje? Siempre tuvimos a los Caster como si fuesen nuestros abuelos, la señora Manrique, otros vecinos como muy buenos amigos.

            -Imagino que hubieses preferido a otro en mi lugar.

            -A nadie con tal de quedarme en casa.

            -¿A dónde crees que te habría llevado el doctor Caster o la señora Manrique? –se reclinó en el asiento muy segura de que me tenía en sus manos.

            -¿Por qué a Barcelona?

            -No es nada difícil de entender que tu madre no planeó lo que le sucedió María Victoria.-Respondió mirando a través de la ventana.-descuidamos la salud o simplemente un designio nos arrebata a lo que más amamos, en este caso tu madre se vio obligada a desprenderse de ustedes, no se entregó, luchó, pero al final su cuerpo venció.-Me miró a mi.- ¿Por qué yo? No sé, pero le prometí que ye sacaría de San José, que evitaría que la familia de tu padre cambiara tu futuro.

            -¿Y a donde voy…seré feliz? –Ahora me entregaba a cualquiera que hubiese sido las razones de mamá para enviarme lejos de casa, del hombre que le hizo, los abuelos…

            -Eso espero, es una casa grande, Lucy está recién llegada de su luna de miel, su esposo es un joven recién recibido de médico, casi no estará ahí, no notarán tu presencia por lo que te sentirás algo sola, sin embargo, tu padre y Emanuel irán cada semana y los  estudios distraerán tu atención la mayoría del  tiempo.-Tomó una servilleta y la dobló en varias partes.-No te garantizo que no harás nada para ganarte la estadía, hasta donde sé, el padre de Lucy, que es mi ex cuñado, le regaló esa casa por su boda y Lucy se ha encargado de…digamos equiparla con todo.

            -Tal vez sea como la casa de los abuelos, mamá decía que Las Dalias es una casa de ensueños.

            -Sí, seguramente es así.-soltó la servilleta.-adentro estarán Mira y su sobrino, quizás dos chicas más y tú que ayudarás en algo.

            -No me importaría.

            -Eso me alegra.-Sonrió.-Ahora debemos irnos, Eliécer debe estar aguardando ya en el colegio.

            -¿Iremos directo al colegio?

            -Será lo mejor, así no perderás tiempo y en dos días podrás comenzar.-Otra vez miró por la ventana.-es un lindo día, vamos.-Me miró y volvió a sonreír, esta vez sus ojos brillaban no supe entender porque.

            -Diréc…Nilvia...

            -Dime María Victoria.

            -Usted está muy interesada en papá ¿verdad?

            -Nunca me lo he preguntado.

            -¿Y ahora…ahora que está solo?

            -Nunca me lo he preguntado María Victoria, ya te lo dije.  Además tu padre ha tenido a su lado a una mujer maravillosa durante años, tan sólo sería su paño de lágrimas.

            -Si.-Me levanté al mismo tiempo que ella.-Sólo su paño de lágrimas.-La seguí.

            A medida que nos acercábamos al auto y podía yo sentir sobre mi piel el divino baño del sol, el cielo totalmente despejado de nubes me preguntaba que estarían haciendo Emanuel y papá ¿pensarían en mí? ¿Sentirían como yo, esta terrible ansiedad?

            Antonio, el primo chofer, estaba sentado frente al volante, era un tipo realmente extraño ¿comería? Porque no lo había visto entrar.

            -Ah, María Victoria.-me atajó ella con buen tono.-No te dije que al colegio al que irás, el cual es propiedad de mi ex esposo, Eliécer González, quien también es el director.

            -Vaya, ambos educadores que bien.-dije.

            -A simple vista, bueno, no viene al caso lo que seamos Eliécer y yo.

            -¿Todavía es su esposo? No, dicen que no

            -No María Victoria, no es mi esposo, pero seguimos siendo amigos.

            -Mamá decía que cuando una pareja tenía hijos y se separaba lo mejor es quedar como amigos.

            -Sí, es cierto.-Respondió secamente llegando al auto, tomo la manilla y abrió.-Pero Eliecer y yo no tuvimos hijos. Sube.-La miré apenada, otra vez mi lengua me traicionaba. Me interné en el interior del auto y ella cerró, había un aroma a canela fresca y enseguida que la directora arribó al auto, su chofer volteó y alargó una bolsa.

            -Te aseguro Nilvia que no has comido mejor que yo.-Dijo y aunque sonreía estaba serio.

            -¿Qué tienes ahí Antonio?

            Tomó la bolsa y empezó a abrirla

            -¿Qué huele tan bien?

            -Es bienmesabe.-La directora lo sacó y en efecto, en un envase plástico, el dulce aroma de la canela sobre la torta nos invadió, como un polvo de hadas.

            -Vaya María Victoria tienes buen olfato.

            -Acostumbraba ayudar a mamá a prepararlo.

            Guardamos silencio, Antonio volvió a su lugar frente al volante y poco tiempo después carraspeó su garganta.

            -Lo he comprado para los tres.

            -Gracias Antonio, aquí hay un cuchillo.-Lo sacó de la misma bolsa.- ¿Me ayuda María Victoria?

            -Si.-tomé el cuchillo y en cuanto hubo abierto el plástico lo corté en tres pedazos iguales. Luego tomé un pedazo de la bolsa de papel y coloqué uno.-Aquí tiene señor Antonio.

            -Gracias, y llámame Antonio.

            -Antonio.-Repetí, luego saqué el mío y lo coloqué sobre otro pedazo de bolsa.-Ese es el suyo, están todos iguales.

            -Ya veo, probemos entonces.

            Creo que lo hicimos los tres al mismo tiempo cerramos los ojos para disfrutarlo mejor.

            -¡Magnífico bienmesabe! –Exclamó Antonio.

            -¡Exquisito Antonio, debiste comprar más!

            -¡Tal y como el de mamá!

            Dije yo y volvieron a callar.

            -De ahora en adelante le harás honor a la virtudes de tu madre María Victoria, come anda y vamos Antonio, ya sabes cómo es Eliecer.

            -Si.- Pasó el dulce a su mano izquierda y con la derecha encendió el auto.-En una hora estamos allá.

            Nos pusimos en marcha y continuamos saboreando aquel manjar de los dioses.

            -Lo que quería decirte María Victoria, era que al colegio al que irás, estará también Gloria.

            -¿Gloria? ¡Gloria! –Grité de emoción.

            -Sí, tu amiga Gloria de San José, hace días he venido y hablé con ella, a pesar de que está contenta porque va a verte y sintió lo sucedido a tu madre, ella…ella no quiere, o digamos que preferiría que no dijeras que vienes de San José, di que son amigas de la misma ciudad.

            -¿Por qué siente vergüenza? ¿Acaso es un colegio tan importante?

            Antonio rió desde su asiento.

            -Digamos que algo así, bueno, sólo quería que supieras lo que Gloria piensa, tal vez hoy la veas.

            -Gracias.-Me miré de arriba a abajo, venía vestida con un vestido charlestones a las rodillas y zapatos patentes ¿gustaría en aquel lugar?

           

           

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