En el comedor estaban todos menos Samuel, Raquel se volvió a mirarme cuando entré y esbozó una sonrisa burlona, Mira por el contrario se acercó a mí y me tomó por las manos acercándome a la mesa donde comía Gary.
-Buenos día mi amor.-Me dijo.-Fui a buscarte y el señor Aníbal me dijo que hablabas pro teléfono…
-En tan poco tiempo y tantas llamadas, debería ser recepcionista.-Opinó Raquel mientras guardaba frutas en la nevera, frutas con la que hacía el desayuno de su señora.
-Estas bien ya ¿verdad? –Continuó Mira haciéndome un gesto de no te ocupes de ella, yo asentí c
Contaba los días, uno a uno, las horas para que llegase pronto la navidad, durante mis recorridos a la escuela en compañía de Gary todo lo que hacía era hablarle de lo bien que la pasaría una vez que llegará allá. De cómo pasaría horas recorriendo las cosas más hermosas de mi madre, su habitación, su cocina, cada cosa que aún tuviera su perfume. Prometí que jugaría incansablemente con Emanuel y que nadie me detendría a la hora de cocinarle las cosas más exquisitas a papá. Gary reía de mi elocuencia y me miraba fijamente a la hora de despedirse de mí. -Deja de soñar adentro.- Me decía cuando me abandonaba en la entrada del colegio.- Necesitas estar despierta. Yo reía y él también, partía con una g
Mamá decía siempre que el miedo nos hace reaccionar de diversas maneras, pero que siempre en mitad del miedo era que desarrollábamos una defensiva efectiva que si sabíamos emplearla nos daría muy buenos resultados. Al principio, Emanuel convulsionaba de manera totalmente ruda, quedaba inconsciente y sin recordar cómo había pasado todo, mamá lo mecía en sus brazos y lo besaba mientras papá y yo auxiliábamos en lo que podíamos, frecuentemente se hacía pipi y en dos ocasiones si no es por mamá se muerde la lengua. Mamá fue preparándolo entonces, llevada por los consejos del doctor Caster para la convulsión que pudiera venir. Emanuel tenía tanto miedo, cuando tenía cinco años, de caer en el recreo y permanecía en el salón. Pero mamá utilizó su miedo a su favor, le dijo que si continuaba q
Diego me miraba incrédulo, di gracias a Dios porque los minutos se extendieran y ningún timbre viniera a interrumpir nuestra conversación.-María ¿qué te ocurre?-Quiero que veas esto.-Volví abrir mi bolso y saqué la carterita ¿Otra vez la foto? Pensaría él, esta vez saqué la foto de papá y la mantuve entre mis manos.-Después de ver esta fotografía vas a sentirte más confundido, pregúntame lo que quieras que yo responderé.-Me miraba como si yo fuera una loca diciendo tonterías, entonces le extendí la foto. Antes de mirarla me miró a mí por unos segundos, quizás diez segundos, ¿qué buscaría? Diego era un muchacho muy inteligente, nada ingenuo, intuitivo, y si como pensara yo era mi hermano mayor, pues no podía decepcionarme, antes de mirar la fotografía buscó en m&
Son difíciles las despedidas, pero esta era tan deseada para mí que no pude compartir con mis amigos de la casa su tristeza. Cuando el auto del doctor Caster, conducido por papá tocó la bocina en el portón de la casa me sentí muy aliviada. Acababan de dar las tres de la tarde y yo terminaba de guardar un par de zapatos y el cepillo dental en un bolsillo que se hallaba en la parte superior del morral. Gary me ayudó con algunas cosas hasta el auto y ahí me abrazó y me deseo suerte. -Suerte a ti también, que pases una feliz navidad y que prosperes en grande en este nuevo año. Mira me dijo adiós con lágrimas en los ojos, pero sus lágrimas
Creo que papá no pestañeaba, creo que se le secó la boca, dentro y fuera porque no podía cerrarla. Mamá me enseñó muchas cosas pero no me enseñó a conducir y me preguntaba si estaba bien que papá lo hiciera en esas condiciones. -Dices que papá…tu abuelo también sabe que saben tu y Diego. -No sé hasta dónde sabe, pero sé que algo sabe. Me hubiese gustado que el viaje fuese más placentero pero no pude evitar que el teme de conversación fuese que no debí hablarle a Diego de nuestra existencia. Yo hubiese querido hablar de mamá, de cómo me emocionaba regresar a cada, de los regalos de navida
¿Cuántos años tenía el doctor Caster? ¿50? ¿60? No, eran muchos, y él era ágil, muy ágil. -Abre la boca.-Me ordenó con una paleta en la mano derecha, yo aproveché y lo miré, era apuesto, arrugas alrededor de los ojos que casi no se notaban cuando como ahora, usaba los lentes.-Te has cepillado bien. -Si. -Ya veo. Tu garganta está bien.-Tocó mi cuello, vio mis oídos, mis ojos, bajo mis brazos, mis pies, mis rodillas, mi espalda.- ¿Y cómo te fue los días del desarrollo? -Mal&n
La navidad es pues felicidad, celebración, papá nos compró ropa nueva a Emanuel y a mi, muy temprano lloramos los tres abrazados añorando a mamá, luego decidí ser fuerte como ella lo había sido y sacudí la cabeza, despejé la tristeza y me dispuse a arreglar la casa, las más bellas flores adornaron nuestra estancia y la cocina estaba impecable. El doctor Caster y la señora Leticia fueron lso primeros en llegar con varios regalos, luego llegó Nilvia muy feliz y hermosa, un vestido de seda negro se ceñía a su cuerpo y por primera vez noté como los ojos de papá detallaban su espalda y sus glúteos, llevaba el cabello suelto, no muy largo y un gancho brillaba a un lado. -Por favor coloca mis regalos en el árbol.&nbs
Llegando la hora de regresar, mucho antes, volví y toqué las flores de mamá, la señora Manrique las mantenía muy bonitas, había tenido que esforzarse un poco entre las de ella y las de mi madre, eso si, las palmas que ella conservara tan bien adentro de la casa no eran las mismas. -Oye María,-Me dijo acercándose la señora Leticia.-la hemos pasado muy bien ¿no es así? -Si, si, gracias señora Leticia, cuide mucho a Emanuel. -Desde hace días he querido entregarte algo.-Miró alrededor, todos estaban lejos, papá y el abuelo veían algo en el auto del doctor Caster y Emanuel jugueteaba con Diego.