Mis propios quejidos me despertaron. Abrí y cerré los ojos asustada porque frente a mí los verdes ojos del señor me detallaban.
-Hola.-Dijo suavemente, apreté los puños y abrí los labios mordiendo mis labios, él ahí, a mi lado, con una sonrisa amplia, el cabello desordenado cayendo a los lados y su aroma impregnando mi habitación, ¿mi habitación?
-¿Cómo llegué aquí?
Mira apareció detrás de él.
-El señor te trajo aquí hija, ¿cómo te sientes? ¿Te duele aún?