Amelia recogía los platos vacíos de la última mesa que recibió comensales por la jornada dominical. Colocó los platos uno encima de otro y todos los vasos a su alrededor. Llegó a la cocina esforzándose por mantener el equilibrio, era una hazaña que pocos se atreverían a lograr, sin embargo los años de experiencia ya la tenían entrenada para tal acrobacia. Dejó los platos en la fregadero, recostó su espalda en la pared e inicio una conversación con su compañera.
-¿A dónde irán de luna de miel?
-No lo he hablado con Harry.- Respondió Dina sin apartar la mirada de su labor.
-¿Para dónde te gustaría ir?...Y no me digas que el lugar es lo de menos, si tienes buena compañía.- Dina rió al oír el comentario, pues su compañera adivinó la respuesta. Miró a Amelia con su radiante sonrisa y refutó.
-Es la verdad, preferiría estar en mi casa encerrada con Harry a estar en las islas Maldivas con mi adversario.
-Va a ser un viaje único, a Harry lo tendrás siempre.-
- Tal vez no. Quizás el avión colisiona y yo soy la única sobreviviente.- Respondió la prometida.
-Es tu luna de miel. No iras al atlántico para contar pingüinos.- La ironía en las palabras sólo aumento las risas de Dina. No sería una idea absurda para Harry quien era animalista de corazón.
-Si llegara a morir pronto, me gustaría hacerlo a lado de Harry. Con él soy feliz, ya sea en las islas canarias bronceándome o en un iglú marcando pingüinos…- Un comentario que dejó sin palabras a Amelia, y aunque buscó como arremeter, pronto desistió y cedió la victoria a Dina diciendo.
-Me gustaría estar así de enamorada por alguien.-
(…)
La chica caminaba diez pasos a su derecha y diez pasos a su izquierda. Daba suspiros que dejaban saber su hastío. Sentía que estaba allí, esperando por días. Su andar infructífero dio pausa cuando a lo lejos reconoció a dos mujeres, aunque ellas dos estaban todavía a una distancia considerable y la calle estaba arrebatada de personas, la pelirroja dijo.
- ¡Finalmente! Llegué a creer que me dejarían abandonada.-
Tanto Dina como Amelia sintieron vergüenza ante los curiosos que voltearon a verlas. Ellas, contrarias a su compañera, esperaron estar frente a ella para excusarse.
-El tráfico estaba insoportable.-
-¿Estás preparada?- Dijo Wendy sujetando de los hombros a Dina.- Va a ser una tarde de prueba. Tal vez te canses, tal vez te estreses, pero debes estar segura de la elección final. No te puedes dejar llevar por…- El discurso se interrumpió cuando Amelia dijo.
-Sólo son vestidos…-
-No es un vestido más que va sumar en el armario. Es un vestido que lucirás en un día único que prevalecerá en la memoria de todos tus seres queridos. Debe ser la elección perfecta.-
-Es un vestido que se empolvará encerrado en una caja…- Repuso Amelia.
- ¡Ya basta!, Va a ser un vestido único que prevalecerá en recuerdos y luego se empolvará en una caja…- Dina resolvió en darle la razón a las dos y evitó un conflicto leve, pero estresante.- Entremos…- Finalizó, cediéndole el paso con un ademán de mano.
Las horas transcurrían sin prisa. Las tres mujeres pasaban una tarde grata entre amigas y copas de champaña, mientras la novia desfilaba una y otra vez con diferentes vestidos. Las madrinas principales daban su opinión. Del probador salió, una vez más, Dina luciendo un engalanador vestido, en su totalidad blanco merengue, ajustado al torso y con un frunce a partir del talle, después del cual seguía una falda amplia y armada. Tenía un escote cerrado y conservador, mangas largas y carecía de adornos.
-¡Esta hermoso!- Contempló Wendy, el ensimismamiento mágico que le produjo el vestido fue diseminada por su acompañante quien dijo:
- Hermoso, igual al de mi abuela cuando renovó sus votos.- El sarcasmo hizo reír a Dina y a la dependienta que ayudaba a la novia.
-¿Por qué una mujer sin sentimientos y escéptica al amor es tu madrina?- Reprochó la pelirroja señalando a Amelia. Dina volvió al probador y las ignoró, no era la primera vez que discutían, para muchos sería difícil de creer la amistad entre dos mujeres tan opuestas. Doce minutos tardó en colocarse el nuevo vestido y ellas seguían discutiendo. Al salir se examinó en el espejo y quedó cautivada. Un vestido sin talle definido, ajustado al torso, con una falda suelta que se aparta de la cintura hacia abajo, con detalles sutiles en azul cielo. Miró a sus madrinas y llamo su atención.
-¡Chicas, chicas!- Al segundo llamado ellas respondieron y Dina les dejó saber la fascinación por tal hermoso pedazo de tela.- Lo encontré, es perfecto para mí. ¿Qué opinan?-
-Bello, precioso, maravilloso…Me encanta.- Hizo saber Wendy quien se puso de pie para alagar la prenda. Miró a la escéptica y le preguntó.- ¿Qué defecto le ves?- Amelia también se acercó, camino a la novia y comenzó a examinarla.
-Sobrio, pulcro, revela sólo lo necesario…- Sonrió y dio su opinión final.- Esta hermoso.
-¡Chicas tengo vestido!- Dijo Dina eufórica y luego de dar unos saltos de alegría, se miró en el espejo y dijo.- Esto es lo que voy a vestir el quince de Agosto.
Los enamorados caminaban despreocupados, presumiendo su amor a los demás transeúntes, él rodeaba la cintura de su amada y ella guardaba su mano en el bolsillo trasero de los jeans de su prometido. Disfrutaban un año más de relación, como si fuesen creados el uno para el otro. Ninguno veía placer en cosas materiales. Se regocijaban más en un paseo romántico, combatiendo las altas temperaturas con un helado, mientras recorrían las joyerías de la ciudad en busca de las alianzas que sellarían su amor para la eternidad.-¿Tienes alguna idea del modelo de la sortija que te gustaría lucir?- Preguntó Harry.-Una que combine con la tuya.- Respondió ella concediéndole un beso en la mejilla.- ¿Tú cómo imaginas tu sortija? Él sonrió ante la pregunta, lo cual hizo pensar a Dina quien repuso.- ¿Qué?-Bueno, yo
Bajaba las escaleras una por una, sin mucho afán. Rectificó que llevase la tarjeta de crédito, las llaves de la casa y colocó la alarma de la casa, abrió la puerta de su domicilio y allí estaba su cuñado y su mejor amigo recostados en el chevrolett de brazos cruzados y con gafas negras, conservando una actitud misteriosa.-Vaya, que puntuales son…- Alagó sorprendido Harry.-Todo lo contario a ti.- Divulgó Axel.- Quedamos en vernos a las nueve en la boutique.- Harry se apresuró a ver la hora en su reloj de mano y dijo:-Son las nueve y diez.- Axel y Dario se carcajearon sarcásticamente y el segundo reprochó.-No tienes ni idea de lo largo que es la elección del traje.--Pero para eso estamos nosotros, expertos en el tema.- Apoyo su cuñado.Los padrinos no dijeron nada más y se subieron en el auto, y Harry siguió sus pasos, so
Harry observaba las flores de una de las amplias mesas de la floristería. Opinaba para sí mismo sobre todas las flores. Se detuvo al ver peonías en rosado y blanco, esas eran las flores favoritas de su prometida, por ende esas serían las protagonistas del salón el quince de Agosto. No sabía qué color le gustaría a ella, así que apeló a pedir su opinión. La llamaría para que ella se acercara a donde él estaba, pero el establecimiento estaba atiborrado de personas, decir su nombre a voz alta llamaría la atención de más de un cliente. Resolvió en ser él quien fuese hacia donde ella estaba.-Amor…- Dijo, despojándola de su letargo. La notó ida y no dudo en preguntar. - ¿Estás bien?--Sí, me distraje viendo esas flores.- Se excusó, señalándole el mencionado ramo.-¿Las calas
Harry vertía el café en una taza y juntaba las tostadas de pan junto a unas rebanadas de queso que previamente había servido en un plato. Se sentó en el comedor. Su vista indagaba en la computadora. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro al comprobar que su recepción de hotel en Río de Janeiro se había logrado con éxito, lo último en certificar para que la ceremonia nupcial se llevara en tranquilidad. Se aseguró de tener todos los proveedores que formarían parte del evento. Se apresuró en responder el teléfono apenas oyó el tono de llamada. Hacía cinco días que no veía a su futura esposa por petición de ella quien creía era supersticiosa en ese tema, así que en estos momentos el oír su voz era lo más reconfort
La tristeza que Harry sentía era visible. Su mente se abatía cada vez que recordaba lo que estaba por hacer. Caminaba de un lugar a otro buscando tranquilidad en cada paso. Organizó con sigilo cada ramo de peonías. Comprobó que cada vela estuviera encendida, por último se cercioró de tener el ramo de calas. No era fácil preparar los arreglos fúnebres de Dina, quien falleció en un accidente vehicular dos días antes de su matrimonio. Miraba el lugar de todos los ángulo, y era inevitable el no recordar cuando entraron juntos para preguntar el alquiler.Se paró frente a la foto de amplias dimensiones de la fallecida y se reflejo en ella. Se vio a sí mismo vistiendo un traje levita azul rey y recordó lo que él dijo aquel día, al igual que distinguió su corbata tonalidad azul cielo y lloró al recordar los detalles del vestido que tanto quiso ver, y lo
La emoción que Harry sentía era casi palpable. Su ritmo cardíaco se aceleraba cada vez que recordaba lo que estaba por hacer. Corría de un lugar a otro procurando que cada rincón del salón estuviera perfecto. Organizó con sigilo cada ramo de peonías, comprobó que cada globo tuviera el aire necesario para no desacordar con los demás, por último se cercioró de tener el estuche con el anillo. No era fácil preparar los arreglos para pedirle matrimonio a Dina, con quien cumpliría siete años de noviazgo. Después de mirar el lugar de todos los ángulos posibles, dio por terminada su tarea tan ardua y gratificante.(…)Axel se ofreció en buscar a su hermana. Sus ojos sólo se desviaban del camino cuando inevitablemente miraba por el retrovisor a su hermana. Su rostro esbozaba una sonrisa involuntaria cada vez que suponía lo que iba a
El caminar de Dina era presuroso. Sentía las calles largas, y mirar la hora cada tres minutos las hacían aún más largas. Estaba estresada, pues apreciaba las oportunidades en la que el horario de Harry y el de ella coincidían para comer juntos, por lo que cada minuto de retraso implicaban minutos de retraso y ella ya llevaba diez. Al fin llegó a la calle donde quedaba el restaurante, del otro lado de la cera podía verlo. A pasos de cruzar el viaducto, el semáforo se torno rojo, y la muchedumbre que iba delante de Dina se detuvo. El trayecto desde su trabajo hasta allí le había parecido interminable, pero no era comparable a ese momento. Veía pasar auto tras auto, era una caravana interminable. Parecía que el semáforo no iba a ceder el paso a los peatones. Su mente viajaba en temas cualquieras, tratando de aminorar la espera y relajarse, cuando sintió estar al borde d