— Sáquenla de aquí ¡Yaaa!Freya gritaba y se sacudía con fuerza, el cuerpo de Axel yacía en el suelo sin movimiento y posiblemente sin vida. Incluso para varios hombres le era difícil controlarla, en medio del caos y del ruido no se percataron como a las afueras del lugar abandonado se agrupaba un buen numero de hombres completamente uniformados y armados hasta los huesos. Desde el momento en que Freya desapareció misteriosamente entre la finalización del evento y el hecho de que debía de llegar a la mansión de los Tremblay una hora después y nunca llegó, tanto Pandora como todos los Tremblay se involucraron y empezaron a mover cielo y tierra entre sus contactos para localizarla.Que cómo se llevó Salvador Sorní a Freya, tampoco lo supieron, las cámaras de seguridad habían sido manipuladas, no solo en el lugar, también varias manzanas a la redonda del evento. Ninguno pegó el ojo en toda la noche esperando alguna pista del paradero de ella o de Salvador y quedaron peor cuando les inf
Cuando Salvador Sorní escuchó el fuerte estruendo proviniendo de varias partes del lugar entendió que había caído, estaba rodeado así que tiró su arma al suelo y se escabulló cual rata por la alcantarilla. Su ultima orden había sido asesinar a la mujer que le había costado su trabajo en “Harper y asociados” la doble vida que llevaba y la humillación. Uno de sus hombres tomó el arma del suelo, estiró su brazo con dirección a Freya que había saltado con un ultimo esfuerzo de los brazos de aquellos hombres y había corrido con torpeza en busca del cuerpo de Axel, pero lo ultimo que pudo ver fue como lo sacaban en una camilla tan rápido como las piernas de aquellos hombres les permitía. La explosión de la pólvora se escuchó y Freya no pudo sentir nada, nada más que caer de rodillas frente a todo un pelotón de hombres que levantaban sus armas y disparaban casi al instante con dirección al hombre que acaba de disparar. Los cinco disparos que recibió le quitó la vida casi de inmediato, su
La ruleta giraba y Axel se sentía de suerte en ese momento, le había apostado a un solo número, el licor ya se le estaba empezando a subir a la cabeza y se obligaba a olvidarse de la desdicha de su corazón. — Veintidós negro … — anunció el joven que llevaba la mesa de la ruleta en ese casino. Axel golpeó la mesa, maldiciendo por lo bajo, había apostado cinco mil dólares al Veintitrés rojo, en algún momento su suerte se había acabado o tal vez se había ido junto con Kate su prometida. Tomo el teléfono e insistió en por veinteava vez en esa noche. Volvió a maldecir cuando lo envió directo a buzón de mensajes. — Creo que deberías darle tiempo, ella se comunicará contigo cuando pueda — insistió Andrew, que estaba tomando a la par de Axel, pero por alguna razón no estaba
— ¡Ah!— ¿¡Pe -pero qui - quién demonios eres!? — balbucea Axel, saltando de la cama mientras ella hace lo mismo. — ¡Eso mismo quiero saber yo! — le grita la joven, mientras intenta envolverse en las sábanas blancas, tanto ella como él se encuentran completamente desnudos — ¿Qué haces en mi habitación? ¿Cómo entraste? ¿¡Qué haces en mi cama!? Axel se manda las manos a la cabeza tratando de controlar las punzadas de la resaca, segundos antes estaban abrazados, abrieron los ojos al tiempo, sonrientes, satisfechos por la noche que pasaron. Lo primero que vio ella fueron esos ojos azules como el mar más claro y lo primero que vio él fueron esos ojos castaños ¿O serán caramelo? Se preguntó. Para luego caer en cuenta que ninguno de los dos se conocía. Y gritar de a impres
— ¡Freya! A mi oficina ¡Ya!Ese grito se había vuelto el pan de cada día desde que dejó Toronto y llegó a Vancouver por esa propuesta de trabajo y de no ser por su orgullo, por ser un buen salario y porque realmente lo necesitaban sus padres hubiese renunciado ya hace tiempo. Además, se suponía que ella había cambiado de ciudad con la posibilidad de triunfar, ahora todo se le estaba complicando. — Ya tengo los reportes que solicitó, señor — llegó jadeando Freya después de correr por todo el pasillo detrás del supervisor de área. — Ya no los necesito — tomó las carpetas de las manos de Freya y las lanzó a la caneca de la basura. Su supervisor se había dedicado a hacerle la vida imposible desde que entró, la noche anterior Freya la había pasado en vela para tener listos los
— Señor… — susana golpeó la puerta con sigilo, sabía que Axel no le gustaba que lo interrumpieran, pero la joven afuera había insistido en verlo — La señorita Freya Baker insiste en verlo — anunció con temor, el humor del señor Tremblay cada día era peor. — ¿Freya? — frunció el ceño, su corazón dio un brinco y en su mente se prendió una alarma, no reconocía ese nombre, sin embargo, en el fondo, en lo más oscuro de su ser algo le gritaba que sí lo conocía y solo pudo recordar aquellos ojos caramelo de hace unos meses atrás. — Dile que siga.Instintivamente Axel se pasó la mano por el cabello, se alisó su corbata y se levantó para apuntarse el botón de su abrigo. Aguantó su respiración cuando vio la puerta abrirse despacio ante él. Era ella,
El timbre insistente hizo que Freya se despertara, miró su reloj, se había quedado dormida, últimamente se sentía agotada todo el tiempo. Se levantó de un solo brinco y corrió hasta la puerta. — ¡Axel! ¿Qué-qué haces aquí? — sacudió su cabeza, confundida — Digo, no te esperaba tan pronto — en realidad no lo esperaba, una vez salió de su edificio, sintió que no volvería a ver a ese hombre, pero allí estaba, con un gesto de contracción en su rostro. — Debo ser sincero contigo — dio dos pasos dentro del lugar sin permiso y lo observó meticulosamente, no era gran cosa, un lugar pequeño, poco acogedor, económico, sobre todo — Estoy comprometido, me voy a casar. — ¡Oh! — atinó a decir a duras penas Freya, su corazón se arrugó por alguna
— ¡Axel! ¿Qué diablos haces aquí? ¿Estás ebrio? ¿Qué sucede contigo? — lo tomó de su brazo y lo guío como pudo dentro de su departamento. Axel terminó desparramado en el sofá, pidiendo un trago más — Sssolo unoo y-y me iré ¡Hip! — ¿Qué carajos, Axel? — farfulló Andrew, corrió hasta su cocina para preparar un café expreso, cargado, solo eso le devolvería la razón a su amigo, o terminaría en el baño devolviendo hasta su dignidad. — Toma, toma. Bébelo todo.— ¡Agh!— Bébelo — lo obligo a pasar ese trago amargo de cafeína pura y esperó, a su lado, preocupado de que ese hombre no alcanzara a llegar hasta su baño y terminara arruinando su costoso tapete.— ¡M