La ruleta giraba y Axel se sentía de suerte en ese momento, le había apostado a un solo número, el licor ya se le estaba empezando a subir a la cabeza y se obligaba a olvidarse de la desdicha de su corazón.
— Veintidós negro … — anunció el joven que llevaba la mesa de la ruleta en ese casino.Axel golpeó la mesa, maldiciendo por lo bajo, había apostado cinco mil dólares al Veintitrés rojo, en algún momento su suerte se había acabado o tal vez se había ido junto con Kate su prometida. Tomo el teléfono e insistió en por veinteava vez en esa noche. Volvió a maldecir cuando lo envió directo a buzón de mensajes.— Creo que deberías darle tiempo, ella se comunicará contigo cuando pueda — insistió Andrew, que estaba tomando a la par de Axel, pero por alguna razón no estaba tan ebrio como él.— Es que sigo sin creer… ¿Cómo es que se va para New York sin decirme nada? Después de que me prometió que no iría y que se dedicaría este año a estar conmigo. ¡Ya tengo todo listo! los tiquetes, los lugares que vamos a visitar en la luna de miel… Todo ¡Todo m*****a sea! Hasta la m*****a ceremonia de la boda tal cual como ella me pidió. ¡A lo grande!— ¿No crees que es tiempo de ver a otra persona?— No, Andrew. Ella es la mujer de mi vida, llevo con ella diez años, diez malditos años que para ella parece no valer nada.— Ya le has propuesto matrimonio tres veces, con esta cuatro. No crees que es una señal clara.— No, no, no. Ella solo quiere triunfar mientras puede, sabes que después de los treinta la mayoría de los bailarines se retiran, ella solo está aprovechando los últimos días antes de dejarlo de manera definitiva, no quiero que se sienta frustrada, no quiero arrebatarle sus sueños. Este año cumple treinta y tres tal vez solo deba esperar estos meses no más.— ¿Acaso no puede hacer como todos, convertirse en coreógrafa o dictar clases? — suspiró contrariado — ¿Entonces por qué estás tan molesto?— No lo sé, Andrew. Pudo haberme dicho que no, y que le diera más tiempo y en cambio dijo que sí y escapó. Ni siquiera dejó una m*****a nota — contestó Axel, ignorando la primera pregunta y tampoco sabía que responder a ella.— Y tus padres ¿Cómo lo tomaron?— ¡Mierda! Mis padres — se quejó Axel — No les he dicho y tampoco les pienso decir. Tu sabes todo lo que llevan insistiendo en que forme una familia como mis hermanos, que les de muchos nietos — rodó Axel los ojos. Se había sumergido tanto tiempo en hacer crecer la compañía de su familia, que su verdadero hijo era ese. — Kate ni siquiera quiere tener hijos, teme que arruine su figura.Andrew abrió los ojos de par en par — Bueno, siempre pueden adoptar — insinuó encogiéndose de hombros, aquellas palabras terminaron con Axel dejando caer su cabeza encima de la mesa. Cansado, agotado por todo lo que estaba viviendo, sin saber todo lo que vendría de ahora en adelante.Andrew suspiró, agotado. No era la primera vez que tenía que soportar su despecho, las otras tres veces en que Kate le había dicho que no a su propuesta de matrimonio había terminado más o menos de la misma manera. Solo que esta vez concordaba con él. Ella no debió irse así, al menos una llamada o mensaje de explicación y si aún no estaba lista, debió decir que no y él seguramente estaría preparando su próxima propuesta, para el próximo año como todos los años anteriores. Solo que había algo raro, algo diferente esta vez, algo que no le estaba contando su amigo. Lo presentía.— Anda, apuesta, no seas amargada. Estamos aquí por ti.— Sabes que no me gustan los juegos de azar. No me gusta tentar a la suerte — instó Freya a su amiga, ese no era su concepto de diversión. Mientras entraba al casino a empujones.— Lo peor que puede pasar es que pierdas — insistió Eli.— Y perdería cincuenta dólares.— Son solo cincuenta dólares, o ganar mucho más que eso está noche. Qué tal tu destino se defina en esa ruleta — señaló la joven, pero lo que en realidad estaba observando era a los dos hombres trajeados, guapos que estaban bebiendo en la misma mesa. — Solo una vez y luego vamos a bailar — la tomó del brazo y la arrastró al lugar.De las tres amigas Freya era la más seria e introvertida, pero su amiga tenía razón, si perdía, que obvio que iba a perder serían solo cincuenta dólares. Y luego se irían a otro lugar a terminar de festejar.— Veintitrés rojo — apuntó Freya y puso la ficha.— ¡Puf! — hizo un gesto de reproche Axel, quien acabada de perder con ese mismo número y llamando la atención de Freya, que lo único que pudo observar fueron sus ojos azules, intensos, eran los ojos más azules que jamás hubiese visto, ni siquiera se percató de los demás rasgos, solo sus ojos.— ¿Disculpa, te molesta? — preguntó Eli, quién por supuesto había puesto el ojo en la mesa, con el verdadero propósito de terminar hablando con esos galanes de novela.— Ese número está maldito, he perdido con él toda la noche — respondió Axel, clavándole la mirada a Freya, quién en ese momento le ocurría exactamente lo mismo. No se había fijado en el escote de su vestido champagne, ni en sus pequeños labios rosas, solo en sus ojos como los de un búho, grandes y castaños.— No sabes quién es ella — señaló Eli como si vendiera un producto de lujo — Es Freya, toda una Diosa de la sabiduría y la guerra — ¡Si escogió ese número es porque va a ganar!Freya se sonrojo y agachó la mirada, no solo por el comentario de su amiga, sino porque ya no aguantaba la tensión que se estaba creando entre ella y ese hombre de ojos azules.— Freya… — murmuró Axel, como si suplicara a los Dioses, era un ruego al cielo, que pronto sería escuchado. — Bien… Si ganas, Freya además de llevarte todo el dinero elegirás el plan esta noche, porque lo que veo no estás muy cómoda en el casino — atinó Axel — Si pierdes… — puso los mismos cincuenta dólares al lado justo en el número que acabada de caer veintidós negro — Te llevaré a bailar conmigo toda la noche. Sin tus amigas.Los gritos y aplausos de Eli y Vivi sus amigas se hicieron escuchar de emoción, era un ganar - ganar para ella. Andrew solo levantó una ceja, mirando divertido a su amigo. Hace mucho no lo veía coquetear con otra mujer que no fuera su novia Kate y ni siquiera con ella le había visto ser tan atrevido y dedicarle esa mirada felina y lujuriosa que ahora le ofrecía a la joven Freya.— Esta bien — aceptó Freya, considerando en la posibilidad de que ninguno de los dos números caería y ambos grupos se disiparían esa noche sin volverse a dirigir palabra jamás en la vida.La bola cayó en la ruleta y empezó a girar, bajar peligrosamente, luego saltó de número en número al azar catorce rojo, treinta y tres negro, cuatro negro, diez y siete negro, la velocidad empezó a disminuir y los corazones de Freya y Axel se dirigieron a un solo número, ambos querían lo mismo esa noche, aunque jamás lo aceptarían.— ¡Veintidós n3gro! — anunció con una sonrisa en el rostro el joven de la ruleta, había escuchado la conversación del grupo que se acababa de unir. No era la primera vez que escuchaba ese tipo de apuestas, era más común de lo que parecía. La gente llegaba se embriagaba y hacía estupideces como esas.El corazón de Freya se aceleró, había perdido como lo había imaginado, pero el problema es que ese hombre había ganado. Lo que no se imaginaba es que en realidad el destino de Freya esa noche si había cambiado para siempre, de ahora en adelante iba solo a perder.Axel dejó de respirar los últimos segundos y cuando por fin después de llevar apostando toda la noche, ganó. Y el destino de él se uniría al de Freya, haciéndolo perder más de lo que había perdido en toda su vida.— Te lo dije — Le estiró su mano, mientras sonreía con malicia, su mente dejó atrás los problemas de su vida, su propósito en el lugar y se centró en solo ella, que esta vez se tomaba el tiempo de estudiarla de arriba abajo. Era una mujer simple, sencilla, delgada, sin ningún rasgo convencionalmente muy atractivo, pero había algo en ella que lo llamaba como abeja a la miel, esa noche el amor había entrado en el juego del azar.— ¡Ah!— ¿¡Pe -pero qui - quién demonios eres!? — balbucea Axel, saltando de la cama mientras ella hace lo mismo. — ¡Eso mismo quiero saber yo! — le grita la joven, mientras intenta envolverse en las sábanas blancas, tanto ella como él se encuentran completamente desnudos — ¿Qué haces en mi habitación? ¿Cómo entraste? ¿¡Qué haces en mi cama!? Axel se manda las manos a la cabeza tratando de controlar las punzadas de la resaca, segundos antes estaban abrazados, abrieron los ojos al tiempo, sonrientes, satisfechos por la noche que pasaron. Lo primero que vio ella fueron esos ojos azules como el mar más claro y lo primero que vio él fueron esos ojos castaños ¿O serán caramelo? Se preguntó. Para luego caer en cuenta que ninguno de los dos se conocía. Y gritar de a impres
— ¡Freya! A mi oficina ¡Ya!Ese grito se había vuelto el pan de cada día desde que dejó Toronto y llegó a Vancouver por esa propuesta de trabajo y de no ser por su orgullo, por ser un buen salario y porque realmente lo necesitaban sus padres hubiese renunciado ya hace tiempo. Además, se suponía que ella había cambiado de ciudad con la posibilidad de triunfar, ahora todo se le estaba complicando. — Ya tengo los reportes que solicitó, señor — llegó jadeando Freya después de correr por todo el pasillo detrás del supervisor de área. — Ya no los necesito — tomó las carpetas de las manos de Freya y las lanzó a la caneca de la basura. Su supervisor se había dedicado a hacerle la vida imposible desde que entró, la noche anterior Freya la había pasado en vela para tener listos los
— Señor… — susana golpeó la puerta con sigilo, sabía que Axel no le gustaba que lo interrumpieran, pero la joven afuera había insistido en verlo — La señorita Freya Baker insiste en verlo — anunció con temor, el humor del señor Tremblay cada día era peor. — ¿Freya? — frunció el ceño, su corazón dio un brinco y en su mente se prendió una alarma, no reconocía ese nombre, sin embargo, en el fondo, en lo más oscuro de su ser algo le gritaba que sí lo conocía y solo pudo recordar aquellos ojos caramelo de hace unos meses atrás. — Dile que siga.Instintivamente Axel se pasó la mano por el cabello, se alisó su corbata y se levantó para apuntarse el botón de su abrigo. Aguantó su respiración cuando vio la puerta abrirse despacio ante él. Era ella,
El timbre insistente hizo que Freya se despertara, miró su reloj, se había quedado dormida, últimamente se sentía agotada todo el tiempo. Se levantó de un solo brinco y corrió hasta la puerta. — ¡Axel! ¿Qué-qué haces aquí? — sacudió su cabeza, confundida — Digo, no te esperaba tan pronto — en realidad no lo esperaba, una vez salió de su edificio, sintió que no volvería a ver a ese hombre, pero allí estaba, con un gesto de contracción en su rostro. — Debo ser sincero contigo — dio dos pasos dentro del lugar sin permiso y lo observó meticulosamente, no era gran cosa, un lugar pequeño, poco acogedor, económico, sobre todo — Estoy comprometido, me voy a casar. — ¡Oh! — atinó a decir a duras penas Freya, su corazón se arrugó por alguna
— ¡Axel! ¿Qué diablos haces aquí? ¿Estás ebrio? ¿Qué sucede contigo? — lo tomó de su brazo y lo guío como pudo dentro de su departamento. Axel terminó desparramado en el sofá, pidiendo un trago más — Sssolo unoo y-y me iré ¡Hip! — ¿Qué carajos, Axel? — farfulló Andrew, corrió hasta su cocina para preparar un café expreso, cargado, solo eso le devolvería la razón a su amigo, o terminaría en el baño devolviendo hasta su dignidad. — Toma, toma. Bébelo todo.— ¡Agh!— Bébelo — lo obligo a pasar ese trago amargo de cafeína pura y esperó, a su lado, preocupado de que ese hombre no alcanzara a llegar hasta su baño y terminara arruinando su costoso tapete.— ¡M
— ¡Buenos días, futuro papá! — entró Andrew a la oficina meneando en el aire un pequeño oso de felpa. — ¡Sh! ¡Sh! — suplicó Axel mientras se llevaba la mano a la cabeza. La resaca estaba haciendo estragos con él ese mañana y la verdad no tenía, el ánimo, el humor y siquiera la dignidad de hablar con él. — Está bien, está bien… — murmuró — Solo vine para echarte una mano con todo esto. — De momento necesito que te encargues de las transacciones con Francia, no tengo la cabeza para viajar allí y negociar con ellos. — ¿Qué? ¡No! No me refiero a eso. Me refiero a Freya, a tu bebé y a Kate.— Andrew… — empezó Axel murmurando, porque le dolía hasta hablar — Sé que me echaste bronca ano
— ¡Freya! Que gusto verte. Sigue, por favor. Ella había llegado temprano en la mañana ese día, no solo por su firma de contrato o por impresionar al que fuese su nuevo jefe, también quería preguntarle muchas cosas a Andrew que no estaba entendiendo. Le hizo una seña para que tomara asiento mientras él sacaba las cosas de su portafolios. — ¿Voy a compartir el departamento con alguien más? — lanzó la pregunta sin más ni más. — ¿Qué? Am… bueno, más o menos. — se rascó la cabeza y sonrió al verse descubierto — Es el departamento de Axel, pero él no lo ocupa mucho, en realidad hace meses que no va por allá. — ¿Qué? ¿Y si me descubren viviendo allí? — se levantó y empezó a caminar de un lado para otro, en real
— Axel — ¡Mierda!... ¡Agh! — respingó éste de un susto — ¿Qué demonios haces aquí? — La confusión en el rostro de Freya era evidente, lo que había pasado esa noche, y ahora hacía como si no supiese que estaba allí. — ¡Te pregunté que qué haces aquí! — elevó la voz, mal humorado mientras se iba quitando el abrigo, para luego quitarse la camisa manchada del café que sostenía en manos cuando Freya lo asustó. — Andrew — murmuró Freya. — ¡Mierda, Andrew! — exclamó antes de irse a su habitación para cambiarse. Ver a esa mujer allí lo había consternado, cómo es que aparecía en los lugares, así como así. Luego cayó en cuenta que había encontrado la ropa del día anterior perf