ADVERTENCIA: EN LA SIGUIENTE HISTORIA ENCONTRARÁS VIOLENCIA, VENGANZA, ASESINATOS, TEMAS RELACIONADOS SOBRE EL BAJO MUNDO, CONTIENE LENGUAJE EXPLÍCITO. ACÁ NADA SERÁ COLOR DE ROSA. SI ERES SENSIBLE AL TIPO DE TRAMA FUERTE, ES PREFERIBLE QUE ABANDONES LA LECTURA. TODO CON EL FIN DE EVITAR UN MAL MOMENTO ENTRE AMBAS PARTES.
YA HABIENDO ACLARADO, LES DESEO UNA LECTURA APOTEÓSICA. GRACIAS POR ESTAR NUEVAMENTE LEYENDO UN PEDACITO DE MÍ. ¡LOS QUIERO MUCHO!
***
La vida puede considerarse color de rosa; cuando cada paso que se por los caminos, la felicidad, los buenos momentos y la buena suerte de una persona, llega para darle a ese largo y oscuro sendero la infinita luz de una realidad escondida. También puede considerarse cruel; cuando un camino lleno de espinas, malas experiencias e injusticias es lo único que se recibe a cambio; sin importar los buenos actos que se han cometido a lo largo de los años.
La justicia está ahí; buscando enjuiciar duramente a aquellas personas más malvadas que existen sobre el planeta tierra. Pero, ¿de qué sirve, si un par de pesos la compra? Todo es relativo; incluso sin importar el sufrimiento de una familia o de las mismas víctimas, estos seres inhumanos se lavan las manos con su sucio dinero, como si se tratara de agua con jabón y toda la mugre cae de ellas.
Así funciona; entre más poder, menos posibilidades tiene una persona del común tener la justicia que por derecho le corresponde. Y así funciona todo en la clase social que me rodea.
En el medio de la sala de espera, el médico forense me permite la entrada a la habitación, luego de haberle rogado que me lo permitiera. Lo último que me imaginé en el día de mi cumpleaños era venir a reconocer el cuerpo de mi hermana gemela, luego de llevar más de tres meses desaparecida.
—Solo puede estar un minuto adentro, antes de que lleven el cuerpo de su hermana a realizarle todas las pruebas pertinentes. Recuerde no tocarlo.
—Gracias, doctor — es lo que le respondo antes de entrar y enfrentarme a la peor escena de mi vida.
El doctor me guio al interior de la pequeña habitación y se acercó a la cama metálica donde un cuerpo reposaba con una cubierta blanca rodeándola.
—Su hermana murió, aproximadamente, hace unos siete días. Aun no es seguro el tiempo, pero en el estado en el que se encuentra es lo que pude dictaminar — deslizó la cremallera poco a poco hasta abrirla por completa—. Un minuto, recuerde.
La reconocí instantáneamente al ver aquel tatuaje de colibrí que las dos nos hicimos en nuestros cumpleaños número dieciocho, muy cerca de la clavícula. Ella es mi hermana, estoy más que segura. Su cabello se encontraba de un color rojizo, opacando ese negro brillante y oscuro que ambas compartimos. Sus ojos cerrados y su boca en una línea recta y sin color alguno. Las tajaduras en su rostro más aquellos puntos de saturación, destrozó mi corazón en cientos de pedazos. En su pecho había una línea recta que bajaba hasta su vientre, la cual el cuero tiraba uniéndose de un extremo al otro. Escenarios escalofriantes cruzaron por mi mente, uno peor que el anterior. El frío de su cuerpo me abrazaba en su sufrimiento.
Quise tocarla, convencerme a mí misma que no era ella quien se encontraba frente mí; en silencio y tan calmada, cuando ella era un huracán de mujer. Los recuerdos de nuestra niñez me asaltaron y no me permitieron respirar adecuadamente. Solo éramos ella y yo; juntas en los mejores y en los peores momentos de nuestras vidas.
¿Quién pudo haberle hecho esto? ¿Por qué asesinar tan despiadadamente a mi hermana? ¿Por qué? Era lo que me preguntaba, llena de impotencia por no haberla cuidado cuando ella más me necesitaba.
Las lágrimas brotaron de mis ojos sin control, al tiempo que sentía que la tierra debajo de mis pies me tragaba. Fue entonces cuando caí entre los brazos del doctor, quien no permitió que el suelo me recibiera de lleno.
—¿Se encuentra bien?
—¿Por qué ella? ¿Por qué le hicieron eso? — me aferré del cuello de su bata y lloré en su pecho desconsoladamente—. Nadie merece morir de esa manera tan atroz...
—Es mejor que salgamos, señorita.
—Prometo que el culpable pagará por lo que te hizo, Abi — le juré, derramando lagrimas con una fuerte opresión en el pecho que me hacía imposible respirar—. Te lo prometo, hermanita.
El doctor me sacó de la habitación, me llevó hasta una oficina y me sentó en un sillón. Me dejé llevar por el hombre, mientras pensaba el porqué de esta situación tan horrorosa. Por qué nos pasaba esto a nosotras, si en ningún momento de nuestras vidas le hemos hecho daño a alguien.
—¿Por qué tuvieron que arrebatármela de esta manera? Ella era lo único que tenía...
—Tranquila — el doctor me entregó un vaso y lo tomé por inercia—. No debí permitirle la entrada a la morgue.
—Espero no haberlo metido en problemas, doctor — lo miré a los ojos y traté de sonreír, pero fue imposible, esos escalofríos de perdida y soledad me tenían presa.
—Quédese aquí hasta que la impresión haya pasado, ¿sí? — apoyó la mano en mi hombro y lo apretó suavemente—. Tiene que ser fuerte, por ella y para hacer de su promesa una realidad. Ahora bien, dentro de un par de horas el detective que tomó el caso de su hermana, vendrá a hacerle varias preguntas. Si quiere descanse un poco aquí mientras llega.
—Muchas gracias — lo vi salir de la oficina y me permití romperme en mil pedazos una vez quedé sola.
Luego de un tiempo desperté ante un suave movimiento en mi hombro. El médico forense que me había ayudado se encontraba frente a mí con una vaga y cansada sonrisa en los labios.—El detective necesita hacerle varias preguntas, Srta. Valencia. ¿Lo recuerda?Me incorporé en el sillón, de nuevo siendo abrazada por el frío, la soledad y la tristeza.—Sí, claro. Una disculpa y gracias nuevamente — me levanté de la silla y salí de esa oficina sin esperar respuesta alguna.Las paredes blancas, silenciosas y extremadamente frías me seguían aprisionando el pecho. Los pies apenas si comprendían para que estaban sobre el suelo. Me dirigí a la recepción de la morgue, donde me encontré dos detectives sentados en las sillas de espera.—¿Es usted, Natalie Valencia? — preguntó uno de ellos.—Así es.—Tome asiento, le haremos un par de preguntas acerca de la muerte de su hermana.Me senté a una distancia de tres sillas de ellos y empezaron a interrogarme; primero haciendo preguntas muy básicas de mi h
Entre tanto buscar por horas, encontré una caja de madera en el fondo de su armario, cubierta en una tela de color negra. Es muy extraño que mi hermana tuviera esta caja, puesto que nunca en ante la había visto.—¿Qué es esto? — abrí la caja de madera, encontrándome con un pequeño cuaderno y varias fotografías de un hombre y ella—. ¿Quién es él?El hombre de la fotografía se veía mucho más mayor que ella, pero no dejaba de ser atractivo. De cabello negro, ojos marrones, de barba bien cuidada y de facciones muy masculinas. El saco de vestir se veía costoso al igual que el reloj que rodeaba su muñeca que se alcanzaba a reflejar por la manera en que abrazaba a mi hermana. ¿Quién es él? Parecen muy cercanos. Abigail se veía sonriente como de costumbre y sus ojos brillaban.—Así que estabas enamorada de él, ¿eh? ¿Por qué nunca me hablaste de este hombre y su relación? — seguí viendo las otras fotografías hasta que me encontré una foto demasiado intima entre los dos—. Que intensos...No qui
Los últimos días han sido los más difíciles, oscuros y tristes de toda mi vida. Una vez más me veo llorando y destrozada por la ausencia de una de las personas que más amaba en el mundo. Primero a mamá que murió en un accidente de auto desde que era una niña, luego a papá que murió a causa de una enfermedad y ahora mi hermana; la cual le han arrebatado ese único derecho que solo Dios puede dar y quitar cuando él así lo decida.Hace una semana fueron las exequias de mi hermana. Su entierro fue sencillo y no hubo mucha gente acompañando mi dolor. Estuvieron las personas más cercanas a ella y uno que otro compañero de trabajo; entre ellos, su jefe. El jefe de mi hermana; el Sr. Avellaneda se veía muy afectado por la muerte de mi hermana. Puedo decir que, aparte de Santiago, ha sido la única persona que me ha brindado la mano desinteresadamente y se ha preocupado más de la cuenta desde que mi hermana desapareció. Gracias a él es como pudieron encontrarla, aunque haya sido muy tarde.El re
Luego de aquella conversación con el investigador privado, el Sr. Avellaneda me trajo a mi apartamento y lo invité a pasar. En el camino me ha dicho que tiene algo muy importante que decirme, por lo que no está demás escuchar sus palabras. Él verdaderamente se ve muy interesado en saber lo que le ocurrió a mi hermana, más se nota la curiosidad que tiene por conocer más de Royce Ford, el hombre con quién sostuvo una relación pasajera.—¿Gusta algo de tomar? — le ofrezco mientras me quito la chaqueta—. ¿Cerveza? ¿Agua? ¿Café?—Creo que no me caería mal una cerveza.—Perfecto. Ya regreso.Voy a la cocina y saco dos cervezas bien frías de la nevera, luego regreso con él y nos sentamos en la pequeña sala del apartamento.—¿Qué era lo que tenía que decirme, Sra. Avellaneda? — le pregunté directamente.—Dado el caso que Abigail era más que mi asistente, digo, la veía como a una amiga, me gustaría ayudarle a investigar sobre Royce Ford y ese misterioso club. Si ese tal Ford tuvo algo que ver
Observé mi nueva imagen en el espejo, esperando encontrar algún detalle que me haga parecer a Abigail, pero a mí parecer, el cambio en el color y lo largo dele cabello, el de los ojos y aplicándome un maquillaje de tonalidades suaves, pero sensuales me hizo ver muy diferente a lo que éramos las dos. Recordar las tantas veces que nos hicimos pasar por la otra, me sacó una sonrisa triste. Solo nuestros padres nos habían logrado diferenciar la una de la otra, así lleváramos puesta la misma ropa y nos dejáramos el cabello igual.Mi plan de escabullirme en ese club no puede fallar. Si mi hermana concurría el lugar con frecuencia, estaría en graves problemas si llegaran a descubrir mi parecido con ella.Salí de la habitación y me dirigí a la sala a mostrar el resultado a Santiago y al Sr. Avellaneda. Luego de lo que ocurrió la otra noche, las cosas entre los dos se han puesto un poco raras. Mantenemos una agradable relación, pero es súper incómodo cada que las palabras se acaban y nos queda
Para no llamar demasiado la atención, bebí varios tragos y traté de bailar en la pista, aunque fuera sola o con algún tipejo que se me atravesara en el medio. Estar en la mira del bartender me tenía con los nervios a flor de piel. Entre más pasaban los minutos, más me desesperaba por dentro. El tal Wesley Ford no aparecía por ningún lado, y ese hecho me ponía aún más ansiosa.—Vayamos a un lugar más privado, belleza — me susurró el hombre con quién llevaba bailando un rato.—¿Qué lugar? — me hacía la ebria, para no levantar sospechas.—Ya verás, lindura. Te puedo asegurar que la pasáramos muy rico.—De eso no me cabe duda — miré de reojo la segunda planta, en el mismo instante en el que Wesley Ford bajaba por las escaleras de metal—. Pero será en otra ocasión. Por ahora debo irme.—¿A dónde crees que vas, lindura? — se aferró de mi cintura, y suspiré—. Ni creas que la fiesta se ha acabado.—Para mí ya acabó. Si no me suelta...—¿No te haces ni una idea de quién soy? — bajó la mano a m
Regresé a casa con cientos de preguntas rondando mi cabeza y cada segundo más haciéndome suposiciones mucho más fuertes que las anteriores. Santi y el Sr. Avellaneda se encontraban aún en mi apartamento, pero no tenía ganas de hablar con ellos, por lo que les aseguré que nada malo había sucedido y les dije que se fueran a sus casas, aún cuando sabía que ellos habían escuchado toda la conversación con Wesley. Necesito un poco de paz. Quiero desconectarme de todo y no saber de nada por un breve lapso de tiempo. No sé si pueda seguir soportando toda esta situación sin perder los estribos.Cada vez me encuentro más lejos de conocer la verdad. Los días siguen siendo tan oscuros como el primer momento en el que Abigail no regresó a nuestro apartamento. Vivir encerrada en estas cuatro paredes se ha convertido en un verdadero infierno. Su recuerdo quema mi alma de a poco. Su muerte me tiene atada de pies y manos; lo que más deseo es justicia. Eso es lo único que le pido a la vida, pero lastim
Tomé asiento en la diminuta barra que separa la sala de la cocina y me quedé viéndolo preparar el café en completo silencio. Justo como lo recuerdo un poco, su cabello es castaño claro, casi con mechas doradas entre las más oscuras y que caen en desorden en su frente. Es bastante alto y se ve a simple vista que hace ejercicio. Sus ojos en efecto son claros; extremadamente azules. Medio cuello lo tiene cubierto en tinta, mientras la otra parte está libre de ella. Es bastante guapo, eso no se puede negar. La escasa barba de varios días le hace lucir muy bien. Sus labios son...—¿Qué carajos hago mirando sus labios? — murmuré en un hilo de voz.—¿Qué me decías? — ladeó la cabeza, al igual que una escasa sonrisa apareció en sus labios.—Que el café sea bien amargo. Me gusta amargo — carraspee.—Un café bien amargo entonces.—¿Cómo conociste a mi hermana? — quise saber, golpeando mis uñas en la madera de la barra.—La conocí en el club de Royceal igual que a ti.—¿Qué clase de relación te