Una propuesta

— ¡Baby! — dice Ericka al otro lado del auricular, con su habitual tono meloso.

— Hola, chiqui. ¿Qué haces? Voy de camino a tu apartamento. — le digo.

— Extrañándote mucho. — Dice, sonando como una niña consentida — Claro, mi amor. Aquí te espero.

—Llego en quince minutos — agrego. 

Ella me envía un beso sonoro a través del teléfono y eso me hace sonreír tontamente.

El tráfico no está tan congestionado, por lo que llego al apartamento en diez minutos. Ericka me recibe con un beso apasionado y ardiente, de esos que me hace olvidar hasta mi propio nombre. Le correspondo gustosamente, ya que en esta ocasión nos encontramos en la intimidad de su hogar, donde muchas veces he explorado cada centímetro de su piel suave como terciopelo.

Me deleito con el calor de sus manos, como si fuera el sol del alba, ellas rápidamente me desnudan. Su mirada brillante, cual estrella, me enciende y solo pienso en fundir mi piel, hasta quedar fusionado completamente con la suya.

Después de una amplia escena de besos sin control, caricias ardientes y gemidos apasionados, luego de saciar nuestras ansias mutuas, me quedo admirando sus mejillas sonrosadas. Ella me mira y vuelve a besarme como si la vida misma dependiera de ello.

— Te quiero, Adrien — susurra con dulzura, mientras sus ojos se encuentran con los míos. — Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

— También te quiero. — respondí, consciente de que ella se había vuelto mi mundo — Aunque el mundo entero piense que nuestra relación es un error, yo sé que has sido mi mejor decisión.

Veo sus mejillas sonrosarse aún más y ella oculta su rostro bajo la almohada. 

“Es ahora o nunca” pensé. Decido tomar una decisión, reúno todo mi valor, y le suelto sin más preámbulos: 

— Cásate conmigo.

El impacto de mis palabras se refleja en sus ojos sorprendidos, los cuales se abrían como platos. Mantengo la mirada fija en ella, sin dudar de mis sentimientos ni de mi determinación, seguro de que es la decisión correcta. Después de todo lo que hemos vivido juntos, y ahora, que la cláusula en el testamento de mi abuela requería que estuviera casado para poder disfrutar del beneficio de la herencia, no veía razón para seguir posponiéndolo.

Ella sin salir de su asombro continúa mirándome. De pronto irrumpe a carcajadas el silencio que se había apoderado de la habitación. Me quedo desconcertado, de todas las reacciones, era la última que esperaba ver.

Recuperándose rápidamente al ver las emociones negativas en mi rostro, se disculpa y me dice tratando de explicarse:

— Lo siento, mi amor. No quise reírme, pero ya me conoces. No quiero casarme aún, no soy sirvo para ser esposa — concluye, haciendo un pequeño puchero.

La miro sin poder creer lo que me está diciendo. Sus palabras me golpean y caen como un balde de agua fría sobre mí. Con voz entrecortada, apenas puedo susurrar: 

— Pensé que me amabas.

— No me malinterpretes — añade rápidamente intentando calmarme —. Te amo y quiero estar contigo, pero no como tu esposa.

La confusión se apodera de mí mientras trato de procesar sus palabras. Ericka me mira detenidamente, buscando señales de comprensión en mi rostro.

— Así estamos bien, mi amor. — Continúa — Nos amamos y estamos juntos cuando queremos, sin necesidad de ataduras.

Intento controlar las emociones que amenazan con desbordarse en mi interior tras el rechazo directo. Suspiro y le confieso sobre la cláusula del testamento de mi abuela, esperando que ella entienda mi situación y decida apoyarme. 

Ericka muestra primero asombro y luego enfado ante la noticia. — ¡No puedo creer que esa vieja siga molestando después de muerta! — Espetó llena de ira.

— Por eso pensé en pedirte matrimonio — comento intentando minimizar su enojo —. Claro que, era algo que iba a hacer un poco más adelante — añado rápidamente.

Se levanta de la cama con prisa, lanza uno de los almohadones contra el espejo y comienza a hacer un pequeño berrinche. Yo espero pacientemente mientras lo asimila. 

Le toma unos minutos calmarse. Comienza a caminar por la habitación y de repente se detiene, mirándome los ojos llenos de brillo.

— ¡Lo tengo! —Exclama entusiasmada—. Debemos conseguirte una esposa.

Siento un golpe en el pecho al escuchar su idea. No puedo creer que me esté proponiendo algo tan absurdo e irrespetuoso.

— ¿Qué? —pregunto incrédulo.

—Sí, sí, sí — dice ella con entusiasmo —. Podemos buscar una mujer que se case contigo por conveniencia, y así podrás recibir tu herencia sin problemas. Y nosotros podremos seguir juntos como siempre.

— ¿Estás loca? — le digo con indignación—. Eso sería deshonrar la memoria de mi abuela, ¿Cómo se te ocurre que voy a hacer algo así? ¿No te das cuenta de que te estoy pidiendo que seas mi esposa porque te amo y quiero compartir mi vida contigo, porque creo que eres la persona correcta?

— Ay, Adrien, no seas tan dramático — me dice ella con impaciencia—. Es solo un papel, no significa nada. Lo importante es lo que sentimos el uno por el otro.

— Para mí significa mucho — le digo con firmeza —. Es un compromiso, una promesa, un acto de amor. Y no pienso defraudar a quien me amo tanto en vida. Y si tú no lo entiendes, quizás no me amas tanto como dices.

Ella me mira con incredulidad y luego con enfado.

— ¿Qué? —Dice alzando la voz —. ¿Cómo te atreves a dudar de mi amor? ¿Solo porque no quiero casarme contigo? ¿Sabes lo que eres? ¡Un egoísta! ¡Un machista! ¡Un retrógrado!

Ella continúa insultándome y yo ya no puedo más. Harto de oír sus cometarios absurdos me levanto de la cama y me visto rápidamente. Ella al darse cuenta de que me voy y cambia de tono, dulcificando nuevamente su voz.

— Adrien, espera — me dice intentando sonar melosa—. No te vayas así, por favor. Podemos hablarlo, podemos arreglarlo. Solo me exprese mal y por eso no nos entendimos. Te amo, baby, no me dejes sola, por favor.

Yo la ignoro y salgo de su apartamento. No quiero volver a verla nunca más. Me siento traicionado, herido y decepcionado. Ella no era la mujer que yo creía.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo