La confesión

Tania llega puntual y me saluda con un abrazo, moviéndolo de manera efusiva, mostrando entusiasmo en su rostro. Sin pedir permiso, le da un sorbo a mi café, llevando la taza rápidamente a sus labios.

— ¡Oye! — Le reclamo al quitarle mi taza de las manos, frunciendo el ceño y cruzando los brazos.

— Lo siento, lo necesitaba. Tuve un día de locos, no había tenido tiempo ni de tomarme un café — se disculpa encogiéndose de hombros.

— Pobrecita, debió ser agotador. Podíamos haber dejado esta salida para otro día — Le digo con compasión, colocando una mano en su hombro y mirándola con ternura.

Ella me mira con incredulidad, levantando una ceja y frunciendo ligeramente los labios. Su expresión de "¿Estás loca?" se refleja claramente en su rostro y suelto una risita.

— ¿Qué dices? No me ibas a dejar plantada con las ganas — responde con una sonrisa traviesa.

Levanta el brazo, moviéndolo de un lado a otro para llamar la atención de la camarera. Después de pedir su café, me mira expectante, inc
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