3- "Acepto"

Y entonces, ocurrió. Una ráfaga de aire frío barrió el vestíbulo, cerrando las puertas de golpe con un estruendo ensordecedor. Sombras parpadeaban en la periferia de la visión de Priscila, y por un breve momento, podría haber jurado que vi una figura de pie en la parte trasera de la sala, un espectro drapeado en blanco, su propio rostro torcido de dolor y urgencia. Parpadeé, y la figura desapareció.

El oficiante se volvió hacia mí,  instándome  a confirmar los votos, pero apenas vislumbré la fugaz sonrisa de Joseph—demasiado amplia, demasiado depredadora. El pánico recorrió mis venas, encendiendo una respuesta de lucha o huida. "Yo—" comencé, pero la palabra se me atascó en la garganta como si la misma esencia de Lucia me estuviera advirtiendo que huyera.

Entonces, durante el caos, las luces parpadearon ominosamente, sumiendo la sala en la oscuridad y volviendo a la luz. Se escuchó el rumor de los invitados, sorprendidos ante el veloz apagón. Con el corazón acelerado, miré hacia atrás a Joseph, cuya expresión cambiaba sutilmente, un parpadeo malévolo en la penumbra. "Priscila," murmuró una voz… una voz que sonaba idéntica a la de Lucía, la intimidad de su nombre repentinamente teñida de amenaza. "Completa los votos. Todo terminará pronto." Escuché decir a  la voz de mi hermana gemela como un susurro que me llenó de calma y sosiego.

Y en ese momento de horrorosa realización, un espeluznante relato del silencio de Lucia se desplegó en mi mente. No podía ser verdad; sentía que estaba mal. Pero los ojos de Joseph—esos bellos y inquietantes ojos—revelaban un oscuro secreto, pero él no podía saber qué le había sucedido a Lucía. ¿O sí lo sabía?

A medida que los últimos vestigios de luz se extinguían, un escalofrío envolvió mi cuerpo, mientras yo retrocedía instintivamente. Los susurros de un dolor espectral resonaban a mi alrededor, instándome a prestar atención a la verdad. Me giró, con la esperanza de vislumbrar a la figura que sabía que era Lucia y me había susurrado segundos antes a mi oreja derecha.

“Quédate conmigo,” susurré en un hilo de voz, en la oscuridad del gran salón. “¡Ayúdame!”

Sin embargo, no hubo respuesta, solo el eco vacío de la ausencia de su hermana, mientras el pánico apretaba aún más mi corazón. Algo imperdonable había sucedido. Y en las sombras, Joseph sonrió—una sonrisa depredadora, victoriosa, mientras la oscuridad envolvía el vestíbulo, ocultándolo en secretos que pronto se volverían mortales.

Decidida a averiguar qué había pasado con Lucía, no dejaría que esta trágica experiencia se me escapara de las manos. Revelaría la verdad sobre Joseph y lo detendría antes de que pudiera reclamar otra vida—si era lo último que hiciera.

Tomando una profunda bocanada de aire eché una mirada alrededor, los invitados comenzaron a alumbrar el altar con las luces de sus teléfonos móviles a los novios. Enderecé los hombros, reuniendo cada gramo de valor mientras la realidad del destino de mi hermana se cernía sobre mí. La celebración no podía terminar así. Con o sin el espíritu de Lucia guiándome,  lucharía contra las diabólicas intenciones de Joseph o quien fuera el asesino de su hermana, o la bestia... De pronto lancé una mirada furtiva a Jeremy, temerosa de que mi novio me fuera a reconocer, usurpando a mi gemela, y casándose con otro hombre.

Después de todo, ya no era solo una hermana; era una tormenta acumulando fuerza, lista para desatar su furia contra las sombras que buscaban borrar la luz de mi gemela para siempre.

El gran salón se transformó en un macabro baile de máscaras de trajes giratorios y luces parpadeantes de velas y pantallas de celulares, las risas de los invitados danzando junto a los inquietantes susurros de la noche. La música sonaba suavemente, se escuchaban los violines y el piano entonando Claire de Luna, de Debussy,  sus notas tejiendo en el aire como una canción de cuna fantasmal, enmascarando la agitación que crecía dentro de mí al estar al lado de Joseph en el altar. La inquietud de Halloween impregnaba la atmósfera; sentía que fantasmas  y duendes en trajes vibrantes flotaban por la sala, ajenos a la espantosa verdad de la noche. Sabía que era una noche mágica, al igual que Lucía ambas habíamos elegido esa fecha para el casamiento de Lucía, en Halloween porque era la noche que podían sentir a los muertos… y también a nuestro padre.

Mientras el oficiante continuaba recitando las palabras que nos unían en dicha matrimonial, los sonidos de copas tintineando y vítores alegres comenzaron a mezclarse con mi pánico.

 Apenas podía concentrarme en la ceremonia, mi mente correteaba con pensamientos sobre cómo podría haber muerto Lucia y qué había sucedido con mi querida hermana. ¿Le habría dolido? ¿O habría sido rápido?

El momento de horror alcanzó su clímax cuando nos pidieron que intercambiaran anillos—un símbolo de un vínculo que se sentía todo menos sagrado. Cuando Joseph extendió la mano, sus dedos rozaron los míos, enviando un escalofrío involuntario por mi columna. Por un breve momento, sentí un frío irradiar de su toque, una premonición de horrores aún por venir.

"Sí," murmuré,  mi voz apenas por encima de un susurro, pero las palabras se sintieron como fragmentos de hielo alojados profundamente en la  garganta. - Acepto- Dije en voz alta. La sonrisa triunfante de Joseph se amplió cuando el oficiante nos proclamó marido y mujer, sellando mi destino con un gesto que se sintió a la vez victorioso y siniestro.

Los invitados comenzaron a celebrar, sonrientes, nuestras amistades aplaudieron incluyendo a mi novio Jeremy. Joseph dio un paso adelante, y temerosa y torpe me entregué a los labios de Joseph y pensé en Jeremy, su beso fue ardiente, apasionado, me besó de una manera voraz como si nunca nadie me hubiera besado así. Un ardor incesante comenzó a subir por mis piernas hasta mis caderas. Miré fijamente a Joseph, sorprendida, me pregunté  si acaso siempre había besado así a mi hermana, y para mi sorpresa sentí una ola de celos, al pensar en mis besos con Jeremy, siempre suaves y delicados en comparación a los labios de Joseph.

 Todo este tiempo había pensado que yo era la gemela atrevida, y Joseph me acababa de demostrar con un beso, que era un hombre al mando de la relación con Lucia en ese momento. Lo miré perpleja y el sonriente me tomó de la cintura y me atrajo hacia él mientras mis caderas parecían moverse imantadas al tacto de Joseph. “Te amo” susurró en mi oreja izquierda, y me besó nuevamente, esta vez me tomó entre sus brazos y con ambas manos me inclinó, curvando mi espalda, tuve que sostenerme de su cuello para no caer al suelo. Completamente desarmada sujetada a sus brazos, sentí que un espíritu me poseía al sentir como entraba la lengua de Joseph en mi boca. Y los invitados sonreían y aplaudían llenos de alegría.

Contuve el aliento y recobré la compostura, y salí junto a mi esposo, y el ex novio de mi hermana gemela, por el gran salón. Mi madre, y las amigas de Lucía se acercaron para abrazarme. Mi madre me miró fijamente pidiéndome una explicación.

“Debo hablar con mi marido” respondí ante la mirada interrogante de mi madre.

“Te esperamos para dar apertura a la fiesta con el vals de los novios” dijo Dayana, la mejor amiga de Lucia.

“Vamos enseguida” Me excusé tomando a Joseph de la mano y caminando hacia fuera del gran salón.

“Está todo bien conejita” Me dijo Joseph

“Debemos hablar” Dije con la voz temblando y los labios fijos en él, pero por alguna razón ya no le tenía miedo, sólo sentía mucha curiosidad y dudas. Antes de pasar por la recepción e inaugurar la fiesta el me condujo a un salón conexo al salón principal donde había una enorme biblioteca en todas las paredes. Entré y él cerró las puertas tras de mí, decidí que era momento de hablar con Joseph, a solas, y enfrentar la verdad.

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