-Buenos días, Lucy,- respondió Priscila, levantándose al escuchar a su hermana esa mañana.
-Veo que ya buscaste tu vestido
-Sí, por suerte no he engordado más de un kilo, me queda como un guante.” Priscila frotó sus ojos y miró al vestido de dama de honor color lila que resplandecía brillante colgado en un gancho en el perchero.
-Es hoy, el día de mi boda, finalmente. ¡Es hoy!- anunció Lucia llena de alegría.
Pero mientras el banquete de su risa resonaba en el aire por un momento, sentí como una sombra se cernía sobre su felicidad. La emoción de los preparativos de la boda, con su brillo y esplendor, también estaba teñida de una presión que no podía ignorar. En el fondo de mi mente resonaba el eco de una advertencia, un sentido de que el día ofrecería mucho más que solo amor y felicidad.
Lucía parecía tan feliz, tan radiante, pero no podía dejar de preguntarme qué más sentía su hermana, qué más escondía en los rincones de su corazón. A veces, la conexión que compartimos es tan intensa que casi podía leer su mente, una habilidad perfeccionada a través de gestos y silencios, una comunicación silenciosa que iba más allá de las palabras. Me preguntaba si Lucía sabía que también había algo oscuro acechando en los rincones de nuestras vidas, algo que podría cambiarlo todo.
“No sé Lu, pero siento algo extraño…”
“Extraño ¿Cómo qué?” quiso saber ella saber enarcando una ceja.
“Siento como un mal presentimiento”
“Estás celosa, es normal, a partir de ahora no sólo seré tu hermana gemela, también me compartirás con Joseph, pero descuida hermanita te prometo que todo irá bien”.
“¡Priscila, vamos! Necesito que este día sea perfecto,” exclamó Lucía, rompiendo mis pensamientos. “No quiero que nada arruine este momento.” Sus ojos brillaban con determinación, y en ese instante, decidí que no dejaría que las dudas nublaran la alegría de su hermana.
“Está bien, Lucy. Vamos al aviario. La estilista y la maquilladora te están esperando.” Sabiendo que el vuelo del día estaba a punto de comenzar, miré a Lucía y sonreí, la tomé de la mano. Éramos sombras de la misma luz, y juntas nos lanzamos al día, a la vida y sus misterios, dejándonos llevar por un destino aún por revelar. Pero solo el tiempo diría si esa elección sería la más iluminada o si la oscuridad siempre estaba acechando a la vuelta de la esquina.
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Esa noche
El aire en el gran salón estaba cargado de una energía inquietante, un marcado contraste con la alegre ocasión que estaba destinada a desarrollarse. Candelabros relucientes colgaban del techo como lágrimas de cristal, proyectando reflejos centelleantes en el suelo pulido, donde los invitados giraban en sus disfraces, ajenos a las oscuras corrientes subyacentes que los rodeaban. Era la noche de Halloween; la emoción debería haber invadido la sala, pero un pesado manto se posó sobre las festividades, susurrando secretos que picaban en los bordes de mi mente. Estaba vestida en mi vestido de dama de honor, esperaba junto a las amigas de Lucia por la salida de la novia. Había dejado a mi hermana veinte minutos antes arriba, vestida y hecha un manojo de nervios, lista para salir. Lucía tan hermosa como una princesa de cuentos, su silueta estupenda parecía dejar caer las perlas y los encajes sobre su piel como si fuesen parte de su belleza.
En ese momento mientras los invitados esperaban ansiosos por la salida de la novia, mi teléfono sonó, miré en la pantalla del móvil un mensaje de mi gemela. “Será qué olvidó algo, qué necesitará” me pregunto revisando el móvil. Pero al leer en la pantalla el mensaje de mi hermana no comprendí lo que me decía.
Leí un simple: “Él no es humano”. Suspiré y salí del gran salón con una sonrisa en mis labios aparentando normalidad frente a familiares y amigos. Una vez a solas subí las escaleras y abrí la puerta del camerino donde minutos antes había arreglado a mi hermana, pero un charco de sangre irrumpía el paso de la habitación.
Solté un gemido cubriendo mi boca y con los ojos como platos observé el cuerpo de mi hermana, sin vida, con una feroz y bestial marca en su cuello, su vestido de novia estaba intacto sobre la mesa. Mientras que vestía una blusa rosada y unos jeans cubiertos de sangre y sus ojos reposaban cerrados como sumida en el más tierno sueño. Apenas podía pensar o procesar algún movimiento, no lo entendía, había dejado a mi hermana vestida minutos antes. ¿Se había arrepentido a último momento de casarse y había decidido escapar? ¿Quién la había atacado de esa manera? Esa herida no parecía humana, parecía… de un animal.
Con las manos temblando y los ojos repletos de lágrimas tomé el pulso de mi hermana pero fue en vano.
“Lu… ¿Dónde estás?” fue lo único que dije en un hilo de voz, con las lágrimas inundando mis ojos.
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Me encontraba de pie frente al espejo, ajustando nerviosamente el intrincado encaje del vestido de novia de mi gemela: el mismo vestido que Lucía debía llevar momentos antes. El conjunto nupcial no era menos que un cuento de hadas: satén blanco con las caderas llenas de encajes, fluyendo suavemente hacia el suelo, brillando con delicadas perlas que parecían gotas de lluvia capturadas en el tiempo. Pero cuando me miré en el espejo, mi reflejo era un recordatorio inquietante de la gemela que había llegado a ser, asombrosamente y aterradoramente.
“Lucía,” susurré, con el corazón apretado. Esta noche se suponía que debía ser alegre para ambas, una unión de amor y nuevos comienzos. Sin embargo, aquí estaba, asumiendo la identidad de mi hermana. El momento pesaba en mi corazón, la tormenta en mi alma era un tempestad. Sentía la presencia de Lucía, un hilo fantasmagórico que me conectaba con su gemela, pero algo insistente la atormentaba. Algo estaba muy mal.
Mientras tanto, Joseph esperaba en el altar, con las manos entrelazadas, fingiendo una ansiedad que no coincidía con el destello de malicia que acechaba detrás de su encantadora fachada. Sentía que él tenía que ver en esto. Lo miré bien arreglado y elegante en su traje a medida, parecía ser el novio cariñoso. Pero sus ojos… caminé hacia el altar, y mirándolo sacudí mi inquietud. Tenía que ser fuerte por mi hermana. Sin embargo, las preguntas giraban como hojas de otoño en mi mente: ¿Dónde estaba Lucía? ¿Por qué nadie la había ayudado? ¿Cómo pudo una bestia atacarla y que nadie la escuchara gritar? Cada segundo se estiraba hacia la eternidad mientras recordaba nuestros últimos momentos juntas, llenos de risas y amor. La imagen de la sonrisa radiante de su hermana parecía un salvavidas.
Momentos después, las damas de honor, quienes todas me confundieron con Lucía, me condujeron al frente del salón, los invitados en silencio anticipando mi llegada mientras tomaba mi lugar junto a Joseph y sonaban las cuatro estaciones de Vivaldi en mi camino al altar. Por suerte tener la mente en blanco me hacía conducirme en un estado de Shock hacia el altar sin poder pensar mucho lo que estaba sucediendo. Saludé a mis familiares y miré el rostro de mi amada madre, y sentí un dolor en el pecho. Mi madre sabía, ella no era Lucía, a su madre nunca la pudimos engañar intercambiándonos como las gemelas. No obstante le hice un gesto de silencio con los labios a mamá y ella se quedó calmada observando la ceremonia.
La ceremonia comenzó, un eco de amor y compromiso, pero mi corazón latía descontrolado en desarmonía. Podía sentir el peso del nauseabundo descuido reposando pesadamente sobre mis hombros, todavía sentía la sangre que tuve que lavar de mis manos. Mis instintos me gritaban que huyera, pero permanecía arraigada, con las manos temblando en los pliegues del vestido, sosteniendo el ramo de novia.
Joseph pronunció sus votos con elocuencia suave, su voz firme al declarar amor eterno, una declaración que envió escalofríos por mi columna vertebral, apenas recuerdo los votos de amor de Joseph pero creo que fueron muy tiernos y románticos. No obstante un horror creciente me arañaba la garganta, como si algo siniestro acechara detrás de sus palabras pulidas. La multitud estalló en aplausos, pero yo permanecía aturdida, el mundo a mi alrededor se desdibujaba. Visiones de mi gemela gritando por liberación de un grillete invisible se dibujaban en mi mente. Si su hermana había sido asesinada, averiguaría quién fue el culpable y llegaría hasta el final para vengar a Lucia.
Y entonces, ocurrió. Una ráfaga de aire frío barrió el vestíbulo, cerrando las puertas de golpe con un estruendo ensordecedor. Sombras parpadeaban en la periferia de la visión de Priscila, y por un breve momento, podría haber jurado que vi una figura de pie en la parte trasera de la sala, un espectro drapeado en blanco, su propio rostro torcido de dolor y urgencia. Parpadeé, y la figura desapareció.El oficiante se volvió hacia mí, instándome a confirmar los votos, pero apenas vislumbré la fugaz sonrisa de Joseph—demasiado amplia, demasiado depredadora. El pánico recorrió mis venas, encendiendo una respuesta de lucha o huida. "Yo—" comencé, pero la palabra se me atascó en la garganta como si la misma esencia de Lucia me estuviera advirtiendo que huyera.Entonces, durante el caos, las luces parpadearon ominosamente, sumiendo la sala en la oscuridad y volviendo a la luz. Se escuchó el rumor de los invitados, sorprendidos ante el veloz apagón. Con el corazón acelerado, miré hacia atrás
La música y las risas del salón se desvanecieron lentamente detrás de nosotros a medida que Joseph cerraba la puerta de la biblioteca. El sonido del cerrojo resonó como un eco ominoso en el aire, y en un instante, me encontré atrapada en un espacio que parecía diseñado para guardar secretos.Joseph estaba cerca, muy cerca, su presencia era intensa y apremiante. Lo miré fijamente, sintiendo que mi corazón latía con fuerza en mi pecho. A pesar de los suaves destellos de felicidad que brotaban del banquete en el salón, una sensación de inquietud me envolvía, como un oscuro manto que no podía sacudirme.“Priscila,” comenzó, con esa voz que era música y veneno al mismo tiempo. “Sé quién eres. Sé que no eres Lucía.”Mi respiración se detuvo por un breve momento, mis palabras se atascaban en la garganta como espinas. “¿Qué… qué quieres decir?” me atreví a preguntar, aunque en el fondo sabía que Joseph no bromeaba. La revelación me helaba la sangre, un escalofrío recorrió mi cuerpo.Él dio un
Disfruto hacer mi meditación matutina todas las mañanas, es un ritual que realizo estrictamente antes de continuar con mi rutina diaria. Cierro los ojos, respiro y recibo la luz, el amor, la tranquilidad y paz de los pájaros y la luz solar esa mañana y siento a mi gato Charlie ronronear contra mi cintura, su nariz mojada me hace sonreír. Lucía y yo vivimos en un aviario, he trabajado aquí como veterinaria de aves durante los últimos tres años. Recibimos turistas todos los días, y aunque no suelo acompañarlos en el recorrido por las instalaciones para conocer a todos los pájaros, disfruto hacerlo y compartir mi conocimiento acerca de aves. Estudiar la Licenciatura de Medicina Veterinaria me ha servido de mucho, me encanta ayudar. Trabajar con animales siempre me hace sentir conectada con la naturaleza, y los pájaros, en particular entonan una canción terapéutica para mi alma. Me dedico a sanar y cuidar a las aves y soy instructora de yoga del lugar.¿Está todo listo?- pregunta mi herm