Disfruto hacer mi meditación matutina todas las mañanas, es un ritual que realizo estrictamente antes de continuar con mi rutina diaria. Cierro los ojos, respiro y recibo la luz, el amor, la tranquilidad y paz de los pájaros y la luz solar esa mañana y siento a mi gato Charlie ronronear contra mi cintura, su nariz mojada me hace sonreír. Lucía y yo vivimos en un aviario, he trabajado aquí como veterinaria de aves durante los últimos tres años. Recibimos turistas todos los días, y aunque no suelo acompañarlos en el recorrido por las instalaciones para conocer a todos los pájaros, disfruto hacerlo y compartir mi conocimiento acerca de aves. Estudiar la Licenciatura de Medicina Veterinaria me ha servido de mucho, me encanta ayudar. Trabajar con animales siempre me hace sentir conectada con la naturaleza, y los pájaros, en particular entonan una canción terapéutica para mi alma. Me dedico a sanar y cuidar a las aves y soy instructora de yoga del lugar.
¿Está todo listo?- pregunta mi hermana Lucía mientras camina hacia mí. Me encuentro colocando mi mat de yoga al frente del salón, preparándome para un grupo de turistas a quienes les doy clases todas las mañanas en el aviario. A veces acompaño a mi hermana a entrenar y hacemos pilates y yoga juntas, aunque generalmente Lucía prefiere levantar pesas en el gimnasio, sintiendo que eso le proporciona la fuerza mental que el yoga me da a mí.
Buenos días, Lucy,” le respondo.
Sí, el grupo asignado para visitar el aviario de los colibríes llegará en cualquier momento.”
No, eso no es lo que quiero decir. ¿Buscaste tu vestido de dama de honor?”
Jeremy me llevará a comer esta tarde y le pediré que me deje en la modista.”
Priscila, has tenido el vestido en la modista durante tres meses.”
Y tú has estado probándote tu vestido de novia en la sala cada noche durante más de un año, paseando y eligiendo música, y hace solo un mes decidiste la fecha de la boda- le respondo sonriente y pongo los ojos en blanco.
Como sea, ya debo dar una clase, prometo buscar mi vestido en la noche” afirmo dándole un beso en la mejilla a mi gemela.
El sol asomó tímidamente sobre el horizonte, bañando al mundo en tonos dorados y naranjas. Al iniciar la clase de Yoga me sentía en mi pequeño mundo, ese rincón del jardín, un oasis de tranquilidad rodeado de suaves aromas de flores. Estaba en medio de mi meditación matutina, junto con mis estudiantes realizamos la postura “Shavasana” la última de la clase, con los ojos cerrados y el rostro levantado hacia el cielo, dejando que la canción de los pájaros nos envolviera como una melodía celestial. Era un ritual que me llenaba de luz, amor y paz, permitiéndome enfrentar el día con renovado optimismo. Me gustaba decir afirmaciones positivas para todos los yoguinis que tomaban la clase conmigo.
Una suave brisa acarició mi rostro, haciéndome sonreír. Sabía que cada nuevo día traía la promesa de nuevas experiencias. A pesar de la sutil incertidumbre que siempre permanecía en el aire, un sentimiento de aprecio por la vida llenaba mi ser. Mis pensamientos eran claros y serenos, como el susurro de las hojas en los árboles.
Cuando abrí los ojos, observé mi reflejo en la luz de la mañana: mi figura esbelta y elegante, mis largos cabellos castaños oscuros cayendo como una cascada sobre los hombros. La gente a menudo se maravillaba al vernos a Lucía y a mí juntas. Mi tía solía decir que éramos dos bellezas indiscutibles, como un par de estrellas iluminando cualquier habitación. Pero hoy, el brillo debía estar reservado para mi hermana, que estaba a punto de embarcarse en su viaje hacia el altar con su prometido, Joseph.
Sentí un tirón de nostalgia al observar a mi hermana, vestida con ropa casual pero irradiando la emoción de una novia. Yo amaba a mi novio Jeremy, pero no entraría al altar ni loca. La yuxtaposición de nuestras vidas me impresionó; mientras Lucía estaba al borde de un nuevo capítulo, yo me encontraba en una rutina cómoda pero diferente centrada en mi propio bienestar y autocuidado.
-¿Has decidido sobre los arreglos florales?- pregunté, esperando desviar la conversación hacia los preparativos de la boda. Siempre me había encantado la idea de llevar la naturaleza a las celebraciones, y podía ver la pasión de mi hermana por tener un arreglo de bodas perfecto.
Los ojos de Lucía brillaron con entusiasmo. -¡Sí! Quiero una mezcla de flores silvestres y algunas elegantes peonías. Sabes, algo que se sienta orgánico y libre, como nuestro jardín familiar. ¡No puedo esperar a caminar por el pasillo entre esos colores!
Esbocé una sonrisa radiante, imaginando a mi hermana moviéndose con gracia al ritmo de la música elegida, seguramente colocaría a Bath o Debussy, rodeada de flores que reflejaban su infancia en la propiedad antigua de nuestra familia. Era una visión que llenaba mi corazón de alegría. -Eso suena hermoso. El jardín se sentirá vivo con tu amor.
-Y para la despedida de soltera de esta noche ¿Qué deseas ordenar de comida?
-Prisci ya hablamos de eso, no quiero despedida de soltera.
-Hermanita, no seas aburrida.
A medida que la conversación serpenteaba, compartimos risas y soñamos con detalles caprichosos de las próximas nupcias de Lucia. Me encantaba ver la genuina emoción de Lucía por la boda, pero una pequeña parte en mi interior sintió un pinchazo de anhelo. Aunque estaba feliz por mi hermana, no podía evitar preguntarme cuándo mi propia historia tomaría un giro romántico similar. Lo más romántico que había hecho era aprenderme el kamasutra de memoria con mi novio.
-¿Estás planeando usar algo especial para la boda?- preguntó Lucía, sacándome de mis pensamientos.
-Solo mi vestido de dama de honor. Pero estoy más enfocada en apoyarte en tu gran día.
-Te mereces tener todo perfecto.
Lucía extendió la mano, apretando la mía. -Y yo quiero que tú también seas feliz. ¿Quizás podamos invitar a Jeremy a la luna de miel?
-¿Una luna de miel de cuatro?-bromeé, aunque la idea tenía cierto mérito. Con mi estilo de vida ocupado y énfasis en el fitness, el romance había quedado en segundo plano. Quizás era hora de abrirse a las posibilidades.
-¡Absolutamente! No puedes vivir el matrimonio solo a través de mí. Ya es hora que Jeremy dé el paso.- Lucía se rió, metiendo un cabello suelto detrás de su oreja. -¡Y quién sabe, tal vez atrapes el ramo si estás feliz y rodeada de amor!.
El pensamiento trajo una sonrisa a mis labios, pero se sentía pesado contemplar el romance en ese momento. Mi enfoque siempre había sido enfocado en el crecimiento personal y las alegrías de profundizar mi conexión conmigo misma. Sin embargo, al mirar a mi hermana, tan llena de vida y amor, comencé a preguntarme si quizás era hora de abrazar un poco más lo inesperado.
Justo en ese momento, el canto de los pájaros atrajo nuestra atención hacia el cielo, donde un trío de coloridos colibríes danzaba sin esfuerzo. Sentí una chispa de inspiración: la espontaneidad de la vida reflejada en las delicadas alas de los pájaros. -¿Sabes qué? Creo que hablaré con Jeremy al respecto más tarde. Una pequeña aventura podría ser justo lo que necesito.- confesé.
Los ojos de Lucía se agrandaron: -¡Ese es el espíritu hermanita! La vida se trata de sorpresas y de las bellas conexiones que hacemos en el camino. Llamaré al agente de viaje y reservaré dos vuelos para ti y Jeremy.
Mientras estábamos juntas en la suave luz de la mañana, abrazamos el vínculo de amor, resilencia y nuevos comienzos compartidos, siempre todo en complicidad como auténticas gemelas. Estábamos unidas no solo por la sangre, sino por ese ferviente aprecio por la vida, la belleza y las alegrías imprevistas que nos daban los hombres. Con el mundo zumbando a nuestro alrededor, lo nuevo nos mantenía unidas, listas para abrazar lo que viniera a continuación.
-¿Está todo listo?-, pregunté a Lucía, quien apareció en la puerta del jardín con una sonrisa radiante. Su vestido de ese día le ceñía el cuerpo espectacular, brillando bajo la luz del sol, acentuaba su figura parecida a una diosa. Mientras recogía mi esterilla de yoga, y despedía a los últimos asistentes de la clase, miré a Lucía quien me guiñó un ojo. Sentí la emoción de mi hermana vibrar en el aire. Pero también había un hilo inesperado de nerviosismo oscureciendo sus ojos.
-Ya compré los boletos. Saldremos la mañana después de la boda con destino a Tailandia.
-Buenos días, Lucy,- respondió Priscila, levantándose al escuchar a su hermana esa mañana.-Veo que ya buscaste tu vestido-Sí, por suerte no he engordado más de un kilo, me queda como un guante.” Priscila frotó sus ojos y miró al vestido de dama de honor color lila que resplandecía brillante colgado en un gancho en el perchero. -Es hoy, el día de mi boda, finalmente. ¡Es hoy!- anunció Lucia llena de alegría.Pero mientras el banquete de su risa resonaba en el aire por un momento, sentí como una sombra se cernía sobre su felicidad. La emoción de los preparativos de la boda, con su brillo y esplendor, también estaba teñida de una presión que no podía ignorar. En el fondo de mi mente resonaba el eco de una advertencia, un sentido de que el día ofrecería mucho más que solo amor y felicidad. Lucía parecía tan feliz, tan radiante, pero no podía dejar de preguntarme qué más sentía su hermana, qué más escondía en los rincones de su corazón. A veces, la conexión que compartimos es tan int
Y entonces, ocurrió. Una ráfaga de aire frío barrió el vestíbulo, cerrando las puertas de golpe con un estruendo ensordecedor. Sombras parpadeaban en la periferia de la visión de Priscila, y por un breve momento, podría haber jurado que vi una figura de pie en la parte trasera de la sala, un espectro drapeado en blanco, su propio rostro torcido de dolor y urgencia. Parpadeé, y la figura desapareció.El oficiante se volvió hacia mí, instándome a confirmar los votos, pero apenas vislumbré la fugaz sonrisa de Joseph—demasiado amplia, demasiado depredadora. El pánico recorrió mis venas, encendiendo una respuesta de lucha o huida. "Yo—" comencé, pero la palabra se me atascó en la garganta como si la misma esencia de Lucia me estuviera advirtiendo que huyera.Entonces, durante el caos, las luces parpadearon ominosamente, sumiendo la sala en la oscuridad y volviendo a la luz. Se escuchó el rumor de los invitados, sorprendidos ante el veloz apagón. Con el corazón acelerado, miré hacia atrás
La música y las risas del salón se desvanecieron lentamente detrás de nosotros a medida que Joseph cerraba la puerta de la biblioteca. El sonido del cerrojo resonó como un eco ominoso en el aire, y en un instante, me encontré atrapada en un espacio que parecía diseñado para guardar secretos.Joseph estaba cerca, muy cerca, su presencia era intensa y apremiante. Lo miré fijamente, sintiendo que mi corazón latía con fuerza en mi pecho. A pesar de los suaves destellos de felicidad que brotaban del banquete en el salón, una sensación de inquietud me envolvía, como un oscuro manto que no podía sacudirme.“Priscila,” comenzó, con esa voz que era música y veneno al mismo tiempo. “Sé quién eres. Sé que no eres Lucía.”Mi respiración se detuvo por un breve momento, mis palabras se atascaban en la garganta como espinas. “¿Qué… qué quieres decir?” me atreví a preguntar, aunque en el fondo sabía que Joseph no bromeaba. La revelación me helaba la sangre, un escalofrío recorrió mi cuerpo.Él dio un