Capítulo dos - El líder

Ubicación: La Isla

Mijaíl hace acto de presencia como siempre en la fiesta de la organización, aunque es bastante aburrida para él. Como siempre, todos los integrantes se presentan en la isla que les pertenece a Los elegidos.

Los cinco líderes de la organización hacen acto de presencia cuando Mijaíl llega, ya que él es por herencia, el único que está más arriba que los otros cuatro. Ya que, a diferencia de los cuatro líderes pertenecientes a otras regiones, Mijaíl Kosovo es descendiente del primer miembro de esa enorme organización.  

Los cinco se sientan frente al resto, en sus elegantes sillas sobre un escenario, mientras el celebrado elige entre las esposas de los miembros. Una vez que el iniciado escoge a una mujer que llevará a la cama esa noche la fiesta continua para el resto.

El señor Li se acerca a donde Kosovo se encuentra, y cuando este último se levanta, el anciano le pregunta por la salud de su esposa.

—Ella está mejorando. —Miente Kosovo, con una gran sonrisa.

—Me alegro, mi esposa también estuvo enferma un tiempo, y después de varios sustos se recuperó, pero la verdad es que no sé qué haría sin ella —indica el señor Li; es un hombre mayor al cual su padre respetaba mucho, pero ya casi no contribuye.

—Dígame, señor Li, escuché que su sobrino es abogado. Nos vendría bien otro en la organización —comenta Kosovo cambiando un poco el tema—. Además, supe qué piensa retirarse.

—Usted siempre está un paso delante de todos. —Ríe algo nervioso, al parecer él no puede controlar a su propia familia, al menos eso es lo que Mijaíl ha escuchado—. Mi sobrino no es un hombre como nosotros. Tiene sus propias ambiciones.

—Siempre las personas quieren algo de nosotros y estoy seguro, por lo que he escuchado, que él pronto nos pedirá ayuda. Así que, si es tan amable, le pediré que le ofrezca ocupar su lugar. Necesitamos sangre nueva en esta organización —le dice y lo despide luego de que toman un trago juntos, como indica la tradición.

Uno de sus hombres se acerca, al parecer debe volver a casa. Alexander no está pudiendo dormir en casa por tener algunas pesadillas. Mijaíl, toma un avión y llega por la tarde.

***

Ubicación: La Isla

Kosovo escucha desde la puerta cómo su pequeño hijo llora y pide por su madre. Va hasta su dormitorio y después de verlo, el niño corre hasta donde él está y lo abraza. Sus ojos están hinchados de tanto llorar.

—Disculpe, señor, no queríamos tener que llamarlo, pero anoche no durmió nada —dice su niñera y él le pide que salga del cuarto.

—¿Por qué haces que papá se preocupe por ti? —le pregunta a Alexander, y el pequeño le asegura que esa no es su intención—. Mamá está en el hospital, no se siente bien. Debemos ayudarla haciendo bien las cosas si quieres que se recupere.

—No quiero que mamá vaya al cielo. La abuela dice que desde ahí me verá mejor, pero si ya no puedo hablar con ella, no quiero —reclama su hijo con lágrimas en los ojos.

—Te aseguro que mamá estará pronto en casa, pero debes comportarte.

Mijaíl reflexiona sobre la conversación que debe tener con su suegra, quien volvía a hacer algo que no le había pedido. Tendrá que hablar con ella; sin embargo, primero debe asegurarse de que su nueva esposa esté lista para ocupar su lugar, ya que está seguro de que querrán verla pronto.

Ella ahora lo espera en su dormitorio; no iba a dejarla en el calabozo con los cadáveres de esos monstruos, por lo que les pidió a sus hombres que la trajeran y la encerraran ahí. Después de dejar a su hijo dormido en su cama, va a su oficina donde le entregan el nuevo informe y al verlo duda. No está seguro de si podría aceptar a esta mujer como sustituta para madre de su hijo. Está cansado, por lo que trata de ir al grano con ella. Al entrar en su dormitorio, los hombres que la cuidaban salen de ahí.

—Estamos en mi casa, así que si gritas o haces algún truco no dudaré en dispararte en la cabeza —le advierte antes de quitarle la cinta de su boca.

—¿Qué quiere? —pregunta ella aún con los ojos tapados.

—Quiero que finjas ser mi esposa por un tiempo —responde Mijaíl, y le quita la venda.

—¿Puedo negarme? —pregunta, parece más accesible que la vez anterior.

—Si te niegas, te asesinaré —le asegura, mientras busca uno de los platos que la cocinera ha traído—. ¿Prefieres dulce o salado?

—Salado —responde ella al sentir el olor de la comida, y él le da de comer en la boca una porción de huevo.

—Tengo reglas que si las rompes deberás pagar con tu vida. No son muchas y son sencillas —dice y le da otro bocado—. No puedes contradecirme delante de nadie. No puedes drogarte, beber alcohol o tener sexo sin mi permiso.

—¿Si me autorizas, puedo? —pregunta con ironía, y él la mira con malestar.

—No puedes interrumpirme. Hay mucho en juego, por lo que no deben descubrirte o mataré a esa persona; en caso de que sea más importante que el rol que tú cumples, te mataré a ti —le recuerda y sigue alimentándola—. Vestirás como te indique, aprenderás modales y toda la información que pida que sepas para desempeñarte correctamente. Te daré una tarjeta para que gastes en lo que te apetezca, y una vez al año te daré un millón en efectivo. Si haces algo mal, te descontaré cien mil cada vez; por cada mes sin errores, depositaré un millón para ti en una cuenta y cuando el año termine, se te entregará con tu pago anual. ¿Has entendido?

—¿Quién me garantiza que alguna vez dejarás que me marche? —pregunta con serenidad.

—Mi hijo tiene cuatro años, no entiende el concepto de la muerte. Tal vez en un par de años ya pueda asimilarlo y solo entonces podrás irte —le asegura—. Esto lo hago por él.

Una vez que ella termina de comer, Mijaíl desata sus muñecas y sus piernas para permitirle que vaya a ducharse y se cambie la ropa. Se ve igual a su esposa, incluso su mirada es similar, pero en esta mujer parece haber mucho dolor. Algo peligroso si no encuentra una razón para hacer que desee vivir.

El problema con las personas no es lo fuerte que se crean, sino a cuántas personas aman. Entre más personas tienes en esa lista, más vulnerable te vuelves. Y en su caso, eso ayuda a que hagan lo que él quiere, pero si no se aman ni a sí mismos, debe ir por otro camino, uno que no disfruta. Torturar a las personas es algo que prefiere no hacer, pero casi siempre obtiene buenos resultados.

Su padre decía con orgullo que Mijaíl se había convertido en el jefe sin corazón que todos en la organización anhelaban. Incluso tras la muerte de su esposa, el señor Kosovo casi no siente dolor, lamentable; pero preciso para ser uno de los más grandes jefes de la mafia rusa.

—Ya terminé de bañarme. ¿Volverás a atarme? —pregunta la mujer, quien viene con el pijama de su esposa puesto. Se ve hermosa.

—No, duerme y descansa. Mañana empezaré a entrenarte —le dice y sale del dormitorio cerrando la puerta.

Autora: Osaku

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