Capítulo tres - Obediencia

Ubicación: Rusia

Por la mañana, Mijaíl envía el desayuno para la mujer que se convertirá en su esposa. Después de que su hijo se levanta, salen a comer fuera. No quiere que por accidente ella diga algo y el pequeño Alexander la escuche. Así que pide que después de eso lo lleven a casa de sus abuelos y regresa. Al llegar, nota que sus hombres están alterados; al parecer, la mujer se ha escapado del cuarto y la están buscando.

—Maldita sea —espeta e instruye a sus hombres que registren el lugar. Mientras tanto, él va al patio a alimentar a Olga. Si esa estúpida mujer escapa por atrás y su tigresa alvina está hambrienta, seguramente morirá.

—Señor Kosovo, la hemos encontrado —indica su mano derecha, Iván.

—¿Dónde estaba? —pregunta Mijaíl y su empleado lo mira avergonzado—. Iván, dime por favor, ¿dónde la encontraron?

—Estaba durmiendo debajo de la cama —revela, y Mijaíl lo mira confundido—. Al parecer no había querido escapar, sino que no quiso dormir en la cama.

—¿No revisaron eso primero? —pregunta Mijaíl molesto.

—Lo siento, señor Kosovo, haré que los hombres se entrenen mejor —dice Iván y baja la cabeza.

—Llama al profesor que nos debía un favor, quiero que ella esté todo el día aprendiendo cuáles serán sus funciones —indica, mientras acomoda su ropa antes de ir a verla.

Una vez que entra en la habitación, dos de sus hombres la sujetan. Puede darse cuenta de que no luce como una mujer que acaba de despertar.

En realidad, ha tratado de escapar y al no poder, ha regresado al dormitorio, es inteligente.

—Déjenos a solas —dice, y toma una silla para sentarse frente a la mujer.

Ella trata de controlar su respiración, pero se nota el esfuerzo que hace para que Kosovo no se dé cuenta de cuál fue su plan. Pasan unos minutos hasta que la mujer que se parece a su esposa puede respirar bien y, aunque Mijaíl la sigue mirando, nunca dice nada. Ella empieza a entender que Kosovo es quien da las órdenes ahí.

—¿A dónde querías ir? —pregunta él, y sin tapujos la joven responde que pretendía escapar tras un descuido de su personal—. ¿Y por qué no lo hiciste?

—Eso no te incumbe —espeta ella y se cruza de brazos.

Él se pone de pie y va hasta donde ella está, descruza sus brazos y, tras tomarla del cuello sin hacer presión, observa su reacción. La mujer traga saliva, por lo que intuye que su actitud ha cambiado. Sin embargo, debe darle un mensaje.

—Si escapas, asesinaré a los niños del orfanato donde estuviste cuando tu madre te abandonó —indica, y el miedo aparece en su rostro. Mijaíl ha encontrado su vulnerabilidad y piensa explotarla—. Ahora serás una buena esposa y estudiarás duro. Te haré un examen esta noche; si no lo apruebas, te quitaré cien mil de tu recompensa anual, y si en dos semanas llego al millón, traeré a todos esos niños y haré que seas tú quien elija a cuál debo asesinar.

—Ellos no tienen nada que ver con esto —reclama enojada. Mijaíl nota que con su rostro contraído le agrada más, será cuestión de enfadarla cuando desee admirarla. Algo que no resulta difícil, al parecer—. ¿Crees que no puedo suicidarme para acabar con esto de una vez por todas? No seré eternamente tu rehén.

La joven lo está amenazando, algo que le quita una sonrisa imperceptible al rubio de ojos claros.

—Si te suicidas, también los asesinaré. Llevaré tu cadáver al orfanato y se los mostraré. Cada día tomaré a uno de esos niños y lo mataré; uno por uno hasta que el último de ellos vea tu cuerpo putrefacto y se orine encima o vomite del asco —le explica Kosovo, y los ojos de la joven al fin reflejan el terror. Él no le haría daño a un niño, pero ella no lo sabe. Tiene que mentirle si quiere conseguir que obedezca sus órdenes—. ¿Serás una buena esposa?

Ella empieza a odiarlo, eso lo hace feliz. La suelta y llama al instructor para que entre. Le da todas las indicaciones y le recuerda que, si falla, él pagará las consecuencias. De inmediato empiezan con las lecciones.

Ese día, Kosovo se dirige un rato a la oficina a firmar documentos y tomar algunas decisiones aburridas. Ahora que todo está encaminado, va a aprovechar para tener un par de reuniones que ha postergado. Bianchi quiere que se vean en un hotel para discutir algunos asuntos de la organización que Mijaíl dirige. Al llegar, se encuentra con una de las fiestas características de su colega.

—Bienvenido, señor Kosovo —saluda Bianchi cuando lo ve; dos mujeres que no son su esposa lo acompañan—. Espero que puedas tomarte un descanso, te ves agotado. Sé que tu esposa sigue enferma.

—Está mejorando, si todo sale bien en una semana estará recuperada —asegura Kosovo, y se sienta a escuchar las propuestas que tienen para la organización.

—¿Puedo acompañarlo, señor Kosovo? —pregunta una de las muchachas, y Mijaíl dice que sí.

Ella le sirve un whisky, y después de beberlo suspira. Necesitaba un trago; todos estos días ha estado muy tenso.

Al parecer, Manuel Sánchez, su representante latinoamericano, quiere empezar a distribuir una nueva droga en las calles. Es un nuevo afrodisíaco que causa que la persona que lo tome desee instintivamente tener relaciones y hasta no hacerlo, el calor del cuerpo no desaparecerá. A Mijaíl no le gusta la idea; podrían tener problemas con la prensa y los grupos feministas, ya que sería usado para abusar de mujeres.

—Me parece que debemos enfocarnos en lo que ya tenemos establecido —comenta Bianchi, rechazando la oferta sin negarse.

—Puedo organizar un grupo de prueba para que veamos cómo responde el mercado —responde Sánchez.

—No se trata de eso, si quieres venderlo, solo hazlo, pero no nos hagas partícipes. Sabes lo que pensamos y cuáles son las reglas; no podremos ayudarte —concluye Kosovo, y Sánchez lo mira como si le molestara que no desee distribuir su droga en su país.

—Entiendo, de todas maneras, los mantendré informados por si les interesa —insiste Sánchez, y Bianchi le muestra una lista de todos los distribuidores de afrodisíacos del mundo.

—Es un campo demasiado explotado y con pocas ganancias. Las personas que los utilizan pueden terminar en prisión, y eso hace que empiecen las investigaciones, por lo que se acercarían a nosotros, y es algo que no queremos —asegura Kosovo.

—Podemos contra quien se nos oponga —reclama Sánchez.

—Eso no quiere decir que tengamos que hacer el esfuerzo innecesario de enfrentarlos —Miller parece apoyar a Kosovo.

Miller es el representante de la organización en Norteamérica; él se encarga de Estados Unidos y Canadá. No se lleva bien con Sánchez, por lo que secunda la decisión de Kosovo decisión.

—Hablando de eso, tengo un par de candidatos para unírsenos —dice Miller, y muestra la lista. El sobrino del señor Li está en ella. Al parecer, Miller y él piensan lo mismo: Lisandro Cuartuco tiene el potencial de volverse uno de los grandes. ¿Será la manera de Miller de decirle a Sánchez que quiere que se retire?

Autora: Osaku

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