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Capítulo cuatro - El secreto de los Kosovo

Ubicación: Rusia

Mijaíl entra al dormitorio y encuentra a la mujer que será su esposa leyendo las notas. El profesor todavía está con ella. Kosovo los mira y les pregunta cómo van las clases; el profesor parece conforme, así que él empieza a hacerle preguntas.

—¿Cuál es tu nombre? —Ella lo mira y por un momento duda—. Si eres mi esposa no puedes dudar. Cien mil menos. Continuemos.

—Mi nombre es Elena Petrova, esposa del magnate Mijaíl Kosovo, única hija de Alexander Petrov y Tatyana Antonova. Tengo veinticinco años y mi cumpleaños es el veintiocho de febrero. Mi hijo se llama como mi padre, Alexander Kosovo; es el futuro heredero de la corporación Kosovo —responded ella, y lo mira como si quisiera asesinarlo.

—Alexander, ya que es tu hijo, ¿qué sabes de él? —pregunta con calma.

—Mi hijo nació el dieciocho de julio con solo siete meses de gestación por problemas que tuve mientras estaba embarazada. Tiene un trastorno del desarrollo y está siendo tratado por ello. Debe mantener una rutina y no puede enfrentarse a situaciones de estrés muy grandes. Por lo cual, tras enfermar su verdadera madre, has sido obligado a hacer que conviva más con sus abuelos maternos, ya que los paternos están muertos. ¿Te digo cuándo y cómo murieron mis suegros? —pregunta satisfecha.

Él toma su revólver y le dispara en la cabeza al instructor, quien cae al suelo inmediatamente después de que la bala sale de su cráneo. Mijaíl, mira su pie y se mueve al notar cómo la sangre empieza a acercarse a él. Ella lo mira asustada, sorprendida por su actitud.

—La información que aprendiste hoy es confidencial. Pocas personas conocen lo que tú sabes, y eso hace que sienta cierto recelo por ello. Nadie fuera del círculo familiar conoce la razón por la cual murieron mis padres o sobre la condición de Alexander. Por lo que debía asesinarlo. ¿Entiendes lo que eso significa? —le pregunta mientras se acerca a ella.

—¿Por qué lo enviaste para que me enseñara si sabías eso? Podía haberlo aprendido por mi cuenta —parece intrigada.

—Porque él me traicionó una vez y pensaba hacerlo de nuevo. Usé sus habilidades para que lograras aprender a estudiar y después lo eliminé, ya que sería capaz de usarlo en mi contra —explica Mijaíl, y vuelve a tomarla del cuello. Cada vez se parece más a su Elena—. Si alguien pregunta tu nombre, eres Elena, aunque eso signifique que te golpeen o abusen de ti. Di lo contrario y desearás estar muerta. Cuenta lo que aprendiste hoy a alguien y haré que vivas un infierno hasta que la familia Kosovo deje de existir.

Ella quita la mano de Kosovo de su cuello. Se aparta, toma las notas que ha hecho y las arroja al fuego de la chimenea en la habitación.

—¿No te cansas de amenazarme? —pregunta la nueva Elena, mientras se sienta para seguir leyendo.

—Solo quiero que entiendas cómo son las cosas, porque no suelo dar segundas oportunidades —le asegura Mijaíl, y llama a sus hombres para que alimenten a Olga con el cuerpo del traidor.

Después de eso, él va a su oficina. Ahí lo esperan las dos mujeres que Bianchi ha enviado como obsequio para hacerle compañía. Mijaíl espera desestresarse un poco antes de ir a buscar a Alexander a casa de sus abuelos.

—Señor Kosovo, estábamos poniéndonos ansiosas —indica una de ellas y se acerca a él—. ¿Puede jugar un rato con nosotras?

—Claro, aunque primero quiero saber qué es lo que Bianchi les ofreció para que vinieran aquí —reclama Mijaíl, mientras se quita el saco.

—El señor Bianchi no nos prometió nada, solo nos preguntó si queríamos tener la oportunidad de estar con usted —dice una de ellas. Odia que le mientan cuando tiene ganas de tener sexo.

—¿Esa será tu última respuesta? —pregunta Mijaíl, y las dos se miran, pero no dicen nada—. ¿Tú quieres lo mismo?

Toma su revólver y le apunta a una de ellas mientras se sienta en su silla. Las dos parecen nerviosas, aun así, no hablan.

—Salgan de mi casa y no dejen que vuelva a verlas o no dudaré en asesinarlas —espeta, y ellas toman sus cosas y se van. Iván entra y le pregunta por qué no le han gustado si son hermosas.

—Todas las rusas son bellas.

—¿Qué le pasa, jefe? —pregunta Iván, mientras le pasa unos documentos para que firme.

—Bianchi y Miller se han asociado. Los dos están esperando que me equivoque para tomar mi lugar. —Iván lo mira confundido. Él no puede ver a través de las personas como lo hace su jefe—. No es bueno que entre ellos se lleven bien. Tendré que poner a alguien en el medio para que sea mi aliado.

—¿Ha pensado en alguien ya? —pregunta Iván mirándolo a los ojos—. Claro que lo hizo, no sé ni por qué pregunto.

—Pídele a Irina que venga, necesito quitarme un poco de estrés.

Iván se lleva los documentos y sale. En ocasiones como esta, su esposa era un apoyo que no había sabido apreciar. Ahora debe caer en los brazos de una mujer distinta, una que solo complace sus deseos carnales.

Observa la foto sobre su escritorio. Alexander mira a la cámara; ahí tiene alrededor de dos años. Su pequeño hijo ha pasado por mucho a su corta edad, desde estudios interminables hasta visitas semanales a médicos, sin que ninguno encuentre la razón por la que no habla.

Después de mucho esfuerzo por parte de Elena y tras discutir mucho con él, su esposa consiguió la respuesta. El pequeño tiene un trastorno del desarrollo. A Mijaíl le costó aceptarlo, sobre todo porque esperaba que se hiciera cargo de todo cuando él muriera.

Si su abuelo hubiera tenido un hijo así, lo habría asesinado junto con su madre y se habría vuelto a casar para tener otro heredero con otra mujer. De hecho, su bisabuelo había enviado a su primera esposa al exilio, después de enterarse de que tendría una hija como primogénita. Según Mijaíl escuchó, en el camino ambas murieron misteriosamente. Meses después, el hombre volvió a casarse; así es su familia.

Autora: Osaku

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