Capítulo seis - Escapes

Ubicación: Rusia

Mijaíl, duerme con su nueva esposa cada noche desde que ella intenta escapar, lo que provoca que maldiga para sí misma. Ha notado que él tiene el sueño muy liviano, lo que dificulta detectar cuándo se queda dormido. Finalmente, después de unos cuantos días, Kosovo decide salir a cenar fuera, dándole una nueva oportunidad para intentar escapar nuevamente. Durante su ausencia, observa qué parte de la casa está menos vigilada, y se da cuenta de que el dormitorio de su hijo no tiene escoltas. Ella piensa que, si toma un par de sábanas, podría bajar por ahí. Si falla, pondrá en peligro la vida de los niños del orfanato en el que creció, por lo que no puede cometer un error.

Por otro lado, aunque ya ha memorizado toda la información que Kosovo le había dado y ha leído todos los libros que dejó para ella, ya ha pasado casi una semana. A una persona normal no debería llevarle mucho más tiempo, por lo que en cualquier momento volverá a ponerla a prueba y eso significa que no habrá retorno, puesto que Mijaíl será capaz de comprobar que ella sabe todos los secretos de su familia y jamás la dejará en libertad.

Elena abre la puerta y mira a su alrededor. Entre la hora de la cena y la de la limpieza encuentra un bache de quince minutos en los que nadie vigila su dormitorio, por lo que es necesario aprovecharlo si quiere irse. Llega a la habitación del niño a salvo. Su corazón late con mucha fuerza y no puede dejar de pensar en las consecuencias de ser capturada. Ese hombre es un monstruo para ella.

Elena escucha a una de las mucamas cerca, así que se esconde debajo de la cama del pequeño. Sin embargo, abren la puerta; está perdida. Si la descubren, se lo contarán a su jefe y será su fin. Trata de no hacer ruido; aún tiene tiempo, se dice a sí misma.

—¿Seguro que lo dejaste aquí? —pregunta la mucama.

—Sí, papá está apurado —responde el niño, y ella mira a su alrededor.

—No veo tus zapatillas, amo Alexander —reclama la mujer. Claro que no las verá, ya que están frente a Elena.

—Quizás estén debajo de la cama —sugiere la empleada, y Elena está segura de que ese será su fin—. Aunque con ese trajecito le quedarían mejor sus zapatos. ¿Qué le parece?

—Papá pidió que vista elegante. ¿Me llevará a ver a mamá? —pregunta el niño con ansias.

—No lo sé, pero hoy es el cumpleaños de su padrino, seguramente irán a la fiesta —responde la mucama, mientras se mueve en la habitación—. Ya está, sus zapatos le quedan muy bien. Ahora bajemos a esperar a su padre.

—No olvides traerme la foto de mamá —pide el pequeño Alexander.

—¿Quién dejó la ventana abierta? —pregunta la mucama y se escucha el ruido de llaves—. Ahora sí, vayamos, amo Alexander.

Elena espera unos minutos y sale de debajo de la cama. Olvidó cerrar la ventana antes de esconderse. Ahora no puede salir, ni volver a su dormitorio, puesto que han pasado quince minutos y los guardias tomaron sus puestos una vez más.

Está perdida, Kosovo sabrá que intentó huir y ya no la perdonará. Desea llorar, sin embargo, respira y trata de calmarse. Si pudo abandonar la casa de su padre a los trece años y vivir en las calles hasta conseguir trabajo, puede escapar de las garras de ese monstruo.

Elena se esconde en el vestidor del pequeño, el cual tiene muchísima ropa. Parece una tienda para niños, lo que le molesta, ya que según ella es un desperdicio. Mucho de eso les vendría bien a los niños del orfanato. Ellos sufren mucho el frío y la carencia de ropa de su talle. Elena había pasado cinco años ahí después de que su madre la abandonara. Finalmente, su padre la encontró y la llevó con él. Pensó que había sido salvada, pero estaba muy equivocada. Antes de tener su primer periodo ya había sido abusada por él en repetidas oportunidades. Decía que era el alcohol el que lo hacía verla como a su madre, y con ingenuidad Elena lo perdonó muchas veces.

Hasta que un día ella lo escuchó hablar con el hermano mayor de la joven. Ambos estaban bebiendo alcohol, se jactaban de las cosas que le harían. Según ellos, la preparaban para que cuando vendieran su cuerpo a otros hombres Elena no sintiera tanto asco.

Huyó de casa y fue a la policía. Contó lo que su padre le había hecho y después de comprobarlo con una médica fueron por él y lo encarcelaron. Sin embargo, la enviaron a casa a cargo de su hermano mayor. Quien no solo abusó de ella, sino que la golpeó hasta romperle un brazo y dejarla inconsciente.

Elena terminó hospitalizada después de ese suceso con su hermano. Aunque, primero tuvo que soportar que la amenazara, si hablaba sobre lo que le había hecho enviaría a sus amigos por ella y dejaría que le hicieran lo que quisieran. Por lo que cuando le preguntaron qué era lo que había pasado ella no tuvo más opción que mentir. Una vez que le colocaron el yeso, volvió a huir, recuerda Elena, mientras sigue dentro del closet del niño.

—El señor Kosovo pidió que no molestáramos a la señora. ¿No te parece extraño? —pregunta una de las mucamas que pasa por ahí.

—No debemos cuestionar al señor. ¿Quieres morir? —pregunta otra.

—Solo digo que si la señora está enferma ¿Por qué no está en el hospital? No deja que ni el señorito la vea. —Ellas parecen alejarse.

Elena saca de su bolsillo el reloj que le ha quitado al profesor que Kosovo asesinó delante de ella. Lo había mantenido oculto, pensaba venderlo para comprar un pasaje para irse lo más lejos posible. No solo a él lo había asaltado, tomó todas las joyas y tarjetas a los cadáveres que Kosovo dejó con ella. El padre y hermano de Elena no tenían mucho encima, pero el profesor sí. Incluso llevaba algo de dinero. 

Elena sale de la habitación del pequeño al ver que no hay nadie cerca. Se dirige hasta la alcoba de Kosovo, pero se encuentra cerrada. ¿Ahora como volverá a entrar? Alguien se acerca por lo que se esconde en la oficina.

—¿Quién es usted? —la voz de un niño proviene de detrás de ella, al darse vuelta ve a un pequeño de risos abundantes. Él parece sorprendido al mirarla—. ¿Mamá?

Alexander no duda en abrazarla y comienza a llorar. Un extraño dolor se apodera de Elena cuando trata de que la suelte y el pequeño se aferra más a ella.

Ella piensa en su madre por un momento, también se había sujetado de ella cuando la llevó al orfanato. Elena tenía la inocente idea de que, si no la soltaba, conseguiría que no la abandonara, así como en este momento hace Alexander.  

Autora: Osaku

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