—Alma… —susurro con un hilo de voz.—Señorita, despierte. Todo está bien —dice la voz de una mujer.—¿Dónde estoy? —pregunto sintiéndome mareada.Ella me dice que estamos en mi casa y que he estado durmiendo unos meses.—Su esposo quiere hablar con usted —me avisa la mujer. Aún tengo los ojos cerrados y siento cómo la saliva cae de mi boca por no poder cerrarla bien.Intento abrir los ojos por la insistencia de la mujer, y miro a donde ella me señala. Esta vez logro abrirlos un poco más, ya no están hinchados.—Amor, ¿recuerdas algo de lo que te pasó? ¿Crees que podemos ayudar a la oficial de policía? —pregunta el maldito de Bernardo.Sigo mareada y casi no puedo hablar. Aunque recuerdo exactamente lo que me ha hecho, muevo mi cabeza en señal de que no. Debo usar lo poco que queda de mí para proteger a mi hija.Los días pasan y por fin veo a Amanda. Ella me abraza con cuidado, ya que mi cuerpo sigue herido. He perdido dos dientes y mi espalda ha quedado rasgada a la altura de las costi
Salimos de la habitación en la que mi hija Alma se encuentra hospitalizada; el detective me dice que podemos encarcelar a D' Luca. Él y Rodrigo han juntado mucha información que lo incrimina.—Disculpe que se lo diga así, pero usted no sabe con quién está tratando —le digo y lo miro—. He vivido con esas personas, sé muchos de sus secretos y, aun así, puedo asegurarle que no sé cómo hacer que paguen por todo el daño que me hicieron. Lo único que podría hacer es dispararles en la cabeza con un arma y, aun así, no me sentiría satisfecha. Porque eso no les dolería.—Asesinarlos no nos devolverá a nuestros seres queridos —me dice el detective y yo sonrío.—No, pero tal vez sea la única manera de hacer que ellos dejen de llevarse al infierno a los seres queridos de otras personas —indico, y me siento en el pasillo—. Usted quiere llevarlos a juicio. Supongamos que lo logra. ¿Qué jurado será capaz de enjuiciarlos? ¿Cree que no son capaces de sobornarlos o amenazarlos? He visto a guardaespalda
Amadeo me ha dejado una vez más. Aunque esta vez no me siento desamparada ni triste. Solo quiero volver a dormir y lo hago. Belén me despierta y me pide que los acompañe a ella y a Rodrigo a cenar. Hace casi una semana que estoy en la cama, por lo que no me niego.—No soporto verte así —dice angustiada—. Además, tenemos visitas. Necesito que me ayudes con la cocina.Belén sabe que no voy a negarme, si me pide ayuda, por lo que me levanto y voy con ella. Una vez que llegamos a la cocina, nos ponemos a preparar la cena.—¿Quiénes vienen hoy? —le pregunto con curiosidad.—Van a venir unos amigos de Rodrigo y también el detective Arias —dice y me observa con picardía.—¿Por qué me miras así? —le pregunto confundida.—¿No viste que es un sex symbol? —me pregunta mientras hace unos gestos raros.—¿Y eso qué? —le pregunto sonriendo. Belén es muy graciosa a veces.—Sigues siendo la misma despistada. Él no te sacaba los ojos de encima desde que te vio el otro día —responde Belén, mientras me pa
Vuelvo a casa, después de esa reunión, con un pensamiento distinto y un plan. Al llegar, me recuesto en la cama. Sé por Amadeo que Bernardo ha enviado a Amanda a un internado, por recomendación de su padre. Al parecer, sin mí cerca, D' Luca teme que sea capaz de hacerle daño a Amanda. El detective Arias ya me ha contado que D' Luca está bajo la mira y si comete un solo error más, van a capturarlo, ya que nadie cree que alguien fuera de la familia me golpeara de ese modo y lograra entrar a la casa, siendo que esta tiene un sistema de seguridad sumamente sofisticado. No puede darse el lujo de matar personas en este momento.A la media hora, Bernardo está en casa. Entra al dormitorio y me mira sorprendido. No puede creer que haya vuelto.—Tania, estás aquí —dice y me abraza.Parece estar feliz de verme. Después de casi haberme matado, ahora se muestra protector. Trato de conservar la calma. Debo fingir ante él. Todos dependen de que Bernardo crea en mí.—¿Dónde estuviste? —me pregunta, c
Al Bernardo atender su teléfono, Mabel comienza a despotricar. Amadeo la ha abandonado y quiere la custodia de su hijo.—Seguro lo hace porque la puta de tu mujer volvió a revolcarse con él —grita Mabel al teléfono.—Deja de decir tonterías. Tania no se ha separado de mí ni un minuto. Ni siquiera llamó a Amadeo, eso te lo aseguro —dice Bernardo mirándome.Él cree saber todo de mí porque controla mi teléfono. Sin embargo, gracias a las habilidades de Rodrigo y su colega, Bernardo tiene los ojos vendados. Igual o peor que como él me había tenido durante estos años.—Mabel, si Amadeo ya no quiere estar contigo, es problema tuyo. No sigas metiendo a Tania en tus asuntos —indica y cuelga.—Bernardo, no le digas eso a tu hermana —digo nerviosa—. Si Amadeo deja a Mabel, nuestra hija estará en peligro.—¿Por qué dices eso? —pregunta confundido.—No puedo decirlo. No quiero más problemas con tu familia —le digo y lo abrazo.—Tania, amor —dice él, y siento ganas de vomitar. Ese maldito se atrev
Encuentro a Mabel en la sala de espera. El lugar está a oscuras y hace frío. No me gustan los hospitales, por lo que tengo que tratar de conservar la calma y respirar profundo para no perder el control. Me siento a su lado y me quedo en silencio. Tengo que evaluar muy bien lo que voy a hacer y cómo voy a actuar. Aunque haya pensado en todos los posibles desenlaces, esto no es un juego, algo puede salir mal y arruinar nuestros planes. Las vidas de más de diez personas están ligadas a la mía a partir de ahora y hasta el final.—¿Familiares de Lascialandare? —pregunta un hombre. Es el cirujano.—Sí —dice Mabel poniéndose de pie antes que yo.—Soy su esposa —indico y me levanto lentamente.—Necesito que hablemos en privado —dice el médico, pero Mabel lo detiene.—Soy su hermana. Merezco escuchar —reclama ella tratando de imponerse, pero el médico le pide que espere fuera. Esto enfurece a Mabel.Al entrar a la sala de urgencias, pasamos por un pequeño pasillo y terminamos en una oficina. A
Toco el timbre del departamento de Amadeo y espero. Llevo una valija con ropa para varios cambios. Esto me pone nerviosa. No es algo que tengo ganas de repetir con Amadeo.—Hola —me dice él al verme. Yo paso y apoyo mi valija en el suelo.—¿Estás seguro de que tus vecinos no nos verán? —le pregunto algo incómoda.—No lo sé. Pero en la mañana no suele haber nadie en el edificio —me dice como si le molestara mi pregunta—. ¿Cómo se supone que haremos esto? ¿Y ahora qué? —me pregunta Amadeo y no sé qué decirle.—No sé, supongo que solo debemos hacerlo —indico incómoda.—No me siento cómodo sabiendo que nos están viendo —dice él y yo sonrío.—Supongo que Rodrigo no lo verá. Es solo lo que necesitamos para que Mabel crea que seguimos juntos —digo inquieta.—Hubiera sido más fácil antes —dice él y suspira.—Lo sé, pero tenemos que hacerlo. Si quieres la custodia de tu hijo para ti, solo hay que convencer a Mabel de esto —digo y coloco su mano en mi pecho.En ese momento suena mi teléfono cel
—¿Dónde está mi hijo? —dice Alfonzo cuando me ve en la puerta de la habitación de Bernardo.—Los médicos entraron porque empezó a convulsionar —digo como si me sintiera afligida.Él abre la puerta y al ver cómo tratan de reanimar a su hijo se queda paralizado. No pienso que un monstruo como ese pueda tener sentimientos. Aunque al parecer no es invencible. El poder observar el dolor en su rostro es impagable, como sus ojos pierden la esperanza. Así como lo he hecho yo en varias oportunidades. Como tantos otros han sido privados de sus seres queridos por este demonio infernal y ahora tengo el placer de verlo sufrir.El corazón de Bernardo deja de latir. Nadie más que sus hombres, esos en los que Alfonzo ha confiado su vida tantos años, han sido los responsables de dejarlo sin su hijo. Su primogénito ahora descansa en el infierno. Algo que me hubiera gustado que tardara más de cuarenta días, pero yo no voy a meterme entre ellos y su destino.El día del velorio Mabel no puede estar presen