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Capítulo 4

AZURA

Dos semanas después…

La alarma de mi despertador hace que abra los ojos de golpe, giro mi cabeza para verificar la hora y caigo en cuenta de que son las seis de la mañana, levantarme tan temprano un domingo, no era mi idea favorita, pero desde aquel incidente en la casa de Rayan, mi mejor amigo me ha impuesto un castigo, y es correr todos los días durante un mes con él, según sus nervios, eso calmara mi ansiedad sexual.

—Ni de coña —frunzo el ceño y vuelvo a cubrirme con la sábana, mis padres nunca estaban en casa, eran abogados y por lo general se la pasaban metidos hasta el cuello en sus casos, o viajando por trabajo, así que no había por qué levantarme temprano, Rayan podría sobrevivir a un domingo sin mí.

Mis parpados comienzan a caer pesadamente de nuevo, adentrándome a un sueño profundo, cuando el ruido de un silbato hace que me incorpore rápidamente.

—¡Joder! —exclamo viendo el rostro de Rayan lleno de diversión.

—¿Puedo saber por qué no estás afuera corriendo con tu mejor amigo? —dice sin perder tiempo, deslizando la sábana que hasta hace apenas unos segundos, cubría mi cuerpo.

—No quiero correr —respondo con urgencia en mi voz.

—Lo harás —afirma cruzándose de brazos.

—¿No crees que ya he tenido suficiente? —Pongo los ojos en blanco y me levanto, no reparo en mi atuendo y no es que me importe mucho, solo llevaba unas pantaletas rosas de encaje, y una de sus camisetas sin mangas que prácticamente le había robado hace una semana cuando vino a quedarse a dormir conmigo—. No estaba haciendo nada malo.

Entro al baño y comienzo mi aseo bucal, Rayan se detiene justo debajo del umbral de la puerta, siento su mirada llena de filosas dagas disparando hacia mi dirección, pero decido ignorarlo, solo es otro día de esos en los que se comporta como un imbécil protector, pero en el fondo me agradaba. Solo que no podía y no quería aceptar la ligera pero muy notoria atracción que sentía por él.

—¿Sigues molesto? —Pongo los ojos en blanco y termino de cepillar mis dientes—. No es como si fuera pecado querer tener sexo con mi novio.

—Mi primo es un cabrón que solo busca meterse en tus bragas —señala y a través del espejo puedo ver su reflejo, su mirada iba directa a mi trasero, fue entonces que en sus ojos note un pequeño destello de lujuria, Rayan jamás me había visto de esta manera.

—Sigo sin ver qué hay de malo con eso —encojo los hombros—. Es mi novio, lo cual quiere decir que puedo hacer con él cosas que hacen los novios normales.

Rayan resopló.

Pase por su lado y sin dirigirle una sola mirada, caminé hasta mi closet, busqué unos shorts azules; unos que volvían loco a Eithan, los combiné con una blusa de manga larga y escote en forma de "V" y unos converse negros de botín.

—Solo te cuido —dijo y se notó a la defensiva, pero decidí ignorarlo y cambiarme frente a él—. ¿En serio?

—¿Qué?

—¿Piensas cambiarte de ropa, frente a mí? —enarcó una ceja con sorpresa.

Giré los ojos y seguí con lo mío sin pudor alguno, ¿por qué actuaba así? Rayan siempre había sido pesado cuando de mí se trataba, pero estos últimos años se convertía poco a poco en un capullo insoportable. Sabía que tenía amenazados a todos los chicos de la escuela para que no se me acercaran, según sus palabras, nadie era digno de mí, aún me sorprendía que me dejara salir con su primo Eithan.

Rayan fue mi primer amor, cuando íbamos al jardín de niños cometí el error de declararle mis sentimientos, ¿lo que conseguí? Un empujón y que me dejara de hablar por una semana, así fue como probé el dulce amor infantil y el desamor. Desde ese día decidí que nunca le diría sobre mis sentimientos hacia él, y en cambio, concentré toda mi energía en otros chicos.

«Vamos, en el fondo sabes que te sigue gustando»

¡Maldita voz en mi cabeza!

—¿Por qué no? —no le presté la menor atención a mi voz mientras me agachaba a propósito sobre mi cama, fingiendo buscar algo—. Conoces mi cuerpo mejor que cualquiera, nos bañábamos juntos ¿recuerdas?

—Sí, lo recuerdo perfectamente —asintió lentamente con la cabeza, sosteniendo mi mirada—. Pero eso era cuando no tenías tetas, o un culo estrecho, tal vez soy tu mejor amigo, pero soy un hombre, Azura, ten en cuenta eso la próxima vez que finjas recoger algo del suelo con la intención de que vea tu trasero.

Santa m****a, se dio cuenta.

Tratando de ocultar el rojo carmesí que se alojó en mis mejillas, me giré con pereza hacia él, ya había acabado de vestirme, lo conocía, si me ocultaba como una niña pequeña y avergonzada por lo ocurrido, él no dejaría de molestarme. Mis ojos repasaron su cuerpo bien construido y sin pensar me mordí el labio inferior.

Rayan era apuesto; metro ochenta de masa muscular, alto y de ojos azules como la brisa del mar, era el típico chico que va pavoneándose por la escuela con una de esas sonrisas tipo "Soy el regalo de Dios para el mundo" y que aparecía con una chica colgada del brazo cada día, aunque la principal se llamaba Daria. Todo lo contrario a mí, era delgada, pero con curvas, mi cabello castaño claro en ondas llegando hasta mis pechos, hacía juego con mis ojos avellana, y mi rostro en forma de corazón, Rayan siempre me repetía que era como una pequeña muñequita. Su muñeca.

—Eres mi amigo, nunca pasará nada y sé que no soy tu tipo precisamente —bufé terminando de arreglarme.

—¿Y puedo saber cuál es mi tipo? —su voz burlona generó un rubor en mis mejillas, pero no me iba a dejar amedrentar en mi propio cuarto.

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