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Capítulo 6

RAYAN

Tenía que controlarme, siempre he sabido que si se trata de Azura, me convierto en un jodido padre controlador, la deseaba desde que la vi desnuda por primera vez a los dieciséis años, pero había sabido mantenerme a raya, incluso permití que el maricón de mi primo Eithan saliera con ella bajo amenazas que estaría muy feliz de cumplir, hasta ahora, saber que Azura estaba tan decidida de acostarse con el gilipollas de Eithan, hacía que la sangre me hirviera, así que si quería jugar, lo haríamos. 

Me sentó mal lo que hice, enviarla a la casa de mi puto primo solo para que viera que no es el mejor novio del mundo, había sido una idea fenomenal, hasta que se me olvidó reparar en el corazón roto que vagaría por allá fuera. Y ahora estaba frente a una puta de la escuela con la que solía follar para sacar mi estrés. Y porque era la única que soportaba el tamaño de mi verga, y que callaba cuando follando la nombraba Azura. 

La mayoría de las chicas se quejaban de dolor cuando me adentraba en ellas y mi pene chocaba con las paredes de su útero, las abría y eso las hacía chillar de dolor y luego de placer, hasta ahora solo Marisol, la puta que me veía con ojos de amor, era la única que me dejaba picarla hasta el fondo. 

—Has venido —dijo Marisol con una sonrisa de lado a lado, llevando puesto solo un corto vestido rosa chillón. 

—Estoy estresado, así que ya sabes la rutina —espeto con firmeza. 

—¿Problemas en el paraíso? 

—No es tu puto problema. 

Estábamos en su casa, Marisol se colocó a horcajadas sobre mí, mientras permanecía sentado en una de las orillas de su cama. Ella no era Azura, pero funcionaba bien para mí por el momento. Inclinó su cabeza hacia atrás, y aproveché la oportunidad para hundir mis labios en su cuello descubierto. 

La piel de Marisol era tentadora, amaba lamerle el cuello porque salían sonidos guturales de su garganta. Incluso podía verme como un jodido enfermo al decir que podía sentir incluso la sangre caliente y llena de deseo y lujuria, corriendo por sus venas palpitando justo por debajo de su piel pálida. Era una puta tan zorra, pero a la vez tan dulce y confiada, el paquete completo para una chupa pollas. 

—Desde la última vez que estuvimos juntos… —comienza a decir pero hago que se calle, poniendo un dedo sobre sus labios. 

—Jamás hemos estado juntos, no digas estupideces —me apresuro a decir incapaz de ocultar la rudeza de mis palabras—. Tú y yo solo follamos, nada más. 

Marisol hizo una mueca de silencio. 

—Lo sé, me refería a que pensé que no volverías a buscarme después de que se corriera el rumor de que Daria es tu chica formal —me explica con palabras tropezadas.

—¿Y si lo fuera qué? Eso no es asunto de nadie. 

—Sí, solo… Pensé que ya no me dejarías besarte o tocarte —musitó con ojos llenos de deseo. 

Las palabras sobraban, necesitaba descargar mi furia en un buen coño, y el de Marisol no era de calidad pero sin duda eso funcionaría, mejor coño fácil que nada, no tenía tiempo para esas mierdas de sentimentalismo. 

—Follemos —gruñí. 

Marisol me dio una respuesta al tomar mi mano que se apoyaba en su cintura, para luego poco a poco empujarla hacia bajo. 

«Zorra» 

No pude desperdiciar la oportunidad, con un movimiento rápido levanté su vestido y deslicé mi mano por debajo de la tela que estaba lejos de ser suave. Cerrando los ojos e imaginando que era Azura la que estaba en aquella habitación, dejé que su aroma me guiara hacia la cálida humedad, que se encontraba entre sus muslos, tocando sus bragas húmedas con la mano. 

—Azura… —susurré, mi cabeza era un tornado de emociones que distorsionaban mi realidad. 

—Rayan, no me importa, piensa que soy ella —Marisol tiró ligeramente de mi—. Imagina que soy ella, hazme lo que le harías a ella en estos momentos. 

Abrí los ojos de golpe, formándose un cúmulo de ira en mi garganta. Nadie podía estar a la altura de Azura, eso era seguro. Más sin en cambio… Necesitaba ese juego. 

—¿Eso es lo que realmente quieres? 

—Sí —gimió ella abriendo sus piernas para mí—. Soy Azura… 

Sin esfuerzo, mi mano se deslizó dentro de sus bragas y viajé en los húmedos pliegues de su sexo. 

—Azura, estás tan mojada —digo, dejando que la irrealidad y la admiración colorearan mis palabras. 

—Eres el culpable, Rayan —su voz estaba llena de diferentes tonos que demostraban el alto nivel de excitación de la que era dominada. 

Era una m****a tener que imaginarme a mi mejor amiga y no poder follarla como deseaba, pero era la única chica que me importaba de verdad, y lo mío no eran las relaciones, así que… A la m****a con el amor, la desearía de lejos, para mí era más importante su amistad, aunque… No dejaría de fantasear con ella.

—Azura —repetí—. Anoche estuve soñando con estar dentro de ti, de anhelar sentir tus músculos tensándose alrededor de mi verga cuando acabaras. No puedo pensar en otra cosa más que en picarte hasta el fondo. 

—Hazlo… Hazme tuya… 

Y era cierto, últimamente no había podido dormir, pensando en todas las cosas que le podría hacer a mi mejor amiga. Marisol inclinó su pelvis hacia mí en una invitación silenciosa. Ella dejó escapar un gemido y me pareció lo más excitante del mundo. Así que lentamente moví un dedo hacia su acogedora abertura, estaba tan apretada… 

—Joder… —tensé la mandíbula. 

—Fóllame. 

Utilicé mi pulgar para encontrar su clítoris y acariciarlo. Mientras que con otro dedo jugaba y lo introducía en su sexo. 

—Así, justo así —Marisol dejó caer su cabeza sobre mi pecho. 

Cerré los ojos y la imagen de Azura de esta mañana, con bregas de encaje rosa, y la vista de su trasero redondo, en forma de corazón, firme y estrecho, vino a mi como vendaval llevándome a una vorágine en donde solo tenía un objetivo, penetrarla, ser el primero en abrirla y partirla en dos. 

—Azura, Azura… —solté un ronroneo. 

—Mmmm. 

El cuerpo de Marisol se mecía con el mío, con un ritmo seductor. Me permití extender su carne, y exponer su fruto inflamado a mis dedos ansiosos. Apretándola ligeramente para enviar más sensaciones que atravesaran su cuerpo, ella era una zorra tan fácil de leer, reaccionando de manera tan directa a cada uno de mis movimientos, por eso era mi favorita para follar, Daria solo era una puta vaca que abría las piernas esperando a que yo hiciera todo el jodido trabajo. 

—No voy a parar hasta que acabes aquí mismo, zorrita —le susurré al oído—. Quiero sentir tu orgasmo atravesando tu cuerpo y quiero ser la razón de ello. 

La idea de hacerla acabar me excitaba más, entonces imaginé que los ojos de Azura me veían y casi me vengo. Mi pene estaba presionando firme. 

—Oh Dios —ella gimió sin aliento. 

Yo masajeé su clítoris, siguiendo los movimientos de su cuerpo, acelerando a medida que su ritmo aceleraba. Ahora dos de mis dedos estaban dentro de ella y se movían rítmicamente adentro y afuera, por lo que ella suspiró más fuerte, mientras que mi dedo en su clítoris hinchado, se movía rápido siempre y sin cesar. 

Me di cuenta cuando su respiración cambió, su cuerpo se tensó y sus movimientos se convirtieron en ráfagas cortas. Disfruté de la forma en que su cuerpo reaccionaba a mi tacto. Mis dedos estaban empapados de sus jugos, y el calor hizo que mi pene ya duro, anhelara la liberación. 

—Eso es, zorra, justo así. 

Ella montó con ganas mis dedos, como un jinete con experiencia. Tenía la piel enrojecida, su pulso se había acelerado, y yo casi podía oler la sangre caliente corriendo por sus venas, justo debajo de la piel donde sus labios se aferraban a su cuello, succionando suavemente. Todo su cuerpo era una fibra anhelante de lujuria y lascivia. 

Mis manos se movían más rápido, haciendo coincidir su ritmo. Podía sentir los estremecimientos pasando por su cuerpo, las olas, y luego los músculos de su interior apretándose alrededor de mis dedos en espasmos cortos, haciendo llover más líquido en mi mano, mientras se venía. Lentamente calmé su mano para dejarla cabalgar hasta su clímax. 

Deslicé los dedos hacia fuera y me los llevé a la boca, lamiendo su excitación fuera de ellos, consciente de que ella me miraba con su aliento entrecortado. 

—Azura sabría mejor —dije en un repentino deseo por probar los jugos de mi amiga y no los de Marisol. 

«¿Pero qué coño estás haciendo?» 

—Métemela toda, Rayan —pidió ella. 

Y estaba a punto de responder, cuando mi jodido móvil comenzó a sonar con una maldita canción de Justin Bieber. 

—¿Te va ese maricón? —Marisol enarcó una ceja con incredulidad. 

Azura debió haber cambiado mi tono, siempre lo hacía. 

"Te mataré pequeña sanguijuela" 

—Calla —espeté con firmeza sacando mi puto celular de uno de los bolsillos de mis jeans. 

¿Cuánto tiempo había pasado? Después de salir de la casa de Azura fui a un bar a beber algo, después a mi casa para masturbarme pensando en mi mejor amiga, y ahora estaba aquí, intentando follar un culo rico, ¿quién era tan estúpido como para molestarme? 

Cuando desbloqueo el móvil, aparece al instante una foto en donde Azura y yo estamos abrazados, es mi favorita y es del año pasado, no puedo evitar que mi polla se endurezca imaginando sus labios carnosos alrededor de mi verga, succionando y lamiendo como una posesa. 

Veo que me llega una jodida notificación de F******k, entró rápidamente y aparece un puto video, pero no cualquier vídeo, en él se aprecia a mi mejor amiga bailando sensualmente con un tipo que no conozco. El chico la rodea con sus asquerosos brazos y ejerce fuerza en su agarre contra sus caderas.

Acaba el video y puedo ver los comentarios de los imbéciles, diciendo que estaba buena y que ahora volvía a estar en el mercado… Espera ¿qué m****a? Mi cerebro comienza a regresarme a la vida, si Azura se encontraba en un jodido bar, bailando con un tipo, seguramente estaba ebria, lo que equivalía a que mandó a la m****a a Eithan.

—¡Puta madre! —exclamo y comienzo a alistarme para largarme. 

—¡Espera! —Chilló Marisol—. Se supone que me cogerías. 

—Lo siento, hoy no, nena —digo rápidamente. 

—Pero ¿adónde vas? —cuestiona Marisol recuperándose del orgasmo que le hice sentir con mis putos dedos. 

No respondo, pensar en ella con otro me enfermaba, todos tenían prohibido siquiera posar sus ojos en ella, no había duda que ese chico estaba muerto, había firmado su muerte en el instante en el que la tocó. Conocía ese bar, estaba a quince minutos de aquí, tomé las llaves de mi auto que había dejado en la mesita de noche de Marisol, y me dirigí hacia la puerta.

—Rayan, ¿qué haces? 

La sangre me hervía. La adrenalina recorría todo mi torrente sanguíneo y mi corazón se aceleraba con cada segundo. 

—Voy por lo que es mío. 

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