Capítulo 91. Cuándo y cómo debemos luchar

La mayor encrucijada que Ana había enfrentado en su vida.

Graham la miraba con esos ojos color caramelo, se veía triste, necesitado de un abrazo y las manos de Ana ardían por tocarlo.

Por darle consuelo, por escucharlo reír, por sentir sus dulces caricias.

“Aunque no te ofrezco nada”

Qué declaración tan cruel, Ana podía darle puntos por sincero, por poner sus cartas sobre la mesa en un tentador: “tómame o déjame”

—Ya este vals lo he bailado —susurró Ana.

— ¿Cómo? Lo siento, no te he entendido.

Ana negó con la cabeza.

—Pues no importa, te entiendo yo y con eso basta.

—No Ana, no me entiendes.

—No me ofreces nada, es lo que esperaba… No ¿Sabes qué? No era lo que esperaba, porque comenzamos siendo solo sexo y era perfecto, ni siquiera hablábamos el mismo idioma, pero te empeñaste en entenderme, en escucharme y en hacerme sentir especial.

—Lo siento, pero las cosas me sorprendieron también.

—Entonces no ha pasado nada, sigue con tu vida y yo con la mía.
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