Graham escuchó que tocaron a la puerta de su habitación. Abrió y era Ana. — ¿Qué haces aquí? —Preguntó él. —No viniste a mi habitación —respondió ella. El sonido de pasos acercándose por el pasillo los sorprendió y Graham la metió a su habitación antes de que alguien los viera. Ana miró a su alrededor, nunca había estado en la habitación de Graham, desde que estuvieron la primera vez casi todas las noches él iba a su habitación. Ana aparentaba ser una chica liberal, y lo era, hablaba sin tapujos y a menudo era cínica, pero en realidad escondía los sentimientos de una chica sensible y demasiado romántica. Se concentró en el crucifijo que tenía sobre la cama y el rosario que él llevaba en la mano. — ¿Estabas rezando? —Preguntó ella desconcertada. Graham por un momento no entendió, entonces se dio cuenta que no había soltado el rosario. Le hizo señas para que se sentara en el sofá, él se quedó de pie y puso el rosario en la mesa de noche y lo cambió por el
Gavin despertó sintiendo un cuerpo suave y cálido pegado a él, sin abrir los ojos recordó los acontecimientos de la noche pasada y sonrió feliz. Abrió los ojos y vio el cabello oscuro enmarañado sobre la almohada, apretó su cintura y se regocijó cuando Marina aun dormida echó su trasero atrás. Ella era adecuada para él en todo sentido carnal, su cuerpo se amoldaba a él, su pasión lo avivaba, solo de sentirla su entrepierna reaccionaba Deslizó su pierna entre las de ellas y se estremeció cuando ella escondió sus pies fríos debajo de sus piernas. — ¿Tienes frío? —Le preguntó pegado a su oreja, Marina asintió. Gavin se sentó en la cama y observó la chimenea. Se veía tan ajena sin el retrato de Sofi. No pudo evitar que un destello de tristeza ensombreciera su buen humor, pero fue reemplazado por felicidad cuando sintió la mano de Marina deslizarse por su espalda. Encendió la chimenea con el mando a distancia y volteó a ver a Marina, la razón que lo hacía sonreír d
Gavin se quedó sin palabras, estaba sorprendido por lo perspicaz que era Marina y admite que era su plan, pero ahora no quiere pensar en eso. Menos quiere que ella lo analice, así que se dedica a besar su cuello y clavícula, acariciar su cuerpo y frotarse contra ella para distraerla. —Marina, dijimos desde cero, y lo dije en serio, si resulta que no podemos entendernos y lo nuestro debe terminar, saldrás de mi vida con una enorme compensación monetaria y empezarás de nuevo de cero; en el país que elijas. —Pero sin mi hijo, él es un MacLeod y querrás que se quede aquí recibiendo entrenamiento. Gavin dejó salir el aliento. —Marina, tienes suficiente tratando de dilucidar tu pasado, no trates de adivinar tu futuro —Gavin rio—. Bueno, al menos que quieras pasarte los días con Marisol leyendo tu fortuna… —No es gracioso Gavin. Él afirmó mirándola con ternura. —Tienes razón, no es gracioso, nuestra vida puede volverse un enredo, tú y yo con las piernas entrelazadas n
Como Gavin dijo los ingenieros llegaron para acomodar la carretera. Los miembros del clan MacTavish estaban contentos y con buena expectativa ya que en esta ocasión la desgracia no los había perjudicado, para los Cameron la historia era diferente. Marina y Gavin acompañaron a Marisol y Finn a su casa, gracias a que los obreros con máquinas habían despejado las vías menos dañadas. Fue entonces cuando presenciaron los destrozos del clan Cameron. Marina tomó la mano de Gavin y no hacía falta que dijera lo que pensaba, era exactamente lo que pensaba Gavin. Las condiciones del pueblo Cameron eran muy duras. Ni siquiera Gavin que estuvo ayudando se había percatado, y es que en ese momento todo era un desastre, pero ahora después de que el polvo se había asentado se daba cuenta que la pobreza no era algo producto de una tormenta. En la casa de los Sinclair recibieron a Finn entre abrazos y risas, en cuanto a la colorida Marisol también la abrazaron, pues aunque era gitana l
Con la partida de los hermanos segundos al mando las tareas de Gavin se multiplicaron, pues no solo estaban los problemas cotidianos del clan, también estaba el asunto de los otros clanes. Pero Gavin recibió ayuda, nada más y nada menos que de Ewan MacTavish y dos extranjeras. Los ancianos no estaban nada contentos. Marina y Ana sin la incomodidad de encontrarse con Camila se dedicaron a ayudar. Marina detrás de una computadora haciendo diferentes planes de crecimiento financiero y Ana dándoles una sonrisa y un motivo de alegría. Y es que a todos los seres humanos sin distingo de credo y cultura nos gusta vernos bien. Entre la tragedia que dejó la tormenta, el estrés de estar todos juntos y el compromiso de trabajar para arreglar las cosas, Ana en el estudio de la señora del castillo había instalado su salón de belleza y daba un toque inspirador cortando cabellos y dejando a cada persona que pasaba por su silla agraciado y bien tratado. Al principio estuvieron escé
Gavin abrazó a Marina y al igual que ella sentía pánico, que el mundo entero le caía encima, pero él era un hombre. Acostumbrado a ser quien diera energía, no podía derrumbarse, Marina y Cris lo necesitaban. —Yo también tengo miedo Marina —admitió en un hilo de voz—, pero no podemos dejar que Cris lo vea —Marina afirmó—. Debe vernos fuerte y con seguridad para que él esté tranquilo. Gavin limpió las lágrimas de Marina. —Ya no llores —continuó—. O Cris notará tus ojos hinchados, vayamos a bañarnos. Ambos se desnudaron y se metieron al jacuzzi, Marina se recostó en el pecho de Gavin y él frotaba su espalda con la esponja. Se detuvo en el tatuaje de Marina, estaba entre las costillas. — ¿Recuerdas cuando te hiciste el tatuaje? —Preguntó con curiosidad. Marina afirmó. —Tenía 17 años, me aseguré que quedara oculto, por si me convertía en una brillante empresaria, pero mi sueño era ser artista, viajar por el mundo con mi violín, pero ya sabes, que un artista haga
La mayor encrucijada que Ana había enfrentado en su vida. Graham la miraba con esos ojos color caramelo, se veía triste, necesitado de un abrazo y las manos de Ana ardían por tocarlo. Por darle consuelo, por escucharlo reír, por sentir sus dulces caricias. “Aunque no te ofrezco nada” Qué declaración tan cruel, Ana podía darle puntos por sincero, por poner sus cartas sobre la mesa en un tentador: “tómame o déjame” —Ya este vals lo he bailado —susurró Ana. — ¿Cómo? Lo siento, no te he entendido. Ana negó con la cabeza. —Pues no importa, te entiendo yo y con eso basta. —No Ana, no me entiendes. —No me ofreces nada, es lo que esperaba… No ¿Sabes qué? No era lo que esperaba, porque comenzamos siendo solo sexo y era perfecto, ni siquiera hablábamos el mismo idioma, pero te empeñaste en entenderme, en escucharme y en hacerme sentir especial. —Lo siento, pero las cosas me sorprendieron también. —Entonces no ha pasado nada, sigue con tu vida y yo con la mía.
Amaneció un nuevo día y como de costumbre Marina fue a despertar a su hijo. Él siempre la esperaba despierto, recibían el día entre risas y juegos, con hambre devoraba el desayuno, le contaba interminables relatos de sus juegos con otros niños, y hacía análisis profundo de sus propias conclusiones de la vida usando su lógica inocente. Pero hoy la habitación de Cris estaba en silencio, excepto por el sonido de la respiración entrecortada del niño. Marina y Gavin se encontraban en una esquina, susurrando acaloradamente para no despertar al niño. —No todos los días amanecemos con la misma energía —insistió Gavin, pero al igual que Marina sabe que no es usual, pero debe mantenerse optimista. —Lo desperté y apenas me vio y volvió a dormir, y ayer se durmió temprano. —Pero no tiene fiebre o indicio de que algo esté mal —opinó Gavin. — ¡El cáncer es lo que está mal! —Marina se calmó y miró a la cama de Cris percatandose de no despertarlo—. Está débil, Gavin, y ni siquiera