Elaine trago duro, mientras sostenia con firmeza su mirada al frente. No se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo a su alrededor, ciertamente el mundo bien podría haber dejado de girar.—Elaine, respira—le dijo Fenrryr al oído, mientras se inclinaba delicadamente hacia ella, sujetándole la mano, intentando traerla de regreso al mundo de los vivos.La princesa parpadeo, volviendo a la realidad. Frente a ella, las personas vitoreaban y silbaban a medida que los caballeros iban ingresando. Todos con escudos y títulos nobiliarios, representando a sus casas y sus estandartes.—Gracias—fue lo único que ella dijo en respuesta, mientras se obligaba a si misma a sonreírle a la gente, aunque el espíritu de la victoria no estaba en ella.Fenrryr no le quito la mano de encima, el sabia perfectamente que necesitaba de su apoyo y eso estaba haciendo. Elaine necesitaba un amigo, ahora mas que nunca, y el no le fallaría a ella… no le fallaría a Damino.Ambar habia sido encerrada y sentenciada a muer
Todo parecía tan irreal y mágico. Elaine no acababa de creer que eso fuera real, que todo en verdad estuviera ocurriendo.La princesa esperaba en su cuarto, sonriendo a nadie realmente con lagrimas en sus ojos.El sonido de pasos resonó, y al cabo de algunos minutos ingreso Damino del cuarto de baño, con solo unos calzoncillos puestos mientras que su cabello seguía desprendiendo pequeñas gotas de agua que salpicaban todo a su paso.Al observarlo, Elaine no pudo evitar llorar nuevamente. Esta vez, el príncipe se acerco a ella, mientras besaba tiernamente sus labios y luego su cabeza, elevando su menton para que lo mirara a los ojos.—Estoy aquí—dijo el con una sonrisa en sus labios—, volvi a ti.—Te crei muerto—susurro ella, sin poder apartar sus ojos de los de el.La sonrisa de Damino se suavizo, mientras depositaba un beso en sus labios para luego sentarse junto a ella en la cama.—Lo lamento… estaba reuniendo la información necesaria para arreglar las cosas aquí—explico el con tran
Un par de brazos la sujetaron con violencia, imposibilitándole cualquier tipo de movimiento de escape.—¡Quítenle la ropa y regístrenla hasta que aparezca el anillo! — ordeno la princesa con un tono que parecía el gruñido de algún animal.Los guardias no vacilaron ni un instante al oír la orden, de forma veloz ellos comenzaron a arrancarle la ropa a Elaine, dejando su cuerpo medio desnudo, expuesto ante los perversos ojos depredadores que acechaban aquella corte de pesadillas.Despojada de todo calor, humillada y expuesta a las burlas y abusos de los miembros de aquella corte de pesadillas, Elaine comenzó a llorar.Al ver sus lagrimas derramarse por aquellas mejillas perfectas, la princesa encolerizada abofeteo el rostro de su sirvienta.—Lo lamento, su majestad—logro articular con dolor Elaine, sintiendo como el gusto a hierro, propio de la sangre, se apoderaba de su sentido del gusto—, pero yo no tomé el anillo.—¿Insinúas que me equivoco? —siseó la princesa de cabello dorado y mira
Lentamente, sin apartar su mirada marrón claro de la del rey, la mujer comenzó a avanzar por la recamara con pasos lentos y delicados, mientras comenzaba a quitarse la ropa. El rey la observaba desde su mullido sillón color verde, sin apartar ni por un solo instante sus ojos grises del cuerpo de ella.Con lentitud, disfrutando, saboreando de aquel momento, Korra comenzó a quitarse la ropa, revelando más y más piel blanca como la luna a su paso. Aquello era un ritual, una especia de rutina que ambos conocían a la perfección.—Buenos días mi señor—dijo Korra con un tono meloso que Elaine jamás le había escuchado utilizar, mientras se retiraba la tela que mantenía su entrepierna cubierta—¿Está de humor esta mañana?—Hola, pequeña, ven aquí—soltó el rey con tono demandante y autoritario, mientras pasaba su mirada gris sobre el cuerpo de la mujer como si fuera un trozo de carne—. No estoy de buen humor, será tu deber revertir la situación.—Como usted me ordene, mi señor—ronroneo ella, mie
Dejando de lado todos sus quehaceres como sirvienta, Elaine paso el resto del día encerrada en su cuarto pensando una manera de eludir aquel destino tan cruel que la estaba esperando. Pero ¿Qué otra opción tenía?Si desobedecía la orden del rey, ella seria ejecutada por desobediencia o incluso mucho peor. Si, por el contrario, ella aceptaba ir a Asgard y se desposaba con aquel hermoso y aterrador príncipe, su destino podía llegar a ser igual o peor que el ya establecido.Finalmente, cuando las nubes en el cielo fueron reemplazadas por estrellas y la luna corono el cielo, ella decidió que lo mejor sería aceptar ese destino y suplicar a cualquier deidad que se apiadara de ella.Elaine ya no podía quedarse allí, no tenia a nadie y ciertamente ya no confiaba en Korra, por lo que seria mejor ir a Asgard e intentar hacer una vida nueva allí. Al fin y al cabo, ella ya estaba acostumbrada a ser humillada, regañada y violentada a diario; con el correr del tiempo ella había descubierto que su v
El viaje de Elaine había sido como mínimo agotador, las emociones de la noche anterior mezclado con los pensamientos aterradores sobre su posible nueva vida no la habían dejado dormir. Para el momento en que el carruaje finalmente se detuvo en el palacio, el sol ya coronaba el cielo.Sin previo aviso, un par de brazos la bajaron del carruaje, y luego de revisar que no llevara consigo ningún objeto peligroso, la escoltaron casi a la fuerza al interior del increíble castillo.Ella se había criado en el reino de Mydgret, cuyo castillo era muy bello, sin embargo, no podía compararse con lo majestuoso de ese lugar.Pero las apariencias no la engañarían, el destello de todo lo bello que brillaba ante sus ojos no seria capaz de cegarla; Elaine estaba preparada para enfrentarse a los monstruos de aquella corte. Ella iba a resistir todo aquello por su propia vida.—Su alteza, ella es la princesa de Mydgret—dijo uno de los escoltas, alzando la voz, atrayendo la atención de un hombre de edad ava
Elaine:Elaine fue paseada por todo el lujoso y magnifico castillo, escoltada por el rey y el príncipe, quien no se canso de lanzar comentarios mordaces y lascivos en su dirección.Aun así, la falsa princesa decidió permanecer involuta hacia él, sin prestarle la más mínima de las atenciones, dándose cuenta rápidamente que aquello hacia enfadar aún más al príncipe que sus respuestas afiladas.Cuando finalmente el día comenzó a llegar a su fin, a Elaine se le permitió ir a su habitación, quedándose de una vez por todas sola. Sola con sus pensamientos.>Mierda, Elaine, estas en serios problemas< se dijo a sí misma, arrojándose sobre el mullido colchón de la cama de dos cuerpos.Según le habían informado antes de marcharse, aquel cuarto sería suyo solo por esa noche, hasta que al día siguiente se casara con el príncipe Damino, con quien se esperaba pasara sus noches de ahora hasta el día de su muerte.Elaine trago duro ante aquel aterrador pensamiento. Le resultaba imposible negar que el
La fiesta después de la boda fue un despliegue inecesario de belleza y lujos, algo que al príncipe Damino no agrado demasiado. Su mente se encontraba torturada de manera casi constante con lo que ocurriría aquella misma noche al llegar a su cuarto.Elaine era hermosa y el debia admitirlo, sin embargo, aquello muy lejos de ser un consuelo para el hombre resultaba en una constante preocupación y la mayor señal de alerta.Damino observo a la princesa toda la noche, sin apartar sus ojos oscuros de ella un solo instante. Cualquiera podría creer que estaba prendido de ella, pero la realidad es que buscaba cualquier indicio, cualquier señal que le advirtiera de su verdadera naturaleza. Pero esta jamás se presento, y el tiempo se esfumo igual que el polvo en el viento.Antes de que el príncipe pudiera notarlo, estaba siendo llevado junto a su flamante nueva esposa a la recamara nupcial por su sequito de invitados. De forma elegante, dejaron a la nueva pareja junto a la cama, antes de salir po