Lentamente, sin apartar su mirada marrón claro de la del rey, la mujer comenzó a avanzar por la recamara con pasos lentos y delicados, mientras comenzaba a quitarse la ropa. El rey la observaba desde su mullido sillón color verde, sin apartar ni por un solo instante sus ojos grises del cuerpo de ella.
Con lentitud, disfrutando, saboreando de aquel momento, Korra comenzó a quitarse la ropa, revelando más y más piel blanca como la luna a su paso. Aquello era un ritual, una especia de rutina que ambos conocían a la perfección.
—Buenos días mi señor—dijo Korra con un tono meloso que Elaine jamás le había escuchado utilizar, mientras se retiraba la tela que mantenía su entrepierna cubierta—¿Está de humor esta mañana?
—Hola, pequeña, ven aquí—soltó el rey con tono demandante y autoritario, mientras pasaba su mirada gris sobre el cuerpo de la mujer como si fuera un trozo de carne—. No estoy de buen humor, será tu deber revertir la situación.
—Como usted me ordene, mi señor—ronroneo ella, mientras escalaba sobre las piernas del rey, buscando el miembro de este antes de sentarse a horcajadas del hombre.
Al principio las embestidas fueron suaves, delicadas, ella iba marcando el ritmo de cada movimiento con sus caderas.
Elaine, aferrada al marco de la puerta, se encontraba pasmada, horrorizada, mientras observaba el desenlace de aquella grotesca escena con pavor. Ella conocía a Korra desde que tenía recuerdos, aquella mujer había sido su tutora cuando su madre la abandono al poco tiempo de haber nacido, Korra le había enseñado todo lo que conocía, se había convertido en una especie de madre, amiga y confidente en el correr del tiempo.
Pero estaba claro que aquella mujer tenia muchos secretos.
¿Desde hacía cuanto tiempo ambos eran amantes?
—Dime, mi señor ¿Cuál es el motivo que atormenta tu corazón? —pregunto Korra entre gemidos, mientras el rey tomaba uno de sus pechos duros como puntas de una roca entre sus manos, para luego presionarlo con delicadeza.
—La guerra, pequeña—dijo el con tono brusco, mientras el movimiento de sus caderas se volvía más veloz, más demandante. Su mirada gris, parecía contener una tormenta en su interior, mientras observaba a Korra sobre su regazo.
No había amor en su mirada, solo lujuria, pasión y deseo. No el de un hombre hacia una mujer, sino el de un hombre hacia algo que consideraba propio, un premio que se merecía, algo que era suyo.
—¿Es verdad lo que dicen los rumores? —murmuro con tono meloso Korra, mientras se inclinaba hacia adelante para comenzar a besar el cuello del rey.
—¿Y qué es lo que dicen los rumores? —dijo el con un tono de voz armonioso, embelesado por las emociones que en aquel preciso instante se apoderaban de él, transportándolo a otro momento lejos de allí.
—Dicen que Mydgret está acabado, que los ejércitos fueron reducidos a cenizas, y que su majestad debió hacer un trato con el enemigo para conservar su corona—respondió ella entre delicados gemidos y suspiros.
Todo rastro de gozo o lujuria fue exterminado de las facciones del rey, mientras aquella mirada gris como una tormenta se clavaba en el rostro de Korra.
No había amor, pasión, lujuria ni deseo en su expresión, mientras un musculo se tensaba en su firme mentón, al apretar con rabia los dientes, dejándolos a punto de estallar.
—Es verdad, cada una de tus venenosas palabras, mujer—escupió con asco el rey, antes de empujar a Korra al suelo lejos de el.
El rey se incorporó, volviendo a abrochar sus pantalones con diligencia. Aun en el suelo y desnuda, Korra se había hecho un ovillo a su misma, temerosa.
>—La princesa heredera, mi propia hija. Ella es el precio que debo pagar para mantener la corona en mi cabeza—siseo el rey con rabia, mientras se inclinaba sobre Korra, sujetando su rostro con fuerza—. Debo enviarla esta misma noche para que se despose con el príncipe heredero de Asgard, solo entonces habrá paz entre los reinos.
—¿Y lo va a hacer? —pregunto Korra, logrando articular aquellas palabras entre, mientras luchaba por reprimir el dolor que le generaba aquel violento agarre.
La mirada del rey era autoritaria, demandante e incluso cruel, mientras observaba las facciones de Korra, como si en verdad no le importara lo que la mujer sintiera.
—Claro que lo pienso hacer, aunque me destroce el corazón—continuó diciendo él. Elaine se preguntó si acaso el rey tenía corazón—. Amanda es lo más preciado que tengo, pero sin dudas no es tan preciada como mi corona. Por eso, eh tomado una decisión, la princesa se marcha esta misma noche.
Estaba mal, Elaine sabia en lo más profundo de su corazón que estaba mal ponerse contenta al escuchar la confirmación de aquel rumor. El destino de la princesa ya había sido escrito, y pronto dejaría de atormentarla.
La chica de cabello negro como la noche no deseaba que la princesa muriera, no sin lugar a dudas ella no le desearía aquello a nadie, ni siquiera a un monstruo como Amanda. Sin embargo, con algo de suerte, la princesa recibiría un poco de justicia divina por todo lo que le había hecho padecer a Elaine en todos esos años. Un poco de karma.
El rostro de Korra se alteró, como si el miedo se apoderara de esta de forma abrupta. Algo atravesó sus ojos de forma veloz, tanto así que Elaine no logro identificar de que se trataba.
—¿Y si le dijera que existe una forma de que conserve ambas, mi señor? —dijo apresuradamente y con cierta desesperación Korra.
—Habla—ordeno el hombre de mirada tormentosa con tono autoritario, liberando finalmente el agarre que tenía sobre ella.
—¿Y si envía a otra joven en su lugar? Una que sea bella y delicada, de la misma edad que la princesa—comenzó a decir Korra con delicadeza, midiendo cada una de sus palabras.
El corazón de Elaine se contrajo en un latido, mientras escuchaba la idea que su tutora acababa de proponer. Ella no podía culparla por intentar proteger a la princesa, sin embargo, de alguna manera sentía que aquello le acarrearía más problemas de los que aún era consciente.
Aquel hombre de cabello dorado y mirada gris apretó los labios con firmeza, mientras se enfadaba consigo mismo por no haber sido capaz de pensar aquella posibilidad por su cuenta. Haciendo la cabeza hacia atrás, el observo el rostro de la mujer sobre su regazo, evaluando cada expresión plasmada en sus facciones.
—El buscar a una chica que encaje en ese perfil requerirá de tiempo, y eso es precisamente lo que no tenemos—escupió el rey.
Con gentileza, intentando llamar la atención del tirano monarca, la mujer desnuda se arrodillo ante él, colocando las palmas de sus manos sobre las rodillas del monarca.
—Yo conozco una chica que encaja perfecto en ese perfil—comenzó a decir ella con una sonrisa colmada de amor y esperanza posada en sus labios—. Su nombre es Elaine, es mi pupila desde que era pequeña. Es la sirvienta personal de la princesa, la conoce y sabe los protocolos de la corte, por lo que no tendrá demasiados problemas haciéndose pasar por la princesa.
Elaine, escondida detrás de la puerta ahogo un grito desesperado, mientras sentía como un puñal se clavaba en su corazón al oír las palabras de Korra.
—Bien, está decidido. Tu pupila ira en lugar de la princesa—grazno el rey, con cierta emoción bailando en su tono. Orgullo quizás, ante la idea de engañar a su enemigo y conservar a su hija sana y salva—. Llamare a los miembros de mi circulo para hacer los arreglos…
El rey comenzó a dar indicaciones de lo que iba a ocurrir, pero Elaine no fue capaz de seguir escuchando aquello.
Con el corazón roto por aquella traición, sintiéndose devastada por el espantoso destino que le acontecería, la chica de cabello negro y mirada verde como esmeralda comenzó a caminar con pasos de plomo, sin un rumbo fijo en la mente, pero con el alma destrozada.
Dejando de lado todos sus quehaceres como sirvienta, Elaine paso el resto del día encerrada en su cuarto pensando una manera de eludir aquel destino tan cruel que la estaba esperando. Pero ¿Qué otra opción tenía?Si desobedecía la orden del rey, ella seria ejecutada por desobediencia o incluso mucho peor. Si, por el contrario, ella aceptaba ir a Asgard y se desposaba con aquel hermoso y aterrador príncipe, su destino podía llegar a ser igual o peor que el ya establecido.Finalmente, cuando las nubes en el cielo fueron reemplazadas por estrellas y la luna corono el cielo, ella decidió que lo mejor sería aceptar ese destino y suplicar a cualquier deidad que se apiadara de ella.Elaine ya no podía quedarse allí, no tenia a nadie y ciertamente ya no confiaba en Korra, por lo que seria mejor ir a Asgard e intentar hacer una vida nueva allí. Al fin y al cabo, ella ya estaba acostumbrada a ser humillada, regañada y violentada a diario; con el correr del tiempo ella había descubierto que su v
El viaje de Elaine había sido como mínimo agotador, las emociones de la noche anterior mezclado con los pensamientos aterradores sobre su posible nueva vida no la habían dejado dormir. Para el momento en que el carruaje finalmente se detuvo en el palacio, el sol ya coronaba el cielo.Sin previo aviso, un par de brazos la bajaron del carruaje, y luego de revisar que no llevara consigo ningún objeto peligroso, la escoltaron casi a la fuerza al interior del increíble castillo.Ella se había criado en el reino de Mydgret, cuyo castillo era muy bello, sin embargo, no podía compararse con lo majestuoso de ese lugar.Pero las apariencias no la engañarían, el destello de todo lo bello que brillaba ante sus ojos no seria capaz de cegarla; Elaine estaba preparada para enfrentarse a los monstruos de aquella corte. Ella iba a resistir todo aquello por su propia vida.—Su alteza, ella es la princesa de Mydgret—dijo uno de los escoltas, alzando la voz, atrayendo la atención de un hombre de edad ava
Elaine:Elaine fue paseada por todo el lujoso y magnifico castillo, escoltada por el rey y el príncipe, quien no se canso de lanzar comentarios mordaces y lascivos en su dirección.Aun así, la falsa princesa decidió permanecer involuta hacia él, sin prestarle la más mínima de las atenciones, dándose cuenta rápidamente que aquello hacia enfadar aún más al príncipe que sus respuestas afiladas.Cuando finalmente el día comenzó a llegar a su fin, a Elaine se le permitió ir a su habitación, quedándose de una vez por todas sola. Sola con sus pensamientos.>Mierda, Elaine, estas en serios problemas< se dijo a sí misma, arrojándose sobre el mullido colchón de la cama de dos cuerpos.Según le habían informado antes de marcharse, aquel cuarto sería suyo solo por esa noche, hasta que al día siguiente se casara con el príncipe Damino, con quien se esperaba pasara sus noches de ahora hasta el día de su muerte.Elaine trago duro ante aquel aterrador pensamiento. Le resultaba imposible negar que el
La fiesta después de la boda fue un despliegue inecesario de belleza y lujos, algo que al príncipe Damino no agrado demasiado. Su mente se encontraba torturada de manera casi constante con lo que ocurriría aquella misma noche al llegar a su cuarto.Elaine era hermosa y el debia admitirlo, sin embargo, aquello muy lejos de ser un consuelo para el hombre resultaba en una constante preocupación y la mayor señal de alerta.Damino observo a la princesa toda la noche, sin apartar sus ojos oscuros de ella un solo instante. Cualquiera podría creer que estaba prendido de ella, pero la realidad es que buscaba cualquier indicio, cualquier señal que le advirtiera de su verdadera naturaleza. Pero esta jamás se presento, y el tiempo se esfumo igual que el polvo en el viento.Antes de que el príncipe pudiera notarlo, estaba siendo llevado junto a su flamante nueva esposa a la recamara nupcial por su sequito de invitados. De forma elegante, dejaron a la nueva pareja junto a la cama, antes de salir po
El corazón de Elaine latia con violencia desmedida en el centro de su pecho, el sonido de los pasos del príncipe aproximándose a su encuentro eran la mayor fuente de inspiración y tempor para que su carrera por escapar siguiera en curso. Las lagrimas humedecían sus ojos, mientras que el nudo en su garganta ahogaba el sollozo que luchaba por escapar de lo mas profundo de su ser.Aterrada y en pánico, ella corria por los pasillos del castillo sin encontrar a nadie que pudiera ayudarla. Ni criados, ni nobles, allí no había nadie para salvarla del príncipe.—¡Elaine!—grito Damino al otro lado del pasillo, demasiado lejos para verla—¿Dónde estas?Cerca. Por el sonido de su voz, ella comprendio que el príncipe estaba cerca. Sin pensarcelo dos veces, la princesa abrió la puerta mas próxima y se deslizo en su interior, cerrándola a sus espaldas.Con su corazón aun desbocado, Elaine permaneció algunos instantes con la oreja pegada a la puerta, intentando escuchar los pasos del príncipe.—¿Se t
El corazón del pequeño príncipe latia con violencia, mientras se acercaba con pasos temblorosos hacia la habitacion de su madre. La puerta medio abierta fue la única invitación que Damino necesito para deslizarse al interior de esta. Sin embargo, allí no se encontraba su madre dentro de la cama o enlistándose para dormir, no, por el contrario, aquella mujer de sonrisa alegre y mirada vivaz yacia en el suelo del cuarto, en un mar de sangre.Damino intento gritar, pero el sonido parecio mas un solloso desesperado que el grito ardiente en pedido de auxilio. Sin embargo, fue lo suficientemente audible como para que el misterioso hombre vestido de negro se volviera hacia el.El joven príncipe retrocedio un paso, mientras sus oscuros ojos buscaban un rostro al cual culpar. Pero solo una mascara le devolvió la mirada, oscultando a la perfeccion el rostro del asesino.Un cuchillo bien afilado se alzo hacia el, preparado para atravesarlo y acabar asi con su corta existencia; pero fue en ese pr
El príncipe se había recluido en su habitacion, intentando conciliar el sueño, pero este no llego a el en ningún momento. Cada vez que Damino cerraba los ojos, el recuerdo de la princesa desnuda azotaba sus pensamientos, tentandolo a ir nuevamente a su encuentro en busca del calor de su cuerpo.Pero para su suerte, su fuerza de autocontrol logro anteponerse al deseo ferviente de besar cada centimetro de la piel desnuda de Elaine. Aun asi, para el momento en que el sol salió por el horizonte, las ojeras del príncipe eran notables y su cansancio demasiado evidente para ignorarlo.—¿La princesa te mantuvo despierto mucho tiempo anoche?—dijo el viejo rey durante el desayuno, obsequiándole una sonrisa complice a su hijo—¿Por eso mi nuera aun no baja a desayunar?Damino trago duro, mientras se preparaba para las palabras de reproche que sin duda alguna su padre lanzaría hacia el.—No dormimos juntos, me parecio lo mas adecuado teniendo en cuenta que ella estaba… nerviosa—mintió el príncipe,
La sangre ardia como fuego salvaje en las venas de Elaine, mientras ingresaba al cuarto de baño. Su corazón latia con tanta fuerza que durante algunos instantes ella creyó que Damino era capaz de escucharlo. Pero no era asi.Metido dentro de la bañera, el príncipe esperaba paciente su llegada. Para fortuna de la princesa, el agua de la bañera llegaba a cubrir gran parte de la zona baja del príncipe, sin embargo, su pecho musculoso quedaba expuesto ante ella.—Quiero un baño con masajes y espuma—pidió el, ladeando la cabeza levemente hacia ella con una media sonrisa conqueta—. Me encanta la espuma.Elaine trago duro, mientras se arodillaba detrás de la bañera y se preparaba para comenzar a lavar el cabello del príncipe. Sin embargo, este se volvió de manera abrupta hacia esta.>—¿Qué haces?—siseo el con tono imponente.—Voy a lavar tu cabello—respondio ella sin comprender que clase de pregunta era aquella.Damino fruncio el cceño, mientras tomaba a Elaine de la mano y la obligaba a pon