Capítulo 2:

Lentamente, sin apartar su mirada marrón claro de la del rey, la mujer comenzó a avanzar por la recamara con pasos lentos y delicados, mientras comenzaba a quitarse la ropa. El rey la observaba desde su mullido sillón color verde, sin apartar ni por un solo instante sus ojos grises del cuerpo de ella.

Con lentitud, disfrutando, saboreando de aquel momento, Korra comenzó a quitarse la ropa, revelando más y más piel blanca como la luna a su paso. Aquello era un ritual, una especia de rutina que ambos conocían a la perfección.

—Buenos días mi señor—dijo Korra con un tono meloso que Elaine jamás le había escuchado utilizar, mientras se retiraba la tela que mantenía su entrepierna cubierta—¿Está de humor esta mañana?

—Hola, pequeña, ven aquí—soltó el rey con tono demandante y autoritario, mientras pasaba su mirada gris sobre el cuerpo de la mujer como si fuera un trozo de carne—. No estoy de buen humor, será tu deber revertir la situación.

—Como usted me ordene, mi señor—ronroneo ella, mientras escalaba sobre las piernas del rey, buscando el miembro de este antes de sentarse a horcajadas del hombre.

Al principio las embestidas fueron suaves, delicadas, ella iba marcando el ritmo de cada movimiento con sus caderas.

Elaine, aferrada al marco de la puerta, se encontraba pasmada, horrorizada, mientras observaba el desenlace de aquella grotesca escena con pavor. Ella conocía a Korra desde que tenía recuerdos, aquella mujer había sido su tutora cuando su madre la abandono al poco tiempo de haber nacido, Korra le había enseñado todo lo que conocía, se había convertido en una especie de madre, amiga y confidente en el correr del tiempo.

Pero estaba claro que aquella mujer tenia muchos secretos.

¿Desde hacía cuanto tiempo ambos eran amantes?

—Dime, mi señor ¿Cuál es el motivo que atormenta tu corazón? —pregunto Korra entre gemidos, mientras el rey tomaba uno de sus pechos duros como puntas de una roca entre sus manos, para luego presionarlo con delicadeza.

—La guerra, pequeña—dijo el con tono brusco, mientras el movimiento de sus caderas se volvía más veloz, más demandante. Su mirada gris, parecía contener una tormenta en su interior, mientras observaba a Korra sobre su regazo.

No había amor en su mirada, solo lujuria, pasión y deseo. No el de un hombre hacia una mujer, sino el de un hombre hacia algo que consideraba propio, un premio que se merecía, algo que era suyo.

—¿Es verdad lo que dicen los rumores? —murmuro con tono meloso Korra, mientras se inclinaba hacia adelante para comenzar a besar el cuello del rey.

—¿Y qué es lo que dicen los rumores? —dijo el con un tono de voz armonioso, embelesado por las emociones que en aquel preciso instante se apoderaban de él, transportándolo a otro momento lejos de allí.

—Dicen que Mydgret está acabado, que los ejércitos fueron reducidos a cenizas, y que su majestad debió hacer un trato con el enemigo para conservar su corona—respondió ella entre delicados gemidos y suspiros.

Todo rastro de gozo o lujuria fue exterminado de las facciones del rey, mientras aquella mirada gris como una tormenta se clavaba en el rostro de Korra.

No había amor, pasión, lujuria ni deseo en su expresión, mientras un musculo se tensaba en su firme mentón, al apretar con rabia los dientes, dejándolos a punto de estallar.

—Es verdad, cada una de tus venenosas palabras, mujer—escupió con asco el rey, antes de empujar a Korra al suelo lejos de el.

El rey se incorporó, volviendo a abrochar sus pantalones con diligencia. Aun en el suelo y desnuda, Korra se había hecho un ovillo a su misma, temerosa.

>—La princesa heredera, mi propia hija. Ella es el precio que debo pagar para mantener la corona en mi cabeza—siseo el rey con rabia, mientras se inclinaba sobre Korra, sujetando su rostro con fuerza—. Debo enviarla esta misma noche para que se despose con el príncipe heredero de Asgard, solo entonces habrá paz entre los reinos.

—¿Y lo va a hacer? —pregunto Korra, logrando articular aquellas palabras entre, mientras luchaba por reprimir el dolor que le generaba aquel violento agarre.

La mirada del rey era autoritaria, demandante e incluso cruel, mientras observaba las facciones de Korra, como si en verdad no le importara lo que la mujer sintiera.

—Claro que lo pienso hacer, aunque me destroce el corazón—continuó diciendo él. Elaine se preguntó si acaso el rey tenía corazón—. Amanda es lo más preciado que tengo, pero sin dudas no es tan preciada como mi corona. Por eso, eh tomado una decisión, la princesa se marcha esta misma noche.

Estaba mal, Elaine sabia en lo más profundo de su corazón que estaba mal ponerse contenta al escuchar la confirmación de aquel rumor. El destino de la princesa ya había sido escrito, y pronto dejaría de atormentarla.

La chica de cabello negro como la noche no deseaba que la princesa muriera, no sin lugar a dudas ella no le desearía aquello a nadie, ni siquiera a un monstruo como Amanda. Sin embargo, con algo de suerte, la princesa recibiría un poco de justicia divina por todo lo que le había hecho padecer a Elaine en todos esos años. Un poco de karma.

El rostro de Korra se alteró, como si el miedo se apoderara de esta de forma abrupta. Algo atravesó sus ojos de forma veloz, tanto así que Elaine no logro identificar de que se trataba. 

—¿Y si le dijera que existe una forma de que conserve ambas, mi señor? —dijo apresuradamente y con cierta desesperación Korra.

—Habla—ordeno el hombre de mirada tormentosa con tono autoritario, liberando finalmente el agarre que tenía sobre ella.

—¿Y si envía a otra joven en su lugar? Una que sea bella y delicada, de la misma edad que la princesa—comenzó a decir Korra con delicadeza, midiendo cada una de sus palabras.

El corazón de Elaine se contrajo en un latido, mientras escuchaba la idea que su tutora acababa de proponer. Ella no podía culparla por intentar proteger a la princesa, sin embargo, de alguna manera sentía que aquello le acarrearía más problemas de los que aún era consciente.

Aquel hombre de cabello dorado y mirada gris apretó los labios con firmeza, mientras se enfadaba consigo mismo por no haber sido capaz de pensar aquella posibilidad por su cuenta. Haciendo la cabeza hacia atrás, el observo el rostro de la mujer sobre su regazo, evaluando cada expresión plasmada en sus facciones.

—El buscar a una chica que encaje en ese perfil requerirá de tiempo, y eso es precisamente lo que no tenemos—escupió el rey.

Con gentileza, intentando llamar la atención del tirano monarca, la mujer desnuda se arrodillo ante él, colocando las palmas de sus manos sobre las rodillas del monarca.

—Yo conozco una chica que encaja perfecto en ese perfil—comenzó a decir ella con una sonrisa colmada de amor y esperanza posada en sus labios—. Su nombre es Elaine, es mi pupila desde que era pequeña. Es la sirvienta personal de la princesa, la conoce y sabe los protocolos de la corte, por lo que no tendrá demasiados problemas haciéndose pasar por la princesa.

Elaine, escondida detrás de la puerta ahogo un grito desesperado, mientras sentía como un puñal se clavaba en su corazón al oír las palabras de Korra.

—Bien, está decidido. Tu pupila ira en lugar de la princesa—grazno el rey, con cierta emoción bailando en su tono. Orgullo quizás, ante la idea de engañar a su enemigo y conservar a su hija sana y salva—. Llamare a los miembros de mi circulo para hacer los arreglos…

El rey comenzó a dar indicaciones de lo que iba a ocurrir, pero Elaine no fue capaz de seguir escuchando aquello.

Con el corazón roto por aquella traición, sintiéndose devastada por el espantoso destino que le acontecería, la chica de cabello negro y mirada verde como esmeralda comenzó a caminar con pasos de plomo, sin un rumbo fijo en la mente, pero con el alma destrozada.

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