Las piernas le pesaban tanto como sus ojos, el sueño estaba demasiado próximo a Ambar, tanto asi que la sirvienta no se creía capaz de llegar hasta su cama antes de caer redonda. Ese dia en particular sus labores habían sido… agotadoras.Damino la habia mantenido ocupada hasta altas horas de la noche, ayudándolo a reunir información de sus posibles aliados en la corte, buscando cualquier detalle que sirviera para manipular a una persona. Y sin lugar a dudas lo habia conseguido.Ella habia acompañado al príncipe a la casa du burlesque, fingiendo ser su amante para lograr entablar conversación con hombres que la miraban con cierto deseo, solo por ser el juguete preferido del príncipe, creyéndola su debilidad. Cuan equivocados estaban todos, si supieran que en verdad el corazón de aquel hombre pertenecia a Elaine nadie la miraría dos veces.Pero ninguno de ellos lo sabia, por lo que jugo al peligroso juego de espadas y serpientes con el príncipe, dedicándole sonrisas ebrias de deseo y ca
Damino despertó con una inusual molestia en su cuello, sin embargo, muy lejos de preocuparse simplemente lo ignoro adjudicando la molestia a una mala posición a la hora de dormir. Rapidamente roto su cuello y concentro su atención en la durmiente Elaine, cuyos ojos estaban hinchados y parecian algo rojizos.El principe apreto los labios, comprendiendo muy bien que aquello era un indicador de lagrimas, ella habia llorado en la noche y el simplemente no lo habia notado.Apretando los labios para contener las ganas de llamarla e interrogarla al respecto, el simplemente deslizo sus dedos por el rostro de ella, retirando algunos mechones dispersos a su alrededor, logrando enmarcar su rostro de manera perfecta.—Lo lamento, mi amor… lo lamento si te he fallado—susurro el antes de inclinarse levemente y besar sus labios con ternura y delicadeza—. Pero te prometo compensarlo.—No tienes nada que compensar, Damino—susurro Elaine despertándose de la bruma del sueño, buscando a ciegas el rostro
Era extraño pensar en simplemente engañar a Azriel, manipularlo. Aquel hombre de dulce mirada color avellana se había convertido en la serpiente de aquel castillo. El era dueño de las sombras y sus confidencias, de los secretos que susurraban en cada recóndito pasaje lejano, Azriel era el silencio y el eco, el se había convertido en amo y señor de todo en ese castillo. Y aun así, incluso con su impresionante poder y alcance, Ambar había conseguido engañarlo.Los años en aquel castillo, sirviendo a la peor escoria que habitaba aquel reino, habían corrompido a la fiel sirvienta hasta la mas insignificante de sus fibras. Ella había conocido lo que ese lugar le podía hacer a una persona, y en consecuencia, siendo una simple mosca, había aprendido el arte de escabullirse de las arañas.Sin embargo, ni en su mas recóndito pensamiento, ni en sus sueños mas descabellados, ella se habría creído capaz de vencer a una araña tan audaz como Azriel.Desde el momento en que ella escribió la lista de
Era increíble ver la velocidad con la que corrían los días, desvirtuándose en el traspaso de los minutos, transportándose con gran saña al olvido. Antes de que Elaine pudiera tan siquiera notarlo, los doctores le dieron el alta, permitiéndole deambular por los corredores del castillo a gusto y placer, algo que lleno de alegría a la bella dama.Sin embargo, aquello no era lo único que ocurriría aquel día. Esa misma noche iba a ser la celebración del solsticio, todos en el reino irían, todos menos Damino y ella. O al menos eso se suponía.En secreto, y lejos de la vista de todos, la princesa había preparado un hermoso vestido para la ocasión, utilizando como base uno viejo que había llamado su atención. Con suma habilidad y destreza, la falsa princesa había logrado crear una pieza magnifica, una que ahora mantenía oculta en un baúl, preparado para utilizar en un par de horas.—Me alegra que estes bien, princesa—dijo el príncipe Damino en un susurro de voz, cuando finalmente noto que es
Damino alzo el menton con suficiencia, mientras esbozaba una pequeña sonrisa al reflejo que le devolvía el espejo. Su apariencia era impactante, atractivo, denotando poder y grandeza; sin embargo, no era aquello lo que lograba alzar las comisuras de sus labios afilados.Un hijo, el iba a tener un hijo. Iba a ser padre. Tendria un heredero a quien dejarle el legado que estaba intentando construir.Un pequeño pedazo de el y de Elaine por quien luchar, por quien edificar un mejor y mas brillante futuro a su alrededor.El príncipe Damino sonrio con notable orgullo, mientras se apartaba del espejo para unirse a la vibrante fiesta que se estaba desarrollando varios pisos por debajo de el.En el primer instante en que el príncipe salió al exterior, el mar de personas lo abrumo. Miles de cortesanos deambulaban por los corredores del castillo, con sonrisas ferocez y colmadas de extasis, aguardando por una compañía que los escoltara a la cama o simplemente una fuerte emoción que diera un vuelco
Unas manos enormes enormes y peludas se envolvieron a su alrededor, oprimiéndola con total violencia. Elaine forcejeo intentando safarse de aquel destino cruel, pero aquello resulto totalmente inmosible.El grupo de hombres la arrastraron fuera del salón de baile, conociendo por completo los pasos que recorrían en total oscuridad. Solo cuando hubieron recorrido un largo trecho dentro de aquel castillo, la luz volvió a imponerse en todo el lugar.—¿Ya estamos cerca de las cocinas?—dijo uno de los hombres denotando dificultad en su voz, Elaine no se las estaba haciendo para nada fácil.—Tal parece que si, yo conte cuatroscientos ochenta pasos hasta aquí—agrego otro de los hombres con notable dificultad.En total, eran tres hombres los que la sujetaban con violencia mientras la arrastraban fuera del castillo, ninguno de ellos parecía demasiado listo o inteligente. Dos de ellos discutían sobre su ubicación actual frente a ella, mientras el otro se limitaba a sujetarla.Rapidamente, la fal
Era increíble comprender la cantidad de pensamientos que podrían llegar a pasar por la mente de una persona en cuestión de segundos. Muchos dicen que la vida pasa frente a nuestros ojos, igual que una secuencia fotográfica, pero no era asi. Elaine habia pensado en una sola persona mientras caia. Un hombre que parecía iluminar el mundo con su mirada oscura.Un hombre que ahora mismo gritaba de un modo aterrador, de una manera que ella jamás habia escuchado.Mientras caia, Elaine sintió el feroz deseo de llorar. No por ella, ni el bebe que cargaba en su interior, sino por el mismísimo Damino y su grito desesperado y gutural. Un grito de entre tumba y casi infernal.Ella asumió que lo estaban asesinando, que el grupo de hombres seria mucho mas fuertes que el, y ahora el príncipe estaba encontrando un rápido camino a la cepultura prematura.Cuando el impacto final se extendió a lo largo de su cuerpo, el cansancio y el peso de todas las emociones se cinño sobre la falsa princesa, mientras
Lentamente, la princesa Elaine abrió los ojos, encontrándose en una hermosa habitacion bien iluminada. No era la suya, pero tampoco se trataba de la del príncipe Damino.Ella se incorporo con cierta dificultad, sintiendo como cada musculo de su cuerpo gemia de dolor, por aquel esfuerzo.Lo primero que hizo, una vez que se encontró sentada en la cama fue llevar las manos a su vientre, intentando encontrar cualquier pequeña señal que le indicara que la vida allí seguía latiendo. Pero no encontró nada, simplemente se encontraba ante un campo vacio.La amargura y el dolor la abrumaron, mientras se rodeaba a si misma en un fuerte abrazo y comenzaba a sollozar en silencio.Al oir aquellas lagrimas y el gimoteo, la puerta del cuarto se abrió, y Ambar ingreso al lugar con el corazón desbocado y la mirada desesperada. La bella sirvienta corrio hasta Elaine y sin pensarlo dos veces la rodeo en un fuerte abrazo.—Estas bien… estas viva—susurro la sirvienta contra el oído de la princesa.Aquellas