El pequeño príncipe de cabello dorado y de intensa mirada oscura jugaba por el pasillo del ala del cuarto de su madre, los sonidos y voces le parecían lejanos y distantes. Los miembros de la corte discutían, pero el no les prestaba demasiada atención, al fin y al cabo era demasiado pequeño para interesarse en los trabajos de la política de su reino aun.Damino simplemente jugaba, buscando con la mirada la compañía de cualquier pequeño insecto que lograra estimular su imaginación explosiva, sin embargo las sirvientas habían realizado un excelente trabajo allí, por lo que no quedaba demasiado para su imaginación.El sonido de las voces se intensifico, hasta que unos instantes mas tarde un grupo de hombres vestidos con túnicas blancas salieron del cuarto de la reina, enojados con los ceños fruncidos. Damino los ignoro por completo, sin embargo, no desaprovecho la oportunidad de deslizarse dentro del cuarto de su madre, encontrando la puerta de esta abierta.La reina se encontraba sentada
Lo peor de tener que hacer reposo no era el estar en cama puntualmente, si bien al comienzo aquello le pareció casi asfixiante, lentamente Elaine se acostumbro a eso, encontrando placer y deleite en los libros que Azriel solía llevarle. Aquello se había convertido en su mayor fuente de entretenimiento y placer, logrando transportar su mente lejos, muy lejos de aquellas cuatro paredes y su triste realidad.No, el estar en la cama se había convertido en una circunstancia tolerable gracias a los esfuerzos de Azriel, sin embargo, lo horrible de hacer reposo era la soledad.Elaine pasaba gran parte de sus días a solas en el cuarto, con los libros como su única compañía. No estaba mal, claramente no notaba la soledad en la que se encontraba hasta que sus ojos fatigados comenzaban a nublarse y le impedían seguir avanzando con las lecturas. Solo entonces, cuando su cuerpo no resistía mas y ella se veía obligada a abandonar los libros, es que realmente se sentía sola.Damino estaba ocupado gr
Damino se detuvo unos instantes frente a la puerta de madera, desabotonando el primer botón de su chaqueta oscura, necesitando desesperadamente un poco de aire fresco para llenar sus pulmoner y renovar su espíritu.Aquella noche en particular estaba agotado, las platicas con la escoria de los nobles era lo mas tedioso de su deber como príncipe, sin embargo, era necesario. A menudo, el debia rebajarse a ellos para lograr obtener lo que deseaba, ya fuera información o favores.Era casi ofensivo pensar que alguien tan poderoso y en su posición necesitara de aquellas lacras que se arremolinaban en las sombras de una corte vil y perversa, pero la corona no era segura, y cualquier paso en falso podría arrojarlo a su propia destrucción.Los juegos de poder eran asi, el debia moverse con sumo cuidado y reafirmar su poder, para superar el de Azriel. Sin embargo, y ante la vista de todos, Azriel habia logrado reunir un gran poder entre los nobles a través de dos cosas, dinero y secretos.El hab
Las piernas le pesaban tanto como sus ojos, el sueño estaba demasiado próximo a Ambar, tanto asi que la sirvienta no se creía capaz de llegar hasta su cama antes de caer redonda. Ese dia en particular sus labores habían sido… agotadoras.Damino la habia mantenido ocupada hasta altas horas de la noche, ayudándolo a reunir información de sus posibles aliados en la corte, buscando cualquier detalle que sirviera para manipular a una persona. Y sin lugar a dudas lo habia conseguido.Ella habia acompañado al príncipe a la casa du burlesque, fingiendo ser su amante para lograr entablar conversación con hombres que la miraban con cierto deseo, solo por ser el juguete preferido del príncipe, creyéndola su debilidad. Cuan equivocados estaban todos, si supieran que en verdad el corazón de aquel hombre pertenecia a Elaine nadie la miraría dos veces.Pero ninguno de ellos lo sabia, por lo que jugo al peligroso juego de espadas y serpientes con el príncipe, dedicándole sonrisas ebrias de deseo y ca
Damino despertó con una inusual molestia en su cuello, sin embargo, muy lejos de preocuparse simplemente lo ignoro adjudicando la molestia a una mala posición a la hora de dormir. Rapidamente roto su cuello y concentro su atención en la durmiente Elaine, cuyos ojos estaban hinchados y parecian algo rojizos.El principe apreto los labios, comprendiendo muy bien que aquello era un indicador de lagrimas, ella habia llorado en la noche y el simplemente no lo habia notado.Apretando los labios para contener las ganas de llamarla e interrogarla al respecto, el simplemente deslizo sus dedos por el rostro de ella, retirando algunos mechones dispersos a su alrededor, logrando enmarcar su rostro de manera perfecta.—Lo lamento, mi amor… lo lamento si te he fallado—susurro el antes de inclinarse levemente y besar sus labios con ternura y delicadeza—. Pero te prometo compensarlo.—No tienes nada que compensar, Damino—susurro Elaine despertándose de la bruma del sueño, buscando a ciegas el rostro
Era extraño pensar en simplemente engañar a Azriel, manipularlo. Aquel hombre de dulce mirada color avellana se había convertido en la serpiente de aquel castillo. El era dueño de las sombras y sus confidencias, de los secretos que susurraban en cada recóndito pasaje lejano, Azriel era el silencio y el eco, el se había convertido en amo y señor de todo en ese castillo. Y aun así, incluso con su impresionante poder y alcance, Ambar había conseguido engañarlo.Los años en aquel castillo, sirviendo a la peor escoria que habitaba aquel reino, habían corrompido a la fiel sirvienta hasta la mas insignificante de sus fibras. Ella había conocido lo que ese lugar le podía hacer a una persona, y en consecuencia, siendo una simple mosca, había aprendido el arte de escabullirse de las arañas.Sin embargo, ni en su mas recóndito pensamiento, ni en sus sueños mas descabellados, ella se habría creído capaz de vencer a una araña tan audaz como Azriel.Desde el momento en que ella escribió la lista de
Era increíble ver la velocidad con la que corrían los días, desvirtuándose en el traspaso de los minutos, transportándose con gran saña al olvido. Antes de que Elaine pudiera tan siquiera notarlo, los doctores le dieron el alta, permitiéndole deambular por los corredores del castillo a gusto y placer, algo que lleno de alegría a la bella dama.Sin embargo, aquello no era lo único que ocurriría aquel día. Esa misma noche iba a ser la celebración del solsticio, todos en el reino irían, todos menos Damino y ella. O al menos eso se suponía.En secreto, y lejos de la vista de todos, la princesa había preparado un hermoso vestido para la ocasión, utilizando como base uno viejo que había llamado su atención. Con suma habilidad y destreza, la falsa princesa había logrado crear una pieza magnifica, una que ahora mantenía oculta en un baúl, preparado para utilizar en un par de horas.—Me alegra que estes bien, princesa—dijo el príncipe Damino en un susurro de voz, cuando finalmente noto que es
Damino alzo el menton con suficiencia, mientras esbozaba una pequeña sonrisa al reflejo que le devolvía el espejo. Su apariencia era impactante, atractivo, denotando poder y grandeza; sin embargo, no era aquello lo que lograba alzar las comisuras de sus labios afilados.Un hijo, el iba a tener un hijo. Iba a ser padre. Tendria un heredero a quien dejarle el legado que estaba intentando construir.Un pequeño pedazo de el y de Elaine por quien luchar, por quien edificar un mejor y mas brillante futuro a su alrededor.El príncipe Damino sonrio con notable orgullo, mientras se apartaba del espejo para unirse a la vibrante fiesta que se estaba desarrollando varios pisos por debajo de el.En el primer instante en que el príncipe salió al exterior, el mar de personas lo abrumo. Miles de cortesanos deambulaban por los corredores del castillo, con sonrisas ferocez y colmadas de extasis, aguardando por una compañía que los escoltara a la cama o simplemente una fuerte emoción que diera un vuelco