Paula María lo miró de la misma forma que él lo hizo.—No vuelvas a compararme —señaló furiosa—, no pienso permitir que lo vuelvas a hacer —indicó—. Es mejor que te vayas —refirió—. No te preocupes que todo este tiempo yo he sido padre y madre para mi hijo y lo seguiré siendo —indicó—, no esperaba más de ti —expresó abriendo la puerta.Carlos Gabriel apretó la mandíbula. —Por supuesto que ya no me necesitas, ya obtuviste lo único que deseabas —espetó con profundo resentimiento—, espero jamás vuelvas a requerir mi ayuda —soltó y salió enfurecido del apartamento. Pau liberó una gran cantidad de lágrimas al ver que se marchaba.—Le romperás el corazón —mencionó con profundo dolor—, no volveré a hablar del pasado, pero no lo dejes así, pregunta mucho por ti —refirió llorando—. Y nada me importa más que el sufrimiento de Angelito —expresó—. No solo es mi hijo, también es tuyo. —la joven estalló en llanto.Gabo giró antes de irse y desaparecer por el elevador. —Es mío solo cuando a ti te
Paula María, se sintió como alguien muy especial ante los detalles del chico.Al llegar al lugar del conductor del Mini Cooper de Pau, Gabo, ajustó su asiento, haciéndolo hacia atrás, acomodó los espejos, le dio una última mirada a la joven, quien le correspondió de inmediato, ambos colocaron sus cinturones de seguridad, al encender el auto «El científico de Coldplay» , comenzó a escucharse. Una hora después llegaron a la residencia donde Pau vivía.Al entrar a la casa, estallaron en una risa, al recordar la buena tarde que pasó. Alondra, bajó al escucharlos.—Hola, buenas noches. —Se acercó a saludarlos ya darle la bienvenida al joven.—Que gusto saludarte Alondra. —Gabriel, sonrió con amabilidad.—Bien, da gusto que vengas a alegrar aún más los días a Pau. —Alondra, miró a su hija mientras se soltaba del abrazo que le dio a Gabo.La joven tiñó sus mejillas de rojo carmesí, al recordar los motivos de aquella congoja.—Ya está preparada la habitación de visitas, espero que te sientes
Carlos Gabriel con las manos en los bolsillos de sus vaqueros caminaba por las calles del centro histórico de Oaxaca, sumido en sus pensamientos. La confesión de Paula María retumbaba en su cerebro, y su corazón se sentía fragmentando, entonces se sentó en una de las frías bancas del parque central, y de pronto una niña de larga cabellera rubia que iba de la mano de su madre pasó frente a sus ojos, y a su memoria se vino el instante que conoció a Pau, dieciocho años atrás, cuando temerosa, abrazada a su mascota, llegó a la Momposina. Varias lágrimas bajaron por el rostro de Carlos Gabriel y la garganta se le secó, al rememorar la confesión que ella le hizo en la tienda de campaña que él armó en miedo de la hacienda. El corazón de Gabo se estrujó en el interior al darse cuenta de que siempre, desde niña, pagaba las consecuencias de los actos de otras personas, y luego sintió una fuerte punzada al recordar como la trató. Apretó con fuerza los puños y se puso de pie, caminando sin te
Gabo sintió su corazón estremecerse. —No te odio —expresó—, sin embargo, no es fácil olvidar —mencionó con sinceridad—, pero por el bien de Angelito, no deseo pelear con vos, sé que no sos culpable, pero cuando eras Scarlett me hubiese gustado que buscaras la forma de decirme la verdad —expuso—, pero ya no tiene importancia, por algo sucedieron así las cosas. —Inhaló profundo. Pau estaba por responder cuando Angelito salió de su habitación, caminando con sus sandalias puestas y solo con sus boxers puestos. —No me dijiste que mi amigo iba a venir y no me has bañado —reclamó, Paula María sonrió y se puso de pie para ir a la bañera. —Veo que te sientes mejor —expresó y se metió a la ducha. —¿Me vas a esperar? —indagó a Gabo. Carlos Gabriel sonrió al verlo, y escucharlo. —Por supuesto, vine a visitarte, y a jugar con vos —aseveró—, de aquí no me muevo. Angelito sonrió con complicaciones, pero su mirada brilló al escucharlo, después oyó que su mamá le llamaba, se giró en su eje
New York, USA. Carlos Gabriel desde su oficina, movía de un lado a otro un lápiz que sostenía en sus manos, había pensado mucho lo que iba a hacer; sin embargo, sentía temor de poner en peligro la vida de Pau, y de su hijo. Sin embargo, era necesario conocer quién estaba detrás de lo que le sucedió a Paula María, así que sin pérdida de tiempo, tomó su impecable saco, se puso de pie y salió de la oficina, decidido llegar a un lugar. Condujo por las calles de la ciudad y aparcó el auto frente a un edificio, se quitó las gafas, y de inmediato ingresó. —Señorita, buenos días —saludó con amabilidad con una de las secretarias—. Tengo una entrevista con el agente Antonio Duarte. —Hola —respondió la joven, esbozando una sonrisa. —¿Quién lo busca?—Carlos Gabriel Duque —informó. La chica miró en el computador y de inmediato le comunicó a su jefe que el joven se encontraba ahí, de inmediato lo hizo seguir. Gabo inhaló profundo antes de entrar a la oficina de aquel hombre, una vez que lo
Pau limpio un par de lágrimas. —Quiero volver con ellos —expresó llorando. —Lo sé cariño, por el momento me tienes a mí —indicó—, sabes muy bien que fuiste el motivo por el cual el que volví y no me iré hasta que regreses con nuestra familia —afirmó. —¿Cómo van las cosas con… Carlos Gabriel? —indagó—. Estuve en la cirugía y luego me fui —mencionó. Pau se encogió de hombros. —Muestra interés en Angelito, eso me hace feliz, es como si mi pequeño sintiera una conexión especial hacia él. —La miró a los ojos—, y nada más antes de que te hagas una novela, debes saber que él ya hizo su vida y no hay nada más entre nosotros. —Si yo también ya lo sé —ladeó los labios—, hace unos días la susodicha desfiló y, no me preguntes como se resbaló. —Elevó las manos—, creo que tiene las piernas huecas y no le funcionan bien. Paula María frunció el ceño. —No molestes a la pareja de Gabriel, por favor, lo nuestro ya es historia. Doña Ofe elevó ambas cejas. —Para ser historia como que a él le gus
Paula María ingresó a su apartamento con una amplia sonrisa, lucía un conjunto casual de una blusa corta que le llegaba al ombligo y un short algo suelto de las piernas en tono blanco con delicadas flores en color naranja, además de unas alpargatas. Su cabello moldeado y un maquillaje discreto, resaltando su azulada mirada.Caminó hacia el comedor y dejó el casco de la cuatrimoto, además de algunas bolsas con despensa. Miró en el sillón a su amiga dormida y movió la cabeza al escuchar a los niños hablar en la habitación por lo que se dirigió hacia allá, para constatar lo que hacían.—Ya estoy en casa —Pau comentó al ingresar al cuarto de Angelito, entonces su mirada, enfocó al papá de su hijo viendo televisión con los niños.Los pequeños y Gabo no notaron la presencia de Pau, estaban tan concentrados en mirar la película, además que las risotadas de los tres retumbaban en la alcoba. —¡Qué oso tan grande! —exclamó Norita—, así se pone de furiosa mi mamá, cuando hago travesuras —expres
Carlos Gabriel escupió el agua que minutos antes estaba bebiendo, justo cuando el niño y su mamá se pusieron a orar, entonces empezó a toser un par de veces. El rostro de Paula María se tornó carmín como si se tratase de un tomate, sintiéndose avergonzada al pensar que Carlos Gabriel imaginaría que ella lo mal aconsejaba, sin duda alguna supo de dónde venía aquella frase y negó con su rostro.Se puso de pie para intentar ayudar a Gabo, mientras Angelito lo observaba atento.—¿Estás bien? —cuestionó con nerviosismo.Gabo inhaló profundo, secó su boca con una servilleta. Asintió. —Creo que sí —respondió. —No tengo una explicación para lo que escuchaste —mencionó apenada—, nunca he hablado mal de nadie —comentó presionando su labio inferior.Gabo se aclaró la voz. —La lagartija… ¿A quién se refiere? —indagó con curiosidad. Paula María abrió los ojos tan grande como pudo y negó con la cabeza.—Pues a la mujer que solo quiere estar abrazando a mi papá —Angelito respondió—, la abu me d