Manizales- Colombia. Carlos Gabriel en el taxi que lo recogió en el aeropuerto viajaba rumbo a la hacienda la Momposina, divisaba aquel paisaje alrededor de la carretera lleno de plantaciones de cafetales. El aroma a café recién tostado se coló por sus fosas nasales, rememoró su época de niñez, adolescencia, y juventud cuando corría feliz por medio del campo y no tenía preocupaciones de ningún tipo. Inhaló profundo cuando el vehículo aparcó en la entrada principal de la hacienda de su familia, pagó al conductor y bajó su equipaje. No había avisado a nadie de su visita, no llegó a casa de sus padres porque necesitaba hablar con alguien que pudiera comprenderlo, sin juzgarlo, y aunque sabía que su madre no lo haría, requería hablar de hombre a hombre con su tío Joaquin. La primera en lanzarse a sus brazos fue la menor de sus primas: María Joaquina, la jovencita lo estrechó con calidez. —¡Qué sorpresa! —exclamó con gran emoción. —¿Por qué no avisaste que venías? Gabo correspondió
Al llegar a los apartamentos donde vivían, Óscar tomó al pequeño entre sus brazos para ayudar a Pau, mientras ella tomaba la maleta y la arrastraba.—¿Y mi coche? —Angelito cuestionó al no verlo entre las cosas que bajaron y luego dio un largo bostezo.Pau sonrió y lo miró con ternura.—Tu tía Sam lo trajo a la casa —refirió.—Me parece que alguien en lugar de llegar a jugar, se va a dormir —Óscar ladeó los labios—. Es mejor que descanses porque Norita tiene ganas de verte.—Solo me duermo dos minutos y la traes para jugar —solicitó mientras sus ojitos se cerraban.Al llegar a su piso Pau observó con emoción el interior, se dio cuenta de que olía bien, ya que prácticamente ella no había estado ahí en semanas, además que había hermosos arreglos de globos, metálicos de helio, mezclados con algunos de colores, además de carteles de bienvenida.En cuanto ingresaron Angelito abrió los ojos y observó el decorado, sonrió con emoción y miró a Sam quien estaba en compañía de Norita. El pequeño
Paula María pasó saliva con dificultad al escucharlo, su corazón bombeó con fuerza, lo miró a los ojos, sabiendo que ya era hora de hacerlo, por lo que se dirigió a la sala y tomó asiento, esperando a que él hiciera lo mismo.Carlos Gabriel se quedó de pie, la miró a los ojos. —¿Por qué mentiste, por qué me engañaste? —cuestionó sin preámbulos. Pau inhaló profundo entonces lo vio a los ojos sosteniéndole la mirada, como hacía mucho tiempo no se atrevía.—Vas a escucharme o vas a sentenciarme antes de hacerlo? —indagó elevando el mentón.—Por eso estoy averiguando —dijo él con seriedad—, deseo escuchar tus respuestas, si es que las tienes. Pau presionó sus manos para intentar calmar el nerviosismo que la abordaba, inclinó su rostro y comenzó a recordar.—No era mi intención hacerte daño, lo juro —mencionó sintiendo como su barbilla temblaba—. Yo tenía las mismas ilusiones y sueños que tú, sobre nuestra boda —explicó—. Hasta unas horas antes de nuestro matrimonio, me sentía llena de
Paula María lo miró de la misma forma que él lo hizo.—No vuelvas a compararme —señaló furiosa—, no pienso permitir que lo vuelvas a hacer —indicó—. Es mejor que te vayas —refirió—. No te preocupes que todo este tiempo yo he sido padre y madre para mi hijo y lo seguiré siendo —indicó—, no esperaba más de ti —expresó abriendo la puerta.Carlos Gabriel apretó la mandíbula. —Por supuesto que ya no me necesitas, ya obtuviste lo único que deseabas —espetó con profundo resentimiento—, espero jamás vuelvas a requerir mi ayuda —soltó y salió enfurecido del apartamento. Pau liberó una gran cantidad de lágrimas al ver que se marchaba.—Le romperás el corazón —mencionó con profundo dolor—, no volveré a hablar del pasado, pero no lo dejes así, pregunta mucho por ti —refirió llorando—. Y nada me importa más que el sufrimiento de Angelito —expresó—. No solo es mi hijo, también es tuyo. —la joven estalló en llanto.Gabo giró antes de irse y desaparecer por el elevador. —Es mío solo cuando a ti te
Paula María, se sintió como alguien muy especial ante los detalles del chico.Al llegar al lugar del conductor del Mini Cooper de Pau, Gabo, ajustó su asiento, haciéndolo hacia atrás, acomodó los espejos, le dio una última mirada a la joven, quien le correspondió de inmediato, ambos colocaron sus cinturones de seguridad, al encender el auto «El científico de Coldplay» , comenzó a escucharse. Una hora después llegaron a la residencia donde Pau vivía.Al entrar a la casa, estallaron en una risa, al recordar la buena tarde que pasó. Alondra, bajó al escucharlos.—Hola, buenas noches. —Se acercó a saludarlos ya darle la bienvenida al joven.—Que gusto saludarte Alondra. —Gabriel, sonrió con amabilidad.—Bien, da gusto que vengas a alegrar aún más los días a Pau. —Alondra, miró a su hija mientras se soltaba del abrazo que le dio a Gabo.La joven tiñó sus mejillas de rojo carmesí, al recordar los motivos de aquella congoja.—Ya está preparada la habitación de visitas, espero que te sientes
Carlos Gabriel con las manos en los bolsillos de sus vaqueros caminaba por las calles del centro histórico de Oaxaca, sumido en sus pensamientos. La confesión de Paula María retumbaba en su cerebro, y su corazón se sentía fragmentando, entonces se sentó en una de las frías bancas del parque central, y de pronto una niña de larga cabellera rubia que iba de la mano de su madre pasó frente a sus ojos, y a su memoria se vino el instante que conoció a Pau, dieciocho años atrás, cuando temerosa, abrazada a su mascota, llegó a la Momposina. Varias lágrimas bajaron por el rostro de Carlos Gabriel y la garganta se le secó, al rememorar la confesión que ella le hizo en la tienda de campaña que él armó en miedo de la hacienda. El corazón de Gabo se estrujó en el interior al darse cuenta de que siempre, desde niña, pagaba las consecuencias de los actos de otras personas, y luego sintió una fuerte punzada al recordar como la trató. Apretó con fuerza los puños y se puso de pie, caminando sin te
Gabo sintió su corazón estremecerse. —No te odio —expresó—, sin embargo, no es fácil olvidar —mencionó con sinceridad—, pero por el bien de Angelito, no deseo pelear con vos, sé que no sos culpable, pero cuando eras Scarlett me hubiese gustado que buscaras la forma de decirme la verdad —expuso—, pero ya no tiene importancia, por algo sucedieron así las cosas. —Inhaló profundo. Pau estaba por responder cuando Angelito salió de su habitación, caminando con sus sandalias puestas y solo con sus boxers puestos. —No me dijiste que mi amigo iba a venir y no me has bañado —reclamó, Paula María sonrió y se puso de pie para ir a la bañera. —Veo que te sientes mejor —expresó y se metió a la ducha. —¿Me vas a esperar? —indagó a Gabo. Carlos Gabriel sonrió al verlo, y escucharlo. —Por supuesto, vine a visitarte, y a jugar con vos —aseveró—, de aquí no me muevo. Angelito sonrió con complicaciones, pero su mirada brilló al escucharlo, después oyó que su mamá le llamaba, se giró en su eje
New York, USA. Carlos Gabriel desde su oficina, movía de un lado a otro un lápiz que sostenía en sus manos, había pensado mucho lo que iba a hacer; sin embargo, sentía temor de poner en peligro la vida de Pau, y de su hijo. Sin embargo, era necesario conocer quién estaba detrás de lo que le sucedió a Paula María, así que sin pérdida de tiempo, tomó su impecable saco, se puso de pie y salió de la oficina, decidido llegar a un lugar. Condujo por las calles de la ciudad y aparcó el auto frente a un edificio, se quitó las gafas, y de inmediato ingresó. —Señorita, buenos días —saludó con amabilidad con una de las secretarias—. Tengo una entrevista con el agente Antonio Duarte. —Hola —respondió la joven, esbozando una sonrisa. —¿Quién lo busca?—Carlos Gabriel Duque —informó. La chica miró en el computador y de inmediato le comunicó a su jefe que el joven se encontraba ahí, de inmediato lo hizo seguir. Gabo inhaló profundo antes de entrar a la oficina de aquel hombre, una vez que lo