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Samantha abrió sus ojos con amplitud y miró a su esposo.

—Los niños rompieron la cama de la abuela —expresó. —¡No lo puedo creer! —exclamó.

Óscar ladeó los labios.

—Les toca a los Duque Alvarado pagar la compostura —bromeó.

—Le tendrán que hacer ojitos a la abuela, porque está furiosa —Pau dijo a Gabo—, utiliza el encanto de los Duque. —Sonrió.

Gabo negó con la cabeza.

—A mi no me funcionan esas tácticas con ella, deberé pedirle a mi papá que interceda —bromeó—, vamos a averiguar, cómo rompieron la cama, me parece escuchar a Norita, gritando. —Miró a Óscar.

—Dios nos agarre confesados —dijo Óscar y caminaron con rapidez.

—¿Qué ocurre abuela? —cuestionó Pau.

—Hay ciertas cosas que se les debe enseñar a los niños —indicó—, una de ellas es no entrar a la habitación de la abuela y mucho menos meterse con la cama de la abu —dijo abriendo y cerrando los puños.

—Pero si ya ni la ocupas —dijo Gabito—, mi mamá dice que debemos ser compartidos, los ángeles duermen en el cielo ¿o no?

—Eso es
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