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Norita volvió a carcajear.

—Como que tu abuelo se ve muy joven. —Abrió sus ojos y lo observó con atención—, creo que le hace falta bigotes. ¿Qué opinas? —indagó.

—Tienes razón, pero ¿cómo se lo hacemos crecer de la noche a la mañana? —cuestionó.

—¡Tengo una idea! —exclamó—, mi papá me compró un cajón de bolero, y yo me traje en mi mochila algunas cosas —comentó—. Espérame aquí, vigila que no se despierte —solicitó.

Angelito comenzó a hacer suaves sonidos de arrulló y meció despacio la hamaca, para que no despertara, esperando a que llegara Norita.

La pequeña corrió por su mochila, y con la misma rapidez llegó a la terraza. Agitada se acercó a Gabito.

—Ya llegué —informó tomando aire.

—¿Qué trajiste? —el pequeño preguntó con curiosidad.

—La tinta con la que se limpia los zapatos —mencionó y sacó de su bolso el frasco—, mira. —Mostró el objeto.

Angelito separó los labios y sonrió.

—Es igual al color de su pelo, no se podrá quejar como tu abuelo —mencionó.

Norita volvió a carcajear
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