Capítulo 4

Valeria Peña Madrigal

Puerto Vallarta Jalisco, México

–Bueno, ya no se puede hacer nada, amiga. Vamos a pedirle a la chica, que nos recomiende un vestido para ti. En tiendas como estás debe haber mucha variedad y, además, ese color uva de todos modos estaba horrible, y no te queda para nada, no va con tu tono tan rojo de piel.

Yo era muy ácida en ocasiones, era malvada y hería a la gente con mis comentarios, aunque mi amiga Larissa en lugar de ofenderse ante lo que dije, se lo tomó con humor y parecíamos dos locas, riéndonos en el interior del probador. Fue tanto el escándalo que estábamos haciendo, que la chica, fue a ver lo que pasaba.

– ¿Todo bien, chicas? – Nos dijo desde fuera – Avísenme si necesitan algo más por favor. Todos los modelos, se pueden ajustar, solo los tienen que dejar y en una hora estarán listos.

Deberían, tener todas las tallas, como era posible que en una tienda distinguida solo tenga tallas normales, un departamento de tallas especiales, como para el cuerpo de mi amiga, porque ya ni tiempo le iba a dar de dejar el vestido para que se lo arreglaran. Si era para esta noche, pero solo a ella se le ocurre salir a comprar un vestido antes del evento.

–Sí necesitamos algo – Abrí la puerta – Vea que feo le queda este modelo a mi amiga. Ella es de complexión muy delgada, por favor ¿Puedes traerle algo, que le quede bien? Lo necesita para esta noche, pero en otro color por favor, este está horrendo, puede buscar algo que le quede a su tono de piel.

Ella no se podía quedar sin su vestido para la fiesta, estas tiendas se deben especializar en tallas más chicas, para eso tenían esos precios tan exorbitantes, para complacer a los que iban a dejar su dinero ahí, esas tallas que eran para esas modelos que estaban más delgadas que una espiga, por lo menos algo elegante del departamento juvenil, que pudiera usar Larissa, y no parecer una niña vestida para la misa del domingo.

–Sí claro, enseguida regreso con algunas opciones. Veo que el rojo, le ha quedado perfecto a usted – Se refirió a mí – ¿Va a querer que se lo empaque?

Yo no quise decir nada, no me sentía bien aceptándolo. Sobra decir, que, por dentro, me moría por llevarme ese vestido y unas copas me podían llevar a la noche en la que yo, podría conquistar al objeto de mi deseo y a mi solución definitiva para poder tener, lo que yo me merezco. Afortunadamente, Larissa, fue quién respondió por mí, pues ella era la que iba a sacar el dinero de su bolsillo.

–Sí, ese nos lo vamos a llevar – dijo mi amiga – ya que se lo quite mi amiga, se lo entregamos para que lo empaque, por favor.

No dije nada, yo con ese dinero podía hacer muchas cosas, no comprarme este vestido, pero ella era la que iba a pagar, no yo, así que lo aceptaría de todos modos, me lo quitaré y que me envolvieran, pero si pudiera volvería a la tienda y regresarlo para que me dieran ese dinero, y con ese dinero podía comprar la tela para hacérmelo yo misma, podía copiar el modelo y me ahorraría más de la mitad de lo que cuesta este pedazo de tela.

–Claro que sí, ya regreso.

La empleada se fue y llevó varias opciones después. Los cuales Larissa, se probó y ninguno le quedaba, y así fueron pasando los minutos, en los que la empleada cambiaba de colores y modelos, creo que mi amiga se empezó a desesperar, porque ya ni siquiera íbamos a tener tiempo de ir a otra tienda, porque me imaginaba que iba a suceder lo mismo. Así que esperaba que, en la última tanda de vestidos, apareciera algo medianamente aceptable para ella.

Me sentía mal por mi amiga, no había un solo modelo, que le quedara perfecto, pero al menos encontramos algo que se le veía menos mal que los otros modelos. Yo sólo quería salir de ahí, tenía el tiempo justo de llegar al canal, así que tan pronto se solucionó el asunto del vestido de Larissa, nos empacaron ambos y salimos de la tienda.

Caminamos hasta las escaleras eléctricas y nos subimos a ellas y mientras íbamos bajando, mi mirada se cruzó con la de un chico guapísimo, parecía un modelo. Era rubio, de ojos claros y él, se quedó mirándome a mí, él iba en la escalera para subir y nosotras en la de bajar. No dejamos de mirarnos hasta que nos perdimos del campo de visión.

–Val, ese hombre está bellísimo – Larissa, se puso como loca – Ven, vamos a volver arriba. Se han gustado los dos, tienes que conocerlo.

Yo no tenía tiempo para estar perdiéndolo en ir a buscar a un tipo, que quien sabe si no tiene novia, o si yo le guste, de todas formas, me tenía que ir rápido para poder llegar a tiempo al canal, porque ni la comida, ni los gastos, se pagaban solos, no iba a estar zozobrando a final del mes. Estaba haciendo mi ahorro para poder comprar algunos materiales para la Universidad, aunque Larissa, me ayude algunas veces.

–No Larissa, está muy guapo ok, pero yo tengo que llegar a casa. Vámonos ya, por favor. El chofer, no tarda en venir por mí – Mentí – Si no estoy a la hora que le dije que estaría, me van a matar en mi casa.

Yo le había manejado a Larissa, una vida muy restringida por parte de mis padres, por eso no iba a ninguna fiesta y que no me podía quedar en las tardes a ver películas, ni hacer otras cosas que hagan los demás jóvenes de nuestra edad., pero ahora no era tiempo de lamentaciones, debía llegar al paradero del autobús, antes de que me dejara, eso representaría esperar el siguiente y una demora de mi parte en el canal.

–Pero Val, nunca he visto que te interese nadie y quiero que te des la oportunidad, sólo será un segundo – Larissa, tiró de mí y una de mis pulseras se reventó – Por favor, amiga.

La pulsera se esparció por el lugar y me enojé demasiado, ahora me iba a demorar en recogerla, todo por la tontería de Larissa, de querer ir a perseguir a ese tipo, ni que estuviera yo tan urgida para ir en busca de un hombre, yo ya tenía a mi objetivo en la mira.

–Qué no, he dicho que no Larissa – Le grité sin pensar, arrepintiéndome de inmediato – Lo siento mucho, es que me da miedo no cumplir con mis padres, tú no sabes cómo se ponen y luego se me ha reventado esta pulsera, que era una reliquia familiar.

Lo que necesitaba era estar en la parada, no peleándome por tonterías, me daba rabia ser tan marginal, y no tener mi propio auto con el que transportarme, como era debido, me sacaba de quicio estar corriendo para todos lados, porque aún no me había podido comprar un auto del año, los ahorros no me alcanzaban.

–Perdóname Val – Larissa me miró con los ojos llenos de lágrimas – Ha sido del todo mi culpa. Te ayudo a recoger las perlas y podemos llevarla con algún joyero, para que nos la repare, no te preocupes.

Precisamente yo no iba a poner ni un peso para el arreglo de la pulsera, por su culpa de Larissa, era que me encontraba casi histérica, porque iba a tener que pagar un taxi si perdía el camión.

–Gracias, Larissa.

Recogimos las perlas de mi pulsera muy rápido, yo tenía que irme ya. Cuando terminamos de hacerlo, caminamos juntas a la entrada del centro comercial, dónde el chofer de Larissa, la estaba esperando y se acercó a ella para cargarle la bolsa del vestido y abrir la puerta, para que ella subiera, pero antes de hacerlo, nos despedimos.

–Gracias por el vestido amiga – agradecí – Te prometo, que haré lo más que pueda por acompañarte hoy. De todos modos, yo te aviso más tarde.

Como siempre quedaba con ella y a últimas la llamaba para decirle que se me había presentado alguna urgencia con mi padre o con mi madre, ya se me estaban acabando las excusas, tendría que empezar a pensar en otra cosa, que no se viera muy elaborada.

–Sí Val, por favor inténtalo y siento lo de tu pulsera. Espero tu llamada, saludos a tus padres.

Por supuesto que le iba a llamar, desde un lugar apartado en el canal, yo no iba a poder salir hasta ya entrada la noche del trabajo.

–Gracias, amiga, de tu parte.

Larissa se subió a su auto de lujo y se fueron ella y su chofer. Yo esperé apenas lo necesario, para verlos desaparecer y me eché a correr como loca, tenía que alcanzar el mugroso camión que me llevaría al canal, pues si llegaba tarde, ese tiempo me lo iban a descontar.

Apenas lo alcancé, me subí y me tocó sentarme muy apretada en el fondo. Mientras iba a bordo solo pensaba en dos cosas, en la suerte de Larissa y en el chico del centro comercial.

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