Prólogo.
_ ¡Estoy felizmente casada!
¿En serio?
¿Estoy felizmente casada?
_ Llevo cinco años casada con Mathias Phillips Newort Remirtong; un hombre amoroso, increíblemente guapo, dueño de unos ojos azules tan apacibles, que parecieran que fueran capaces de mirarte el alma, penetrar en ti como la daga mas filosa, Mathias es un gran amante, un buen esposo, es un excelente amigo, es sencillamente el hombre perfecto. Aquel que cuando eras apenas una niña deseabas poder encontrar. Con el que esperas casarte, comprar una casa, sembrar plantas en el jardín, adoptar un perro con mirada triste, y finalmente formar una familia, agregar algunas ramas a tu árbol genealógico. Te imaginas con él los domingos asando una barbacoa en el patio trasero, en compañía de amigos que bromearan de cualquier cosa y riéndote de sus malos chistes, en los bautizos de tus sobrinos, prendada de su brazo en las bodas de tus hermanos, juntos en todas las fotos familiares. Te imaginas aquellas largas tardes frente a la televisión viendo series de n*****x de preferencias aquellas que traten de amores eternos que te arruguen el corazón y te hagan sentir afortunada por haber encontrado tu alma gemela. Te ves con él, acompañándolo al estadio a apoyar su equipo favorito de fútbol, o hasta a los de beisbol, así te aburran y no tengas la menor idea de que va todo aquello. Pero quieres estar allí para él, junto a él, por él. Pero nunca, nunca jamás te imaginas separarte de un hombre así. Porque lo amas tanto, que no concibes una vida sin él a tu lado. Porque él es el hombre de tu vida, con quien llevas cinco años felizmente casada.
¿Soy realmente feliz? Pensó Zia.
Zia era una mujer hermosa de cabello largo, sedoso y brillante, tan negro como el ébano, sus ojos eran de color dorado, color de ojos que normalmente encontrarías en personas rubias no en personas morenas como ella, tenias las cejas pobladas un tono más claro al color de su pelo y pestañas largas y espesas, lo que hacía que su color de ojos resaltaran aun mas en su bello rostro, Zia se sentía orgullosa de su metro setenta y tres de estatura, de sus labios gruesos rosados, su esbelta figura y su trasero de ensueño, características físicas que solo encontrarías en las mujeres latinas, y al ella tener descendencia venezolana, gracias a su padre que había nacido en Venezuela, y luego migrado a Norteamérica en donde había conocido a su madre, había heredado la fisionomía de su padre, y los hermosos ojos de su madre.
Zia se había casado con Mat cuando tenía veinticinco años, él en cambio tenia treinta años en ese entonces. Se conocieron hacia ya ocho años atrás, cuando Zia trabajaba en un despacho de abogados como asistente social y Mat era abogado exclusivo de la firma “Newort Asociados”, la cual pertenecía al padre de Mat. Entre ellos no hubo amor a primera vista, fue más bien un encuentro fortuito en una de las elegantes cenas que la firma acostumbraba a realizar para festejar a los empleados más productivos y sobresalientes, se tropezaron en el bar, él le ofreció un trago, coquetearon y, al mes estaban saliendo, a los tres años después justo el día antes de su aniversario de noviazgo, el hinco una rodilla y le puso una sortija en el dedo. Y ahora llevan cinco años casados, Zia ya no trabaja en la firma, ahora es una ama de casa y Mat ahora es socio y copropietario de la agencia, desde que su padre murió hace dos años, comparte la asociación con su hermano mayor Ángelus Newort, quien es un abogado reconocido por lo implacable que era a la hora de presentarse en la corte. En las cenas familiares Zia trataba de no toparse con él, odiaba la manera en que la miraba, y detestaba que siempre quisiera menospreciar el trabajo de Mat.
_ No me habla, ni me cuenta nada, para “no preocuparme” Sthep – le dijo Zia a su mejor amiga Sthephany Mcklain _ Se que Ángelus lo presiona, y él no se le enfrenta a ese idiota, como si le tuviera miedo, o es que acaso es algún mafioso, un gánster o algo parecido, lo venera como si fuera un Dios, y a mi parecer no es profesional que un abogado tenga tantos tatuajes.
_ No seas esnob Zia, por como yo lo veo es un tipo sexy y misterioso. Es su hermano, ya dejado estar. Él te contara que le sucede cuando esté listo _ la tranquilizo su amiga _ Dime, hay algo más que te preocupa, ¿cierto?
_ ¿Crees que hice bien al renunciar a mi trabajo? Para así convertirme en la perfecta ama de casa _ dijo Zia cabizbaja _ Se suponía que a estas alturas ya tendríamos niños corriendo por toda la casa. Y mírame Sthep, ya tengo treinta años, mi reloj biológico está a punto de llegar a su fin _ resoplo con tristeza.
_¡Por el amos de Dios Zia! Tampoco es que estas masticando el agua, aun eres una mujer joven. ¿Y si no querías renunciar para que lo hiciste? A fin de cuentas es tu vida, eres tú la que tienes que decidir qué hacer con ella _ le espeto Sthep._ Si, lo sé, pero quería que Mat y yo fuéramos felices. Ya sabes, tener la familia perfecta, poder tener más tiempo para estar el uno con el otro. Y ahora míranos, él pasa más tiempo en su oficina que en casa conmigo, y yo me encuentro en esa enorme mansión, renovando el ático yo misma como excusa para no sentirme tan sola e inútil, con mi título universitario llenándose de polvo en un viejo cajón. ¡Sabes! A veces me imagino que se sentiría vivir de manera diferente, si hubiera tomado otras decisiones que rumbo hubiera tomado, si en vez de casarme con Mat, me hubiera casado con un músico quizás ahora estuviera viajando por el mundo. ¡Ay Sthep! No me mires como si fuera perdido el juicio, son solo anhelos de juventud, sabes que amo a Mat. Pero no soy tan tonta y sé que algo nos falta. Quizás si se tomara unas vacaciones estuviera mas en casa, y hablara conmigo. En lugar de llegar tan tarde después de que ya estoy dormida y, luego al día siguiente, solo me da un beso rápido, y después de una breve charla trivial en el desayuno se va directamente al trabajo, es como si tratara de evitarme. Desde hace tres meses ya no hay noches de sexo ardiente, dime como vamos a tener bebes si ya no me toca. ¿O es que acaso ya estoy vieja? ¿Ya no soy deseable para él?_ dijo Zia con lagrimas quemándole los parpados y tragando fuerte para alejar el nudo que se le estaba formando en la garganta.
_ No pienses eso cariño, eres una mujer sensual, joven, hermosa, te juro que si yo fuera hombre o no estuviera casada, te llevara al baño de la cafetería y tuviera sexo contigo _ dijo Sthep.Luego ambas se echaron a reír, provocando que les saltaran las lágrimas a los ojos de tanto reírse._ ¡Por Dios! Que sucia _ dijo Zia _ Gracias Sthep solo tú serias capaz de hacerme reír en un momento como este._ Para ya… Jorge el panadero desde que entraste por ese culo no deja de verte el trasero, así que no me vengas a decir que no eres una mujer deseable. Solo están pasando por una pausa en su matrimonio. Es como una mala nube bajo su esplendido sol, es todo, pronto pasara y volverán a amarse como siempre _ le dijo Sthep._ ¿Tú y Ed han tenido esa “nube mala” en sus ocho años de matrimonio? _ pregunto ella._ Eh bueno… Quizás… _ tartamudeo Sthep._ ¿No, cierto? _ La interrumpió ella _ ¡Soy un fracaso Sthep!_ Que no lo eres Zia. Y te dije que dejaras de auto compadecerte, no logras nada haci
Comenzó caminar hacia ella, y sin poderse contener soltó un grito y comenzó a correr hasta el fondo del galpón, retrocedió hasta donde se encontraban los grandes troncos de árboles y se tropezó con algo cayendo de bruces contra el suelo. Cuando giro se encontró con los grandes ojos abiertos de Damián en un rostro congelado con una expresión de sorpresa, estaba muerto, debajo de este había un gran charco de sangre, justamente donde había caído Zia manchándole la ropa, ella se llevo las manos al estomago tratando de controlarlas ganas de vomitar que tenia, se puso de pie y busco con desesperación una salida._ ¡Una pistola! _ se dijo para sí misma_ Damián tenia entre una de sus manos, un arma de fuego, así que ella la tomo sin pensarlo, Zia sabia usarla, aunque nunca le había disparado a alguien, solo ha blancos fijos en el curso que había tomado, con el arma empuñada entre sus manos temblorosas, tarto de llegar al otro lado del lugar, no escuchaba ningún ruido, así que recurriendo a s
Cuando Zia levanto la cabeza se encontró con un hombre realmente hermoso, tenía una sonrisa apacible en el rostro, su presencia empequeñecía aquel lugar, media algo más de un metro noventa, tenía el cabello oscuro peinado hacia atrás, de ojos color gris claro, llevaba vaqueros desgastados, y no tenia camisa, dejando al descubierto su torso con sus bien definidos músculos, tenía muchos tatuajes en los brazos, en su pecho, y algunos en el cuello, en su oreja derecha le brillaba un pequeño pendiente, dándole un aspecto intimidante y misterioso a la vez. Zia se encontró con la mirada de aquel hombre tan descaradamente atractivo, su sonrisa solo la irritaba mas, se puso de pie y tomo algunos libros de la estantería y comenzó a arrojárselos._ ¡No se me acerque! _ dijo ella mientras utilizaba los libros como proyectiles._ Tú misma tendrás que ordenarlos _ dijo el hombre, esquivando cada libro fácilmente y con diversión en su voz. Se acerco a ella rápidamente y la arrincono en la pared, sos
No encontró nadie en los largos pasillos de la mansión en la que se encontraba, se dirigió entonces hacia una puerta que daban a un balcón trasero de la casa, el cual tenía escaleras de ambos lados que daban hacia un jardín con grama, y plantas en macetas, también habían guirnaldas de flores de muchos colores, el lugar era impresionante, con estatuas al estilo romano, una fuente iluminada en el medio le daban un toque romántico al lugar, más allá de la cima del risco, se podía escuchar el sonido de las olas cuando rompían en el malecón.Zia se giro y vio hacia la casa, una estructura moderna, el color predominante en ella era el blanco, había dos torres en cada lado de la mansión, una en el lado este y otra en el oeste, donde la habían puesto a ella era en la torre este, esa daba hacia el océano, justo encima del risco, la otra tenia la vista hacia la entrada de la casa, verlas desde ese punto de donde ella se encontraba la hizo imaginas los castillos medievales. Y por supuesto había
Cristiano volvió a tomarla de la mano y la llevo hasta la biblioteca, el lugar comenzó a iluminarse cuando ellos iban avanzando a su interior, Cristiano la levanto y la deposito encima del escritorio, quedando la cabeza de Zia a la altura de su pecho._ Déjame limpiarte la herida que tienes en el labio _ le pidió él. Zia estaba cansada de seguir discutiendo, asi que solo asintió, y lo vio moverse alrededor de la mesa, y sacar una caja de primeros auxilios de una de las gavetas del escritorio. Cristiano le paso una toallita antibacterial para limpiar la sangre seca, y luego le puso ungüento en la herida con delicadeza._ Esto evitara que se forme una costra, y permitirá que sane más rápido _ dijo él mirándola a los ojos, estaban tan cerca que Zia podía sentir el calor de su aliento en su rostro, si él bajaba sus labios se encontraría con los suyos._ Gracias a ti Zia, esta noche perdí a uno de mis mejores hombres _ continuo Cristiano._ ¿A que te refieres? _ le preguntó ella confundida
Los guardaespaldas de Cristiano la vigilaban y la alimentaban, a pesar de su ausencia ella seguía siendo el centro de atención para ellos en aquella fortaleza en el medio de alguna parte del mar mediterráneo.Zia no había visto la presencia de ninguna otra mujer en la mansión, todos eran hombres, lo que le pareció algo extraño viniendo de un hombre tan egocéntrico como Cristiano. Estaba terminando de cenar cuando escucho a Gino el guardia de más confianza de Cristiano decir que su jefe había llegado, esto hizo que el corazón de Zia comenzará a dar saltos de alegría, tenía ganas de verlo, quería disculparse con él, agradecerle por irónicamente ser un buen captor. Sin ella darse cuenta había comenzado a sentir cosas por él, había luchado por no reconocerlas, por alejar esos sentimientos de su pecho, pero estaba cansada de pensar en los demás antes que en ella, estaba decidida a aceptar lo que Cristiano le ofrecía. Así que se levantó de la mesa del amplio comedor y se dirigió a la habita
_Venezzia… tienes un bello nombre, no entiendo porque el diminuto a “Zia”, de verdad que ustedes los Norteamericanos son perezosos _ dijo el hombre regordete y panzón que se encontraba frente a ella y a quien Cristiano había llamado por el nombre de Vasco Rossi. Zia se encontraba inmovilizada y amordazada, dos tipos que parecían unos orangutanes la escoltaban, posicionados uno en cada lado, sus ojos vagaban de un lado a otro tratando con desesperación de buscar alguna salida que la librará de esos tipos tan desagradables._ Tengo la sensación de que le importas más a Cristiano Raffacani de lo que quiso aparentar, y eso hará más divertido este juego _ continuó él hombre _ Sabes; si fuera por mí; ya lo hubiera matado desde hace mucho tiempo, Cristiano es como un grano en el culo, pero el hijo de puta tiene muchos aliados poderosos, por ahora, porque estoy trabajando para cambiar eso _ sonrió _ Por eso solo lo mantenía vigilado, estudiando cada uno de sus malditos movimientos, esperando,
De pronto la puerta de la habitación donde se encontraba Zia se abrió abruptamente dando paso a una mujer de unos cincuenta y poco años aproximadamente, está era delgada y alta, y tenía un cuerpo llamativo, su cabello era rubio, y en la mirada reflejaba desdén y maldad. _ Supongo que fuiste tú la que armó todo ese revuelo allá afuera_ dijo la mujer iracunda._ Madame Zafiro, Alexei intentaba abusar de ella en el medio del pasillo_ intentó aclarar Perla, pero la mujer la hizo callar con una mirada fría._ Ven, acércate a mí; según por lo que me dijo Vasco Rossi eres la princesa de Cristiano Raffacani. ¿Cuál es tu nombre? _ dijo la señora, mientras apagaba un cigarrillo en el suelo con la suela de sus altísimos tacones rojos. Zia levantó la barbilla con enfado._ Mi nombre no es asunto tuyo, déjame salir de este maldito lugar _ respondió ella.Pero antes de que Zia pudiera decir algo más, madame Zafiro le propinó dos fuertes bofetadas, lo que provocó que las piernas de la joven fallaran deb