VT...PUV: PREFACIO

El grito de dolor se volvió un gruñido mientras Nina rodaba por la hierba sosteniéndose el brazo. La sensación era horrible, como si le estuvieran arrancando un pedazo del cuerpo, pero solo se quedó allí, boca arriba, jadeando.

—Vamos, vamos… no fue nada… —escuchó la voz del hombre y que venía a ayudarla, y cuando lo tuvo lo suficientemente cerca metió una pierna entre sus pies y giró sobre sí misma, haciéndolo caer estrepitosamente.

—Y aquí es cuando saco mi arma y te doy dos tiros por dislocarme el hombro ¡de nuevo! —gruñó mientras Yuri reía, tratando de levantarse.

—¡Oye! ¡Ojo por ojo! ¡Tú me lo hiciste a mí hace dos semanas! —exclamó su hermano, levantándola y sentándola en una de las bancas del jardín antes de arrodillarse frente a ella—. Además así aprendes que no hay dolor que no sea soportable, un hombro dislocado en una bobería.

Nina se miró el hombro. Llevaba una camiseta sin mangas, así que se veía la cabeza del hueso en una posición muy antinatural por debajo de la piel. Sudó frío, el dolor era soportable, pero la sensación al ver el hueso era asquerosa.

Cerró la mano contra la de Yuri mientras él tomaba su codo y lo acomodaba.

—OK… respira profundo. A la de tres. Uno…

El hueso literalmente hizo «crac» al volver a su lugar y como si fuera un acto reflejo, la pantorrilla de Nina se disparó, golpeando a Yuri en las pelotas.

—¡Hija de tu m…!

—¡Que mamá no te oiga! —se rio Nina, palmeándole la espalda—. Para saber lo que se sentía ya tuve la primera vez, esta fue pura venganza tuya.

Yuri se sentó a su lado con una mueca y pasó un brazo sobre sus hombros.

—Admitido, pero ahora te estaba ayudando, ¿me tenías que patear? Hay formas más honorables de vengarte.

Nina levantó una ceja y respondió con una frase que había usado mucho durante el último año:

—Se vale todo, hermanito.

Pero los suspiros de dolor en aquella banca no duraron mucho, porque una cabeza pelirroja se asomó al balcón del segundo piso y miró abajo, como buscando a alguien, y en cuanto los localizó, vieron a Beri bajar de tres en tres los escalones.

Beri había salido de la cárcel un mes después que ella y Nina había enviado a alguien a buscarla. Así que cuando la chica, con todos sus tatuajes y su mala actitud, había puesto el primer pie fuera de Bedford Hills, se había encontrado de frente con un ruso grande, sexi, y con la sonrisa más tierna del mundo.

Su primera pelea con Kolya Orlenko había surgido en ese momento, y desde hacía once meses venían sacándose los ojos, pero Nina sabía que cuando Beri la buscaba con tanto apuro, solo podía ser por algo relacionado con Kolya.

—¡Nina! ¡Grandulón…! —respiró con dificultad llegando junto a ellos—. ¡Vengan, tienen que ver algo!

—¿Qué cosa? —preguntó Nina con el corazón en la boca, porque solo había una cosa que quisiera escuchar.

—¡Lo logró! Tu caballo de Troya lo logró. Está a punto de firmar —murmuró Beri y eso fue suficiente para que Nina se pusiera de pie como un resorte.

Llevaba todo un año trabajando para aquel momento. Apenas había pegado los ojos en los dos últimos meses, para conseguir que aquella compra se concretara. Había hecho uso de cada recurso que tenía, de cada estrategia de Katerina Orlenko le había enseñado y ahora por fin estaba allí, a una sola firma de dar inicio a su venganza.

Corrió hacia El Espejo, como Kolya le decía cariñosamente a su sala de tecnología, y apenas entró pudo ver en las pantallas que cubrían una de las paredes, la imagen gigante y taciturna de Jacob Lieberman.

La cámara lo captaba a la perfección. No era la primera vez que Nina lo veía desde que había dejado Estados Unidos hacía un año, pero definitivamente se veía mal, ojeroso, más flaco, distraído, como si su atención estuviera muy lejos del sitio en que se hallaba.

Y para su eterna satisfacción, Nina sabía perfectamente en dónde estaba su atención.

Lo vio sentarse en aquella mesa, con Tyler Wilson a su espalda, como CEO activo todavía de Lieberman EXC., y mientras la mano de Jake se deslizaba sobre aquel papel, estampando su firma, Nina solo podía sonreír.

—¡Te tengo! —gruñó cuando lo vio darle la mano al príncipe Badar, regente de la provincia de Asir, en Arabia Saudita.

Y Nina se dijo que si todavía no se sentía tan bien, era simplemente porque aquello solo era el principio.

Se dio la vuelta y salió de allí, tratando de respirar normalmente mientras se dirigía hacia uno de los jardines de la casa, donde sabía que a su madre le gustaba pasar las mañanas con Victoria.

Nina se sentó junto ella en una banca de piedra, viendo cómo su hija corría feliz, dando tropiezos sobre el césped. Esa niña era toda su vida y toda su felicidad, pero ni siquiera ella la había hecho olvidarse de su venganza.

—Ya está hecho —murmuró, y Katerina tomó su mano, acariciándola con suavidad—. Jacob acaba de comprar las minas de Surín. Acaba de invertir novecientos ochenta millones de dólares en esas minas de diamantes… justo en medio de la cordillera Sarawat.

—Perfecto —sonrió su madre con una expresión enigmática—. Entonces ya sabes lo que tienes que hacer.

—Sí… ya sé lo que tengo que hacer —respondió pensativa—. Yuri y yo vamos a estar fuera por algunos días en lo que ajustamos los últimos detalles.

—No olvides que solo tienes un mes —le recordó su madre—. Kali Davies ya llamó de parte de la Fundación. En un mes tenemos que estar de regreso en Nueva York.

La muchacha asintió, alargando los brazos para alcanzar a Victoria, que corría en su dirección, y la levantó para abrazarla sin importarle el dolor que sentía en el hombro.

—No voy a olvidarlo —murmuró—. He pasado un año preparándome para esto… Ya es hora de regresar.

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