Las últimas palabras que Jacob escuchó de Nina, fue la amenaza de que se arrepentiría toda vida por lo que le había hecho.
Ahora, un año después y desesperado por encontrar a la hija que perdió, Jake se ha convertido en un hombre taciturno, amargado y lleno de dolor, que se refugia en el trabajo para mantener el rastro de cordura que le queda.
Y por más que ha añorado verla regresar, no imagina que Nina Smith ha muerto, porque la mujer que vuelve en su lugar, aunque tenga su mismo rostro, tiene un corazón muy diferente.
Yelena Orlenko, la Mariposa, se presenta en la sociedad de Nueva York con un solo propósito: hacer caer a sus enemigos uno a uno, hasta llegar a él, el más odiado de todos: Jacob Lieberman. Y no se detendrá ante nada, no vacilará, no tendrá compasión porque al final se vale todo…
¡Sí, vale todo… por una venganza!
El grito de dolor se volvió un gruñido mientras Nina rodaba por la hierba sosteniéndose el brazo. La sensación era horrible, como si le estuvieran arrancando un pedazo del cuerpo, pero solo se quedó allí, boca arriba, jadeando.—Vamos, vamos… no fue nada… —escuchó la voz del hombre y que venía a ayudarla, y cuando lo tuvo lo suficientemente cerca metió una pierna entre sus pies y giró sobre sí misma, haciéndolo caer estrepitosamente.—Y aquí es cuando saco mi arma y te doy dos tiros por dislocarme el hombro ¡de nuevo! —gruñó mientras Yuri reía, tratando de levantarse.—¡Oye! ¡Ojo por ojo! ¡Tú me lo hiciste a mí hace dos semanas! —exclamó su hermano, levantándola y sentándola en una de las bancas del jardín antes de arrodillarse frente a e
Nueva York era hermoso en aquella época, faltaban solo un par de meses para la navidad, y la ciudad estaba iluminada, llena de adornos y de música en las calles. Lo único inusual era la niebla. Había tanta que Jake ni siquiera se distinguía los pies, pero de lo que sí fue consciente fue de aquella niña que corría hacia él.Había estado buscándola un año entero. Cada día de su vida era para buscarla, cada centavo que tenía era para detectives privados, pistas, informantes. Ya se había metido con la mafia rusa, y lo habían mandado al hospital tres semanas de la paliza monumental que le habían dado, pero al menos estaba seguro de que ellos no se la habían llevado.Nina también había desaparecido. Ni siquiera Mateo había logrado encontrarla, como si todo rastro de su paso por el mundo hubiera sido borrado. Eso no podía ha
Nina sintió la vibración del teléfono en la mesita junto a su cama, y aunque sabía que no era para ella, abrió los ojos y lo alcanzó. Lo dejó sobre el colchón a su lado y presionó el botón de escuchar en cuanto la llamada fue contestada.«¿Mateo…?», escuchó la misma voz que oía cada mañana desde hacía un año.«Jacob… ¿cómo estás?»«Igual que ayer y preguntando lo mismo», respondió Jake. «Por favor, dime que tienes algo… ¡cualquier cosa, Mateo! ¡Me conformo con lo que sea!»«Lo siento. De verdad lo siento, Jacob, pero no hay ningún cambio de ayer a hoy», respondió Mateo.«¡Pero tienen que estar en algún lugar, Mateo! ¡No se las puede haber tra
Si Jacob consideraba que estar fuera de Nueva York, viajando entre las minas de la compañía era horrible, se dio cuenta de que regresar a la ciudad era mucho peor.En esa ciudad estaba su departamento, y los recuerdos de Nina en él.En esa ciudad estaban sus errores, y casi podía contarlos a medida que avanzaba por las calles.En esa ciudad estaba su madre, que desde hacía un año solo era una persona altamente desagradable para él.Lo único bueno que había hecho Meredith Lieberman en el último año había sido dejar de insistir para que se casara. Una sola conversación habían mantenido respecto a Nina, y había sido para que Meredith despotricara contra el sistema de justicia, por dejar libre a la asesina de Theodore. No había forma de hacerle entender que era inocente, así que Jake había preferido ahorrarse el mal rato de decirle que
Quería que alguien le pegara, que lo pellizcaran, que pasara cualquier cosa que le dijera que aquello no era un sueño.Nina estaba allí, risueña y rozagante como si jamás hubiera pasado por el infierno que él había creado especialmente para ella.Pero lo que definitivamente Jake no quería, era escuchar la voz de Meredith a punto de armar su siguiente escándalo. No la había visto ponerse lívida como un papel porque en aquel momento solo tenía ojos para Nina, pero a Meredith Lieberman parecían haberla sorprendido todos los demonios del infierno antes de transformarse en una bruja furiosa.—¡No puedo creerlo! —escupió su madre llegando junto a él—. ¡No puedes dejar que esto pase, Jacob! ¡Esa mujer asesinó a tu padre! ¡No puede estar aquí tan fresca y menos recibiendo un premio…!—¡
Nina no sabía si tenía ganas de reírse o de… bueno, es que no había más opciones, porque ¿llorar? ¡Por Victoria únicamente!No se resistió, dejó que la arrastrara fuera del salón por un corredor trasero, y la subiera a su auto. Jake la sentó como si fuera una niña regañada, y tiró del cinturón de seguridad con un gruñido.—¡Oye oye! Tampoco te excedas. No es como que me vaya a escapar —murmuró Nina y Jake arrugó el ceño.—¡Júramelo!Nina levantó la mano donde tenía la marca de la mariposa y cruzó el índice sobre el dedo del medio.—¡Lo juro! —respondió con una sonrisa coqueta.—Eso pensaba… —bufó Jake dándole dos vueltas al cinturón de seguridad en torno al asiento y ama
Si ver a Nina alejarse de él de aquella era doloroso, más lo fue ver que la puerta de la camioneta que se había estacionado a dos pasos se abría y de ella salía el mismo hombre que alguna vez había tenido aquella visita conyugal con Nina. —¿Estás bien muñeca? —preguntó Aleksei, dirigiéndole a Jacob una mirada asesina por encima de su cabeza. —Perfectamente, solo quiero irme a casa. Jake la vio subirse al auto y marcharse, y aunque se sentía completamente destrozado, la realidad era que sentía que no podía culparla. Nina tenía razón: no era necesario que creyera en ella, solo tenía que haberle mostrado un poco de compasión, y él no le había dado ni eso, ni la que se le da a un perro en la calle en medio de una tormenta. Se subió al auto y salió de allí, no sin antes anotar aquel juego de seis números y letras que se había encargado perfectamente de memorizar. El resto de la noche fue un insulto para él. daba vueltas por el departamento con dese
Jake sintió el manotazo en la nuca y se pasó la mano con un gruñido. —¿Y tú ahora por qué me pegas, idiota? —rezongó mirando a Connor y su amigo puso los ojos en blanco. —¿Cómo que «para qué»? ¿Cómo que «para qué»? ¡Un poco más de dramatismo y te puedes ir a Broadway, imbécil, solo te falta mirar al techo! —lo acusó Connor—. La mujer dice que vino a vengarse, compra la casa de los dos hijos de #$%& que la tuvieron secuestrada ¿y tú preguntas «para qué»? ¡Honestamente a veces dudo de tu inteligencia, c@brón! —Bueno ya, se quiere vengar de la gente que la lastimó, está bien, pero no veo cómo entra esa casa en la ecuación —gruñó Jake. —Tú no tienes que verlo. La que tiene que verlo es ella, y créeme, algo hay ahí que le llamó la atención como para pagar, y cito: «lo que haya que pagar». Jake se quedó pensativo por un momento. La Casa Azul era un lugar apartado, vacío, bueno para cualquier cosa fuera de la ley, como lo había sido el secuestro