Quería que alguien le pegara, que lo pellizcaran, que pasara cualquier cosa que le dijera que aquello no era un sueño.
Nina estaba allí, risueña y rozagante como si jamás hubiera pasado por el infierno que él había creado especialmente para ella.
Pero lo que definitivamente Jake no quería, era escuchar la voz de Meredith a punto de armar su siguiente escándalo. No la había visto ponerse lívida como un papel porque en aquel momento solo tenía ojos para Nina, pero a Meredith Lieberman parecían haberla sorprendido todos los demonios del infierno antes de transformarse en una bruja furiosa.
—¡No puedo creerlo! —escupió su madre llegando junto a él—. ¡No puedes dejar que esto pase, Jacob! ¡Esa mujer asesinó a tu padre! ¡No puede estar aquí tan fresca y menos recibiendo un premio…!
—¡
Nina no sabía si tenía ganas de reírse o de… bueno, es que no había más opciones, porque ¿llorar? ¡Por Victoria únicamente!No se resistió, dejó que la arrastrara fuera del salón por un corredor trasero, y la subiera a su auto. Jake la sentó como si fuera una niña regañada, y tiró del cinturón de seguridad con un gruñido.—¡Oye oye! Tampoco te excedas. No es como que me vaya a escapar —murmuró Nina y Jake arrugó el ceño.—¡Júramelo!Nina levantó la mano donde tenía la marca de la mariposa y cruzó el índice sobre el dedo del medio.—¡Lo juro! —respondió con una sonrisa coqueta.—Eso pensaba… —bufó Jake dándole dos vueltas al cinturón de seguridad en torno al asiento y ama
Si ver a Nina alejarse de él de aquella era doloroso, más lo fue ver que la puerta de la camioneta que se había estacionado a dos pasos se abría y de ella salía el mismo hombre que alguna vez había tenido aquella visita conyugal con Nina. —¿Estás bien muñeca? —preguntó Aleksei, dirigiéndole a Jacob una mirada asesina por encima de su cabeza. —Perfectamente, solo quiero irme a casa. Jake la vio subirse al auto y marcharse, y aunque se sentía completamente destrozado, la realidad era que sentía que no podía culparla. Nina tenía razón: no era necesario que creyera en ella, solo tenía que haberle mostrado un poco de compasión, y él no le había dado ni eso, ni la que se le da a un perro en la calle en medio de una tormenta. Se subió al auto y salió de allí, no sin antes anotar aquel juego de seis números y letras que se había encargado perfectamente de memorizar. El resto de la noche fue un insulto para él. daba vueltas por el departamento con dese
Jake sintió el manotazo en la nuca y se pasó la mano con un gruñido. —¿Y tú ahora por qué me pegas, idiota? —rezongó mirando a Connor y su amigo puso los ojos en blanco. —¿Cómo que «para qué»? ¿Cómo que «para qué»? ¡Un poco más de dramatismo y te puedes ir a Broadway, imbécil, solo te falta mirar al techo! —lo acusó Connor—. La mujer dice que vino a vengarse, compra la casa de los dos hijos de #$%& que la tuvieron secuestrada ¿y tú preguntas «para qué»? ¡Honestamente a veces dudo de tu inteligencia, c@brón! —Bueno ya, se quiere vengar de la gente que la lastimó, está bien, pero no veo cómo entra esa casa en la ecuación —gruñó Jake. —Tú no tienes que verlo. La que tiene que verlo es ella, y créeme, algo hay ahí que le llamó la atención como para pagar, y cito: «lo que haya que pagar». Jake se quedó pensativo por un momento. La Casa Azul era un lugar apartado, vacío, bueno para cualquier cosa fuera de la ley, como lo había sido el secuestro
Podía echarse atrás, podía alejarse, podía entender que todo aquello no era más que un juego para Nina, pero en aquel justo momento, cuando tenía su boca tan cerca de la suya, a Jake se le aflojaron hasta los pensamientos. —No me voy a ir a ningún lado —sentenció con suavidad—. Después de lo que acaba de pasar no voy a dejarte fuera de mi vista ni un segundo. Así que si tú te quedas, yo me quedo. —OK —aceptó ella encogiéndose de hombros—. No es como si no hubiera más cuartos en este mugrero… —No. —Jake la detuvo por una mano con seriedad—. Dije «ni un segundo». Nina levantó una ceja divertida y poco a poco se extendió una sonrisa por su rostro. —Bueno… ¿y su majestad prefiere dormir encima o debajo de mí? —lo provocó con ironía y Jake sintió que el corazón le subía a la garganta. —Me gusta arriba, pero no tengo problemas con dormir debajo de ti… —replicó, mientras olvidaba cómo respirar. —¡Perfecto! Entonces puedes dormir en el
Nina hubiera dado cualquier cosa por tomarle una foto a la expresión desencajada de Jake.—No… no puedes pensar eso, ya nunca…—¿Tú nunca qué? ¿Nunca me incriminarías y me mandarías a la cárcel para que no me quedara con tu herencia? —lo interrumpió ella con tono sarcástico.—¡Yo jamás te haría algo así!—Y yo jamás habría matado a tu padre, pero ya ves que la confianza mutua no es nuestro fuerte —se burló ella, encogiéndose de hombros.—¡A mí no me interesa la herencia de mi padre! ¡Nunca me interesó! —exclamó Jake—. La única razón por la que he metido mis manos en la empresa este año ha sido por ustedes. Para guardarla para ustedes…—¿Nosotros? —preguntó Nina.
—¿Dis-cul-pa? —Nina le dividió su indignación en sílabas, pero la verdad era que solo le daba un poco de gracia que Jake se creyera incluso con derecho a sentirse celoso.—No, ningún «disculpas». Respóndeme —demandó Jake y Nina abrió la boca y los ojos con un gesto de sorpresa.—¿Estás celoso? —lo aguijoneó.—¡Nooo! Yo no estoy celoso, lo que estoy es la borde de un homicidio colectivo…—Eso se llama genocidio…—¡Dale, tú corrígeme que eso me calma mucho! —siseó con ironía Jake mientras se acercaba a Nina, pero ella solo sonreía como si lo tuviera todo resuelto—. ¿A cuántos put0s hombres le dices «Mi amor», Nina?La muchacha respiró hondo se cruzó de brazos.—Básicamente
Jake jamás había hecho algo como aquello, pero siempre había una primera vez para todo. El buzo bajó con una cajuelilla de carga y subió una bolsa alargada, firmemente rodeada de cinta adhesiva color plata. En el mismo momento en que salió del agua supieron que en efecto se trataba de un cuerpo, y para cuando el buzo aseguró el auto con cables de tiraje de acero, y Jake lo remolcó hasta la orilla, ya había un pequeño equipo forense esperándolos allí. El que lo dirigía aseguró todo dentro de una bolsa negra para cadáveres, pero cortó la envoltura allí mismo. Y a pesar de que Nina se consideraba una mujer más fuerte que hacía un año, no pudo evitar volverse y ocultar el rostro en el pecho de Aleksei. El cuerpo estaba conservado de una forma atroz, lo habían envuelto tan bien que el agua apenas había entrado, así que el grado de descomposición era extraño, pero aun así la piel hinchada y distendida hacía imposible reconocerlo. El forense revisó las ropas
—¡Hey! ¡Yo no te pedí que hicieras eso! —gruñó Nina en el mismo segundo en que vio salir al Sheriff, y Aleksei se aseguró de meterse entre los dos, porque un escándalo por quién había disparado un arma no era lo mejor para tener en medio de una docena de policías—. ¡Yo me puedo cuidar sola!—Sé que te puedes cuidar sola —replicó Jake—. Pero te guste o no, en este pueblo y con ese hombre —señaló hacia el sheriff, que se veía en el jardín a través de la puerta abierta—, mi apellido es el que tiene peso.Aquellas palabras impactaron a Nina por un segundo, porque era como si le restregara en la cara quién era, aunque ella sabía toda la verdad.—Sí, bueno… recuerda que cuando más pesa una cosa, más rápido se hunde —siseó dánd