—¡Hey! ¡Yo no te pedí que hicieras eso! —gruñó Nina en el mismo segundo en que vio salir al Sheriff, y Aleksei se aseguró de meterse entre los dos, porque un escándalo por quién había disparado un arma no era lo mejor para tener en medio de una docena de policías—. ¡Yo me puedo cuidar sola!
—Sé que te puedes cuidar sola —replicó Jake—. Pero te guste o no, en este pueblo y con ese hombre —señaló hacia el sheriff, que se veía en el jardín a través de la puerta abierta—, mi apellido es el que tiene peso.
Aquellas palabras impactaron a Nina por un segundo, porque era como si le restregara en la cara quién era, aunque ella sabía toda la verdad.
—Sí, bueno… recuerda que cuando más pesa una cosa, más rápido se hunde —siseó dánd
Nina miró alrededor, despacio, como si estuviera ubicándose. Le dolían la cabeza y las manos, y el ruido sordo del auto moviéndose le producía un aturdimiento extraño, pero no suficiente como para que no supiera lo que acababa de pasar. Subió los ojos y los clavó en Yuri, que tenía una sonrisa satisfecha. Una llamada entró a su celular y su hermano la respondió. —Sí… estamos llegando a la casa… —dijo mirándola a su vez mientras respondía a las preguntas de Aleksei—. Calmada… Enojada pero calmada… Sí, no hay problema, igual ya sabíamos que no iba a mover un dedo. Y Nina entendió que se refería a Jake. Se miró los nudillos, raspados y llenos de sangre, y gruñó recordando lo que acababa de hacer. —Lo siento —murmuró sin mirar a Yuri—. Creí que iba a controlar mejor todo esto. No sé qué me pasó. —Conmigo no te disculpes. —Rio su hermano—. Hiciste morder el polvo a un tipo que te saca treinta centímetros y te dobla el peso. Y encima ese tipo es Jac
El silencio dominó aquella sala. Un silencio pesado, cargado de dolor y de amargura y de odio, porque todo aquello era exactamente lo que sentía Damian Campbell mientras se sentaba en su silla.—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Jake acercándose al guardia que lo había traído.—Hace dos noches su ojo tropezó con una cuchara caliente —susurró el guardia muy bajo, solo para Jacob—. Le vaciaron la cuenca antes de que cualquier guardia pudiera llegar a él. Y anoche cuando salió de la enfermería su oreja se tropezó con algo peor.—Déjame adivinar: un cuchillo —murmuró Jake.—Peor, uno de pan, de sierrita. —El guardia se estremeció con un escalofrío y Jake igual—. No sé cómo logran meter esas cosas aquí, pero ese es el resultado.El hombre sali&o
—¿Qué demonios fue eso?La voz de Jake intentaba ser oscura, controlada y severa, pero en realidad estaba llena de sorpresa y de incredulidad.—¿De qué estás hablando? —respondió su madre con otra pregunta dándole la espalda.—¡Sabes muy bien de qué estoy hablando! —espetó Jake—. ¿Qué es eso de que Nina sabe lo que hiciste? ¡Y no te atrevas a decirme que no sabes, porque te quedaste blanca como un papel!Meredith gruñó, alejándose de él y pensando en qué responderle.—¿¡Y cómo no quieres que me asuste!? ¡Esa mujer es una asesina! —replicó con nerviosismo.—¡Pero ella dijo que hiciste algo…! —insistió Jake—. ¿Por qué lo dijo?—¡Y yo qué sé! —le grit&oa
Los ojos de Nina se movieron con rapidez, reconociéndolo todo, desde el dolor que sentía en el hombro, pero que aún podía controlar y usar perfectamente, hasta el peso y talla del hombre que tenía delante, a quien recordaba muy bien.No había olvidado el rostro taimado y el cuerpo chato de Randall Weiss, y mucho menos esa expresión desagradable que le había causado tan mala primera impresión.—Hola, Weiss —lo saludó, adoptando una posición defensiva, y el hombre arrugó el ceño.La había estado siguiendo, eso era evidente, la pregunta era: ¿por qué una barra de metal y no una pistola?Si quería silenciarla, solo habría tenido que dispararle a la distancia, porque aquel estacionamiento no podía estar más desprotegido ni más vacío. Pero en lugar de eso se había acercado a ella con una bar
Nina sintió un extraño escalofrío cuando escuchó a Jake preguntar aquello. —¿Cómo sabes…? —Entonces es cierto. —Los ojos de Jake se cristalizaron por un segundo mientras apretaba los labios, pero el sentimiento de impotencia era mayor incluso que el dolor que eso le provocaba. —¡Te pregunté cómo lo sabes! —insistió Nina, y aunque Jake no entendió por qué eso era importante, le respondió. —Él me lo dijo. —¿Cuándo? Jacob arrugó el ceño, porque Nina estaba siendo extrañamente precisa. —Hace un par de horas, cuando te llamé… —murmuró. La muchacha achicó los ojos. Se dio la vuelta y sin decir otra palabra sacó un par de teléfonos de la chaqueta que llevaba. Siempre tenía uno de señuelo, que usaba habitualmente y en el que no tenía nada relevante, ni siquiera lo bloqueaba con contraseña porque después de todo era descartable. Y el otro, el que de verdad importaba, era imposible de usar a menos que ella misma lo activara.
La había extrañado. La extrañaba hasta el infinito y más allá todos los días, cada minuto, cada segundo. Extrañaba la forma en que se sentía con ella, como si ya no le faltara un pedazo del alma, como si fuera un ser completo otra vez.Abrazó su cintura, intentando no lastimarla, y se encontró con su boca en una comunión única y perfecta de dos cuerpos que se encontraban cuando se necesitaban más.Los labios de Nina eran suaves, pero su intención no lo era. Atravesaron las puertas de la habitación mientras se besaban desesperadamente, sabiendo que aquel momento tenía hora de caducidad, y Jake jadeó sin poder evitarlo cuando sintió sus manos, pequeñas y calientes, colarse por debajo de su suéter y acariciarle el abdomen.Nina lo reconoció despacio. La última vez había sido un huracán, pero ahora te
El mundo simplemente se convertía en un lugar oscuro cuando ella no estaba. No haberla tenido un año entero era una cosa, pero casi era peor saber que le había dado vía libre para marcharse de nuevo. Era lo más difícil que haría en su vida, pero tenía que aceptarlo: sería prácticamente imposible que pudiera conseguir el perdón de Nina, hiciera lo que hiciera.Jake miró el café que humeaba en la cafetera. Sabía cómo le gustaba a ella, sabía que era capaz de levantarse en modo zombi solo para ir a hacer el primer café del día. Sabía todo sobre ella, y aun así había sido lo bastante imbécil como para no creerle cuando debía haberlo hecho.Nadie había destrozado su vida, ni siquiera podía culpar a los que habían incriminado a Nina, porque la realidad era que él había tenido la opc
Si Meredith Lieberman hubiera tenido que tragarse una cucaracha viva, probablemente le habría sentado mejor que aquella conversación con Jacob. Por suerte se había dado cuenta a tiempo de que no sabía toda la verdad, y eso al menos por el momento corría a su favor.Esa zorra tenía que desaparecer lo más pronto posible, así que si la cucaracha era aceptable, Meredith se dio cuenta de que también prefería tragarse un escorpión cuando entró a la gala de Aniversario de Lieberman EXC, y la vio allí, con una sonrisa en los labios y firmemente prendida del brazo de Tyler Wilson.Se le revolvió hasta la última neurona, pero aunque estaba desesperada por llamar a seguridad y sacarla a patadas, en cuanto se acercó a ellos, notó la mirada fría y amenazante de Nina.—¡Señora Lieberman! —la saludó Nina levantando la voz