Nina hubiera dado cualquier cosa por tomarle una foto a la expresión desencajada de Jake.
—No… no puedes pensar eso, ya nunca…
—¿Tú nunca qué? ¿Nunca me incriminarías y me mandarías a la cárcel para que no me quedara con tu herencia? —lo interrumpió ella con tono sarcástico.
—¡Yo jamás te haría algo así!
—Y yo jamás habría matado a tu padre, pero ya ves que la confianza mutua no es nuestro fuerte —se burló ella, encogiéndose de hombros.
—¡A mí no me interesa la herencia de mi padre! ¡Nunca me interesó! —exclamó Jake—. La única razón por la que he metido mis manos en la empresa este año ha sido por ustedes. Para guardarla para ustedes…
—¿Nosotros? —preguntó Nina.
—¿Dis-cul-pa? —Nina le dividió su indignación en sílabas, pero la verdad era que solo le daba un poco de gracia que Jake se creyera incluso con derecho a sentirse celoso.—No, ningún «disculpas». Respóndeme —demandó Jake y Nina abrió la boca y los ojos con un gesto de sorpresa.—¿Estás celoso? —lo aguijoneó.—¡Nooo! Yo no estoy celoso, lo que estoy es la borde de un homicidio colectivo…—Eso se llama genocidio…—¡Dale, tú corrígeme que eso me calma mucho! —siseó con ironía Jake mientras se acercaba a Nina, pero ella solo sonreía como si lo tuviera todo resuelto—. ¿A cuántos put0s hombres le dices «Mi amor», Nina?La muchacha respiró hondo se cruzó de brazos.—Básicamente
Jake jamás había hecho algo como aquello, pero siempre había una primera vez para todo. El buzo bajó con una cajuelilla de carga y subió una bolsa alargada, firmemente rodeada de cinta adhesiva color plata. En el mismo momento en que salió del agua supieron que en efecto se trataba de un cuerpo, y para cuando el buzo aseguró el auto con cables de tiraje de acero, y Jake lo remolcó hasta la orilla, ya había un pequeño equipo forense esperándolos allí. El que lo dirigía aseguró todo dentro de una bolsa negra para cadáveres, pero cortó la envoltura allí mismo. Y a pesar de que Nina se consideraba una mujer más fuerte que hacía un año, no pudo evitar volverse y ocultar el rostro en el pecho de Aleksei. El cuerpo estaba conservado de una forma atroz, lo habían envuelto tan bien que el agua apenas había entrado, así que el grado de descomposición era extraño, pero aun así la piel hinchada y distendida hacía imposible reconocerlo. El forense revisó las ropas
—¡Hey! ¡Yo no te pedí que hicieras eso! —gruñó Nina en el mismo segundo en que vio salir al Sheriff, y Aleksei se aseguró de meterse entre los dos, porque un escándalo por quién había disparado un arma no era lo mejor para tener en medio de una docena de policías—. ¡Yo me puedo cuidar sola!—Sé que te puedes cuidar sola —replicó Jake—. Pero te guste o no, en este pueblo y con ese hombre —señaló hacia el sheriff, que se veía en el jardín a través de la puerta abierta—, mi apellido es el que tiene peso.Aquellas palabras impactaron a Nina por un segundo, porque era como si le restregara en la cara quién era, aunque ella sabía toda la verdad.—Sí, bueno… recuerda que cuando más pesa una cosa, más rápido se hunde —siseó dánd
Nina miró alrededor, despacio, como si estuviera ubicándose. Le dolían la cabeza y las manos, y el ruido sordo del auto moviéndose le producía un aturdimiento extraño, pero no suficiente como para que no supiera lo que acababa de pasar. Subió los ojos y los clavó en Yuri, que tenía una sonrisa satisfecha. Una llamada entró a su celular y su hermano la respondió. —Sí… estamos llegando a la casa… —dijo mirándola a su vez mientras respondía a las preguntas de Aleksei—. Calmada… Enojada pero calmada… Sí, no hay problema, igual ya sabíamos que no iba a mover un dedo. Y Nina entendió que se refería a Jake. Se miró los nudillos, raspados y llenos de sangre, y gruñó recordando lo que acababa de hacer. —Lo siento —murmuró sin mirar a Yuri—. Creí que iba a controlar mejor todo esto. No sé qué me pasó. —Conmigo no te disculpes. —Rio su hermano—. Hiciste morder el polvo a un tipo que te saca treinta centímetros y te dobla el peso. Y encima ese tipo es Jac
El silencio dominó aquella sala. Un silencio pesado, cargado de dolor y de amargura y de odio, porque todo aquello era exactamente lo que sentía Damian Campbell mientras se sentaba en su silla.—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Jake acercándose al guardia que lo había traído.—Hace dos noches su ojo tropezó con una cuchara caliente —susurró el guardia muy bajo, solo para Jacob—. Le vaciaron la cuenca antes de que cualquier guardia pudiera llegar a él. Y anoche cuando salió de la enfermería su oreja se tropezó con algo peor.—Déjame adivinar: un cuchillo —murmuró Jake.—Peor, uno de pan, de sierrita. —El guardia se estremeció con un escalofrío y Jake igual—. No sé cómo logran meter esas cosas aquí, pero ese es el resultado.El hombre sali&o
—¿Qué demonios fue eso?La voz de Jake intentaba ser oscura, controlada y severa, pero en realidad estaba llena de sorpresa y de incredulidad.—¿De qué estás hablando? —respondió su madre con otra pregunta dándole la espalda.—¡Sabes muy bien de qué estoy hablando! —espetó Jake—. ¿Qué es eso de que Nina sabe lo que hiciste? ¡Y no te atrevas a decirme que no sabes, porque te quedaste blanca como un papel!Meredith gruñó, alejándose de él y pensando en qué responderle.—¿¡Y cómo no quieres que me asuste!? ¡Esa mujer es una asesina! —replicó con nerviosismo.—¡Pero ella dijo que hiciste algo…! —insistió Jake—. ¿Por qué lo dijo?—¡Y yo qué sé! —le grit&oa
Los ojos de Nina se movieron con rapidez, reconociéndolo todo, desde el dolor que sentía en el hombro, pero que aún podía controlar y usar perfectamente, hasta el peso y talla del hombre que tenía delante, a quien recordaba muy bien.No había olvidado el rostro taimado y el cuerpo chato de Randall Weiss, y mucho menos esa expresión desagradable que le había causado tan mala primera impresión.—Hola, Weiss —lo saludó, adoptando una posición defensiva, y el hombre arrugó el ceño.La había estado siguiendo, eso era evidente, la pregunta era: ¿por qué una barra de metal y no una pistola?Si quería silenciarla, solo habría tenido que dispararle a la distancia, porque aquel estacionamiento no podía estar más desprotegido ni más vacío. Pero en lugar de eso se había acercado a ella con una bar
Nina sintió un extraño escalofrío cuando escuchó a Jake preguntar aquello. —¿Cómo sabes…? —Entonces es cierto. —Los ojos de Jake se cristalizaron por un segundo mientras apretaba los labios, pero el sentimiento de impotencia era mayor incluso que el dolor que eso le provocaba. —¡Te pregunté cómo lo sabes! —insistió Nina, y aunque Jake no entendió por qué eso era importante, le respondió. —Él me lo dijo. —¿Cuándo? Jacob arrugó el ceño, porque Nina estaba siendo extrañamente precisa. —Hace un par de horas, cuando te llamé… —murmuró. La muchacha achicó los ojos. Se dio la vuelta y sin decir otra palabra sacó un par de teléfonos de la chaqueta que llevaba. Siempre tenía uno de señuelo, que usaba habitualmente y en el que no tenía nada relevante, ni siquiera lo bloqueaba con contraseña porque después de todo era descartable. Y el otro, el que de verdad importaba, era imposible de usar a menos que ella misma lo activara.