Dos meses después…
Nina se miró al espejo y luego dio una vuelta abriendo los brazos, para que Katerina le diera su opinión.
—¡Estás preciosa! Ese vestido es justo como hace falta: recatado sin dejar de ser muy sexi —murmuró su madre—. Estoy segura de que serás la sensación de esta noche.
—Bueno… tengo que conquistar a un príncipe, así que más vale que esto funcione —suspiró Nina con un poco de frustración.
—De cualquier manera me alegro que hagas esto. Sé que no lo necesitamos, pero ya era hora de que volvieras a trabajar, a salir, divertirte…
—Mamá, hacerle ojitos a un príncipe saudí para que me venda unos pozos de agua no es precisamente diversión —replicó y Katerina abrió los ojos y la boca, llevándose la mano al pecho con un gesto dramático y un profundo:
—¡Aaaaahhhh! ¡Sacrilegio! —exclamó—. ¿Entonces para qué haces esto? ¡No es como que necesitemos el dinero! ¿Si no lo haces para divertirte, por qué vas a ir mañana a esa fiesta?
—¿Por capricho? —sonrió Nina—. Tomé la decisión de quedarme con la mina de Surín y además tengo los pasos. Como bien dices, no necesitamos el dinero, pero quizás nos venga bien cambiar de aires, tener un negocio alternativo…
Se detuvo mientras evaluaba por última vez el vestido antes de quitárselo, y Katerina se dijo que sí, definitivamente su hija necesitaba un cambio de aire, algo que la emocionara, que la entusiasmara.
La dejó sola mientras iba al jardín, donde Victoria jugaba con su tío Kolya y su tía Beri. Los dos estaban aprovechando a la nena porque en los últimos dos meses Nina la había acaparado.
—¿Y? ¿Ya está lista para matar la muñequita? —preguntó Kolya.
—¿La verdad? —Katerina levantó las cejas y sus labios se inclinaron hacia abajo con una mueca—. Se ríe de dientes para afuera, pero sé que no se está divirtiendo. ¿Cómo podemos estar en Paris y no divertirnos?
—Ya sé, ha estado como muy tranquila últimamente —dijo Kolya.
—¡Sosa! No está tranquila, ¡está sosa! —rezongó su madre cruzándose de brazos—. ¡Y tú y yo sabemos por qué!
Kolya sonrió y su mirada se cruzó con la de Katerina durante un minuto, y se conocían tanto que los dos sabían lo que el otro estaba pensando.
—Tienes razón, mi hermana se divertía más cuando estaba… ya sabes… ¿enojada con alguien?
—El asunto es que «alguien» está al otro lado del charco —replicó su madre.
—Bueno, a mí se me puede deslizar el dedo… un mensaje equivocado. Le pasa a cualquiera —dijo Kolya.
—Estoy segura de que sí. Además andas tan distraído con Beri en estos días… no me sorprendería para nada una torpeza de ese tipo —murmuró son sorna.
Katerina se levantó y fue a sentarse entre las flores con Victoria, que se entretenía arrancándolas y poniéndolas en una canastita. Si realmente el dedo de Kolya se resbaló o no, no lo supo, pero a la noche siguiente, los ojos le brillaron de emoción al ver a Nina lista para salir.
—Recuerda, pórtate mal y diviértete —le advirtió antes de darle su bendición para que se fuera de fiesta.
Nina se despidió de ella y pasó por la habitación de Victoria, que después de un día entero de juego ya estaba rendida a las nueve de la noche. Le dio un pequeño beso en la cabeza y salió de la casa.
El auto con su chofer la llevaron hacia el Louvre, donde esa noche se hacía una de las exposiciones de arte medio oriental más importantes del año, solo se podía entrar con una invitación exclusiva y por supuesto Nina había conseguido una.
Sin embargo no era la exposición en sí lo que le importaba, sino la presencia en ella del príncipe Badar, regente de la provincia de Asir, en Arabia Saudita, el hombre que le había vendido a Jake la mina de Surín.
Nina había pasado un año preparándose para obstaculizarle a Jake la explotación de esa mina, y ahora que la tenía en sus manos, se había dado cuenta de que en lugar de eso tenía que hacerla funcionar ella misma.
No era imposible, claro, después de todo tenía la propiedad de la mina y el derecho de los pasos a través de la cordillera Sarawat desde Jizan, pero había una cuestión, una sola, que había olvidado: el agua.
A Nina no le había importado para nada, porque pensaba destrozar aquel proyecto, así que no había caído en cuenta de que para echarlo a andar, necesitaba agua. Específicamente necesitaba usar los pozos que ya estaban construidos, o tendrían que perforar más de mil quinientos metros para abastecer la mina de agua, y aun para eso también necesitaba los derechos.
Respiró profundamente cuando atravesó la alfombra roja que llevaba a la escalinata, y en el mismo momento en que cruzó el umbral del museo, supo que todas las miradas, incluida la del príncipe Badar, se posaban en ella.
Llevaba un vestido rojo, sin escotes pronunciados, pero que se le pegaba con sensualidad a cada curva del cuerpo. Así que aunque llevara las piernas bien cubiertas, era fácil imaginarse la magnitud de la mujer que había debajo.
Tomó una copa de champan y empezó un lento recorrido por la primera sala de exhibición, antes de que un hombre en perfecto traje se le acercara.
—¿La señorita Orlenko, tengo entendido? —preguntó el hombre y Nina le hizo un delicado y afirmativo gesto con la cabeza—. Soy el Asesor de Su Majestad el príncipe Badar, es conmigo con quien ha estado hablando sobre el derecho para los pozos de agua.
—Me alegra conocerlo por fin, señor Mussad —dijo Nina extendiendo su mano enguantada, para que el hombre la besara.
—El sentimiento es mutuo, señorita. Ahora, si es tan amable, a Su Majestad le gustaría conocerla. Gracias a sus donaciones, Su Majestad posee una sala privada para uso temporal en el museo. Si gusta acompañarme…
Le ofreció el brazo con cortesía y Nina se apoyó en él para seguirlo.
—¿Y qué dice Su Majestad sobre el acuerdo de los pozos? —preguntó tanteándolo, porque si alguien estaba al tanto de las decisiones del príncipe era él.
—Bueno, debo advertirle que ha surgido un inconveniente momentáneo —dijo el hombre—. Un viejo socio de Su Majestad que está interesado en lo mismo.
—¿Desde cuándo? —preguntó ella, molesta.
—Desde esta mañana —aseguró el asesor—. Se reunió con Su Majestad para valorar el traspaso de los pozos de Surín…
—¡Eso es absurdo! —siseó la muchacha al llegar a la puerta de la sala—. Esos pozos no le sirven a nadie que no sea a mí…
—Pero a uno no tiene que servirle algo para quererlo —sentenció una voz a su espalda y Nina sintió que la piel se le erizaba. Su boca se secó, su corazón empezó a palpitar a mil por segundo y se giró con brusquedad para enfrentar aquella sonrisa satisfecha—. Basta con que uno lo quiera para pelear por eso… ¿o no, dragoncita?
Si alguien hubiera tenido la delicadeza de sacudir una botella de champaña y disparar la espuma en dirección a la cara de Nina, corcho incluido, probablemente a ella le hubiera sorprendido menos que ver a Jake en aquel lugar.Pestañeó aturdida, mientras su boca se abría y se cerraba sin llegar a articular ninguna palabra.—¿¡…Jacob!? —soltó por fin y lo vio sonreír como si acabara de plantarle un beso en cada mejilla.—¡Señorita Orlenko! Dichosos los ojos que la ven… y todo lo que le ven —respondió él con un tono travieso que acabó de descolocarla, mientras le tomaba la mano y depositaba un beso suave sobre el dorso.—¿Qué estás diciendo? ¡No se me ve nada! —siseó ella mirando de reojo al Asesor, porque sabía que por más liberal que fuera para hacer negocios, el pr
—¡Es que lo voy a matar! ¡Lo voy a asfixiar así… así con mis manitas! —rezongaba Nina mientras entraba como un volcán en erupción por la puerta de la casa parisina.Los trillizos se quedaron más fríos que tres bloques de hielo, pero Kolya vio cómo Katerina curvaba levemente los labios tratando de disimular la sonrisa.—¿Qué pasó? ¿No cedió el príncipe? —le preguntó Aleksei.—¡Es que ni pude hablar con él tranquilamente porque «alguien» no me dejó! ¡Y yo solo quiero golpearlo así… así con mis manitas! —exclamó mientras aquel berrinche subía de tono.Kolya se acercó a ella y trató de clamarla.—A ver, ¿es en serio? ¿Y quién en el loco suicida que se metió en el camino de La Maripos
Nina se miró de arriba abajo, y maldijo internamente, porque se podía quitar la grasa de la cara, pero el olor a taller mecánico no se le iba a ir de ninguna manera.—Señorita Orlenko, parece que usted tiene una particular propensión a los accidentes —murmuró el Asesor viendo cómo ella se alisaba el cabello y se estiraba la ropa.—Sé que no es una excusa válida, señor Asesor, pero es evidente que mi competencia está intentando sabotearme —replicó Nina con frustración mal disimulada—. No he podido llegar presentable a ninguna de las citas con el príncipe y créame que no ha sido por falta de esfuerzo.—Bueno, tiene razón en una cosa sí y en otra cosa no —suspiró el Asesor dándose la vuelta para caminar por el corredor, lejos de la puerta de la oficina del príncipe—. Es muy cierto
Sentía la cabeza pesada y las piernas ligeras. Se suponía que se estuviera peleando con él, pero también se suponía que quería dejar todo atrás. Estaba allí para sacarle información a Jake, y Jake le estaba sacando gemidos a ella.Se desperezó cuando sintió una de sus manos, calientes y juguetonas, cerrarse sobre uno de sus pechos bajo el albornoz, y se bajó de la mesa de un tirón.Jacob retrocedió dos pasos, aturdido, pero aunque Nina le había cortado la inspiración en medio de toda aquella vorágine de deseo, no podía hacer otra cosa que sonreír mientras se mordía los labios con que la acababa de besar.—Buena sesión, deberíamos repetirla —lo retó Nina.—Así es. La próxima vez quizás incluso la terminemos —respondió él con una mirada prov
Reunir a los trillizos, a Mateo y a Santi, visitar a Eric Hellmand, organizar una arena en Odessa, era para Nina como volver a sentirse viva y en control. En los últimos meses se había sentido como en el aire, como si todo el propósito de su vida, que era vengarse de las personas que la habían lastimado, se le hubiera terminado demasiado pronto. Por suerte o por desgracia, aquella batalla campal con Jake había llenado ese extraño vacío, así que ahora estaba supervisando que levantaran carpas, construyeran gradas, contratando buenos comentaristas deportivos y haciendo que pusieran una jaula como Odessa no había visto en mucho tiempo. No hay que confundirse, estaba preparando una arena completamente ilegal, para peleas ilegales. Pero estaba prepagando una arena bajo la protección de Eric Hellmand, y hasta Dios se cuidaba de cruzarse en el camino de aquel hombre. —Está feliz —murmuró Katerina llegando junto a Kolya, que observaba toda aquella locura desde el bal
Nina miró por unos minutos a Jake, que retozaba en la hierba con Victoria, y casi casi le hacía de alfombra para que ella pasara. Los dos se veían felices mientras Kolya descansaba en su banco de piedra, así que Nina tiró de la mano de su madre para llevarla un poco más lejos.—¿De qué estás hablando, mamá? ¿Qué pasa con Jake?—Hija ¿tú confías en mis instintos? —le preguntó Katerina.—Con mi vida, ¿por qué? —preguntó la muchacha.—Pues mis instintos me dicen que algo está pasando con él —apuntó su madre—. Hay algo que no logro ver, pero te juro que no me deja dormir. Todo ese asunto con Tyler…Nina suspiró y se cruzó de brazos mientras negaba lentamente.—Ya lo sé. A mí también me tiene sin somb
Jake miró aquel pedazo de papel en su mano, pero estaba seguro de que no lo había visto antes así que negó con sinceridad mientras alargaba la mano para tomarlo de la de Nina.Leyó lo que decía y cerró los ojos conteniendo la respiración.—¡Explícame qué es! —demandó Nina—. ¿Por qué mi madre te escribió que ya sabía quién te había mandado la otra nota? ¡Que asumo es la que está en la bolsa y que parece como si alguien te hubiera amenazado!—¿Puedes bajar la voz o quieres que te consiga un micrófono? —siseó Jake—. Me dejaron esa nota en mi cuarto de hotel mientras estaba en París, se la traje a tu madre porque me imaginé que podía ayudar, y viendo que en unas horas consiguió una respuesta, es evidente que no me equivoqué.—&
Quizás estaba cansada, quizás se habían tomado la tregua demasiado en serio y habían llevado las cosas un poquito al extremo, o quizás simplemente estaba tan cómoda durmiendo rodeada del olor de Jake. Lo cierto fue que ya había salido el sol cuando Nina abrió los ojos y se desperezó, estirando su mano al otro lado de la cama, pero solo encontró la almohada vacía.Se sentó en la cama, sosteniendo el edredón contra su pecho y arrugó el ceño cuando se dio cuenta de que la habitación estaba llena de pétalos de rosas rojas. Sobre el tocador había una pequeña bandeja con éclairs de chocolate y café que todavía estaba caliente.Se mordió los labios, sin poder evitar la sonrisa. ¿Jake había hecho eso? ¿De verdad? Miró por la ventana, dándose cuenta de que el sol ya estaba afuera, y se