—¡Es que lo voy a matar! ¡Lo voy a asfixiar así… así con mis manitas! —rezongaba Nina mientras entraba como un volcán en erupción por la puerta de la casa parisina.
Los trillizos se quedaron más fríos que tres bloques de hielo, pero Kolya vio cómo Katerina curvaba levemente los labios tratando de disimular la sonrisa.
—¿Qué pasó? ¿No cedió el príncipe? —le preguntó Aleksei.
—¡Es que ni pude hablar con él tranquilamente porque «alguien» no me dejó! ¡Y yo solo quiero golpearlo así… así con mis manitas! —exclamó mientras aquel berrinche subía de tono.
Kolya se acercó a ella y trató de clamarla.
—A ver, ¿es en serio? ¿Y quién en el loco suicida que se metió en el camino de La Maripos
Nina se miró de arriba abajo, y maldijo internamente, porque se podía quitar la grasa de la cara, pero el olor a taller mecánico no se le iba a ir de ninguna manera.—Señorita Orlenko, parece que usted tiene una particular propensión a los accidentes —murmuró el Asesor viendo cómo ella se alisaba el cabello y se estiraba la ropa.—Sé que no es una excusa válida, señor Asesor, pero es evidente que mi competencia está intentando sabotearme —replicó Nina con frustración mal disimulada—. No he podido llegar presentable a ninguna de las citas con el príncipe y créame que no ha sido por falta de esfuerzo.—Bueno, tiene razón en una cosa sí y en otra cosa no —suspiró el Asesor dándose la vuelta para caminar por el corredor, lejos de la puerta de la oficina del príncipe—. Es muy cierto
Sentía la cabeza pesada y las piernas ligeras. Se suponía que se estuviera peleando con él, pero también se suponía que quería dejar todo atrás. Estaba allí para sacarle información a Jake, y Jake le estaba sacando gemidos a ella.Se desperezó cuando sintió una de sus manos, calientes y juguetonas, cerrarse sobre uno de sus pechos bajo el albornoz, y se bajó de la mesa de un tirón.Jacob retrocedió dos pasos, aturdido, pero aunque Nina le había cortado la inspiración en medio de toda aquella vorágine de deseo, no podía hacer otra cosa que sonreír mientras se mordía los labios con que la acababa de besar.—Buena sesión, deberíamos repetirla —lo retó Nina.—Así es. La próxima vez quizás incluso la terminemos —respondió él con una mirada prov
Reunir a los trillizos, a Mateo y a Santi, visitar a Eric Hellmand, organizar una arena en Odessa, era para Nina como volver a sentirse viva y en control. En los últimos meses se había sentido como en el aire, como si todo el propósito de su vida, que era vengarse de las personas que la habían lastimado, se le hubiera terminado demasiado pronto. Por suerte o por desgracia, aquella batalla campal con Jake había llenado ese extraño vacío, así que ahora estaba supervisando que levantaran carpas, construyeran gradas, contratando buenos comentaristas deportivos y haciendo que pusieran una jaula como Odessa no había visto en mucho tiempo. No hay que confundirse, estaba preparando una arena completamente ilegal, para peleas ilegales. Pero estaba prepagando una arena bajo la protección de Eric Hellmand, y hasta Dios se cuidaba de cruzarse en el camino de aquel hombre. —Está feliz —murmuró Katerina llegando junto a Kolya, que observaba toda aquella locura desde el bal
Nina miró por unos minutos a Jake, que retozaba en la hierba con Victoria, y casi casi le hacía de alfombra para que ella pasara. Los dos se veían felices mientras Kolya descansaba en su banco de piedra, así que Nina tiró de la mano de su madre para llevarla un poco más lejos.—¿De qué estás hablando, mamá? ¿Qué pasa con Jake?—Hija ¿tú confías en mis instintos? —le preguntó Katerina.—Con mi vida, ¿por qué? —preguntó la muchacha.—Pues mis instintos me dicen que algo está pasando con él —apuntó su madre—. Hay algo que no logro ver, pero te juro que no me deja dormir. Todo ese asunto con Tyler…Nina suspiró y se cruzó de brazos mientras negaba lentamente.—Ya lo sé. A mí también me tiene sin somb
Jake miró aquel pedazo de papel en su mano, pero estaba seguro de que no lo había visto antes así que negó con sinceridad mientras alargaba la mano para tomarlo de la de Nina.Leyó lo que decía y cerró los ojos conteniendo la respiración.—¡Explícame qué es! —demandó Nina—. ¿Por qué mi madre te escribió que ya sabía quién te había mandado la otra nota? ¡Que asumo es la que está en la bolsa y que parece como si alguien te hubiera amenazado!—¿Puedes bajar la voz o quieres que te consiga un micrófono? —siseó Jake—. Me dejaron esa nota en mi cuarto de hotel mientras estaba en París, se la traje a tu madre porque me imaginé que podía ayudar, y viendo que en unas horas consiguió una respuesta, es evidente que no me equivoqué.—&
Quizás estaba cansada, quizás se habían tomado la tregua demasiado en serio y habían llevado las cosas un poquito al extremo, o quizás simplemente estaba tan cómoda durmiendo rodeada del olor de Jake. Lo cierto fue que ya había salido el sol cuando Nina abrió los ojos y se desperezó, estirando su mano al otro lado de la cama, pero solo encontró la almohada vacía.Se sentó en la cama, sosteniendo el edredón contra su pecho y arrugó el ceño cuando se dio cuenta de que la habitación estaba llena de pétalos de rosas rojas. Sobre el tocador había una pequeña bandeja con éclairs de chocolate y café que todavía estaba caliente.Se mordió los labios, sin poder evitar la sonrisa. ¿Jake había hecho eso? ¿De verdad? Miró por la ventana, dándose cuenta de que el sol ya estaba afuera, y se
Si una amenaza de bomba hubiera saltado en medio de aquella muchedumbre, probablemente habría causado menos impacto que el regreso del Grillo Fisterra a las jaulas, aunque solo fuera como entrenador. Dios sabía que Nina estaba con el corazón en la boca de la sorpresa, porque había esperado cualquier cosa menos esa.Le dirigió a Jake una mirada asesina mientras este le sonreía con sorna y lo vio salir luego de la jaula demasiado satisfecho para su gusto.La primera pelea se anunció para las once de la noche, y diez minutos antes los invitados fueron subiéndose a sus palcos o a las gradas. Los De Navia tenían el suyo; Eric Hellmand otro, que en un acto de cortesía profesional compartía con Ruben y con Franco Garibaldi.Y por supuesto los Orlenko tenían su propio palco, pero Nina no estaba allí, sino a pie de jaula, saboreando la sangre. Parecía que le habían ca
—Tú, estás despedido —rezongó Yuri señalando con un dedo al vacío, y Nina lo atrapó, apuntándolo a donde de verdad estaba Santiago, pero en el fondo sabía que solo estaba bromeando.—¿Y qué esperabas? ¡No se puede ganar contra el Grillo! —sonrió Santi encogiéndose de hombros y metiendo las manos en los bolsillos—. Pero te prometo que te lo voy a compensar. ¡Solo tienes que decir qué quieres!Yuri puso su mejor cara de póker, teniendo en cuenta que sangraba del labio, de una ceja y un oído, y no veía claramente nada de lo que tenía delante.—¿Me das el número de tu hermana? —pidió y de inmediato se escuchó la carcajada de Santiago.—¿De Leisy? ¿Te volviste loco? Yo te lo doy, pero ¿no te alcanzó con la paliza que te acaban de