Nadie que veía por primera vez a aquella mujer de casi cincuenta años, con el cabello de un rubio cenizo y una sonrisa de infinita dulzura, era capaz de imaginar que debajo de aquel aspecto amable se escondía una criatura tan letal. «Despiadada» era quizás la descripción correcta para ella, pero para sus tres hijos, que entendían el origen de su carácter, era imposible verla de esa manera.
Así que cuando Aleksei, Kolya y Yury le pidieron que regresara a Odessa de inmediato, Katerina Orlenko no dudó ni un segundo en tomar un avión para ver qué necesitaban sus muchachos.
Sentarla y contarle todo sobre lo que Kolya había hecho y descubierto no la hizo pestañear ni por un segundo. Que su hijo menor hubiera metido su ADN en una base de datos mundial mucho menos, sabía que igual que lo había puesto allí, era capaz de desaparecerlo sin dejar rastro&helli
Nina sentía que no podía respirar. Las palabras de Theodore diciéndole que no debía acercarse a Jake jamás, su desesperación cuando se había enterado de que estaba embarazada… todo seguía repitiéndose en su cabeza como una terrible película.—¡No pienses en eso…! —intentó calmarla Yuri, pero Nina parecía estar al borde del colapso.—¿¡Cómo quieres que no piense en eso!? ¡Es mi m@ldito hermano! ¡Me acosté con él, por Dios…! —Nina se cubrió el rostro con las manos, sollozando—. ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué Theo no me dijo la verdad…?Simplemente no podía entenderlo.—Culpa, supongo —murmuró Katerina con los dientes apretados—. Miedo a desenterrar la verdad, a exponer su verdadera cara… Por
Si la vida de Nina se había transformado de un momento a otro, al parecer para bien, de la de Jacob Lieberman podía decirse exactamente lo contrario. Su rutina se había convertido en una espiral de autodestrucción de la que no parecía tener ninguna intención de salir.Desde pasar el día con la cabeza enterrada entre documentos con que lo atiborraban las asistentes de Tyler, hasta su paso cada vez más nebuloso por el Spectrum cada noche… todo era solo un intento inútil para olvidar que su vida ya no sería como antes.Quizás por eso cuando vio entrar a Tyler Wilson a su oficina, ni siquiera se inmutó.Durante mucho tiempo había estado enojado con él, por un lapso breve lo había odiado, pero en el fondo sentía lástima por él, porque todavía, después de tantos meses, no había logrado sacudirse la influencia de Nina
De las tres personas que se bajaron de aquel vuelo que llegaba de los Ángeles, dos eran especialistas destacados en su campo, el último era un detective entrenado por él mismo, y todos era de su absoluta confianza. Sin contar, por supuesto, que eran personas dispuestas a ayudarlo en todo momento.—Sheffield —lo saludó el detective Norton, estrechándole la mano—. Tú como que andas muy lejos de casa, ¿no?—Así es —Connor le estrechó la mano—. Pero necesito ayuda, así que gracias a todos por venir.El doctor Weston, médico forense, y la doctora Hinamoto, una eminencia en el estudio de la genética, se acercaron para saludarlo también. A lo largo de sus carreras se habían conocido, y Connor esperaba que pudieran confirmar o negar sus sospechas.—Nos conseguí acceso total al Laboratorio de Criminalística en el
Jacob Lieberman no escuchaba razones, no le importó nada cuando escuchó a su mejor amigo decirle que debía regresar porque habían adelantado la audiencia de Nina, así que Tyler Wilson podía cansarse de gritar que igualmente mandó a preparar el avión, y lo único que lo demoró para emprender el regreso hacia América, fueron los m@lditos permisos de vuelo, que tardaron más de siete horas en salir. Por desgracia eso significaba que, por mucho que se apurara, era probable que aquella audiencia comenzara sin él; y en efecto, su avión todavía estaba a varias horas de aterrizar cuando ya Nina, vestida con sencilles y sobriedad, era escoltada dentro del juzgado y llevada hacia la sala del juicio. Extrañamente, tenía el corazón en calma. Katerina estaba allí. Kolya estaba allí. Aleksei estaba allí. Yuri estaba allí. Pasaron pocos minutos antes de que pusieran a todos en orden y cerraran la sala, porque era una vista privada. Del la
Seis días, esos eran demasiados días como para que la evidencia estuviera fuera de una cadena de custodia y todos lo sabían, pero Allen y el fiscal habían preferido omitirlo. Maiser había estado persiguiéndose la cola en los últimos meses, ninguno esperaba que fuera a cuestionar lo más básico, que era la seguridad de las pruebas entre la muerte de la víctima y la incautación de la evidencia.—Muy bien, seis días… ¿Y los sacó de una caja de seguridad? ¿Estaban bajo llave? ¿Puede asegurar que nadie más en la casa tuvo acceso a ellos durante ese tiempo?—¡Nadie más ganaba algo al matar a Theodore Liberman! —exclamó Allen con rabia.—Pues yo veo una herencia multimillonaria que ganó la familia Lieberman cuando mi clienta fue a la cárcel —replicó Aleksei—. Pero de nue
Jake hubiera preferido que literalmente Connor lo usara como saco de boxeo, antes de que le repitiera con tanta convicción aquellas palabras.—¡¿De qué mierd@ estás hablando, Connor!? ¿¡Cómo que ella no lo hizo…!? —le gritó mientras veía aquel auto alejarse de allí.—¡Pues que no lo hizo, Jacob…! Ella no mató a tu padre —insistió Connor.—¡Pero…! ¡Pero…!—Pero nada, súbete al auto, tengo que llevarte a un lugar —dijo su mejor amigo empujándolo al otro lado del estacionamiento.Jake bufó con impotencia altes de subirse al asiento del copiloto, y solo rumió su frustración en silencio mientras atravesaban la ciudad.—¿Tú hiciste que retiraran los cargos contra ella? —gruñó.—Sí
Jake no supo cuánto tiempo pasó, si fueron minutos, horas o siglos, pero el mundo se le hizo inusualmente claro mientras las palabras de aquella mujer seguían resonando en su cabeza.«…el señor Lieberman no era el padre de la bebé… era su abuelo…»«…el señor Lieberman no era el padre de la bebé… era su abuelo…»«…el señor Lieberman no era el padre de la bebé… era su abuelo…»—¡Jacob! —alguien intentaba llamarlo, pero era como si su cerebro fuera un disco rayado.«…era su abuelo…»«…era su abuelo…»«…era su abuelo…»—¡Jacob! —La bofetada, seca y pesada, lo hizo centrar la mirada en Connor, que lo veía con ojos asustados—. ¿Jake? ¿E
El cielo oscuro.El ala blanca del avión privado.La incertidumbre de comenzar una vida nueva y completamente diferente, lejos de todo lo que conocía.Todo aquello pesaba con más fuerza en el alma de Nina a cada minuto que pasaba, pero ahora al menos estaba libre.—¡Oye! —Yuri puso frente a ella un vaso de vodka y se acomodó a su lado—. Tranquila, pronto estaremos en casa.Llevaban más de doce horas de vuelo y ya estaban sobre territorio ucraniano, así que Yuri parecía emocionado por llegar. Nina, que en cambio no había salido jamás de Estados Unidos, solo se sentía ansiosa y agobiada.—¿Estás segura de que Katerina está bien? —volvió a preguntar con insistencia.Todavía no conseguía llamarle mamá, pero eso no quitaba que estuviera extremadamente preocupada.Por razones de se