Jake no supo cuánto tiempo pasó, si fueron minutos, horas o siglos, pero el mundo se le hizo inusualmente claro mientras las palabras de aquella mujer seguían resonando en su cabeza.
«…el señor Lieberman no era el padre de la bebé… era su abuelo…»
«…el señor Lieberman no era el padre de la bebé… era su abuelo…»
«…el señor Lieberman no era el padre de la bebé… era su abuelo…»
—¡Jacob! —alguien intentaba llamarlo, pero era como si su cerebro fuera un disco rayado.
«…era su abuelo…»
«…era su abuelo…»
«…era su abuelo…»
—¡Jacob! —La bofetada, seca y pesada, lo hizo centrar la mirada en Connor, que lo veía con ojos asustados—. ¿Jake? ¿E
El cielo oscuro.El ala blanca del avión privado.La incertidumbre de comenzar una vida nueva y completamente diferente, lejos de todo lo que conocía.Todo aquello pesaba con más fuerza en el alma de Nina a cada minuto que pasaba, pero ahora al menos estaba libre.—¡Oye! —Yuri puso frente a ella un vaso de vodka y se acomodó a su lado—. Tranquila, pronto estaremos en casa.Llevaban más de doce horas de vuelo y ya estaban sobre territorio ucraniano, así que Yuri parecía emocionado por llegar. Nina, que en cambio no había salido jamás de Estados Unidos, solo se sentía ansiosa y agobiada.—¿Estás segura de que Katerina está bien? —volvió a preguntar con insistencia.Todavía no conseguía llamarle mamá, pero eso no quitaba que estuviera extremadamente preocupada.Por razones de se
Las últimas palabras que Jacob escuchó de Nina, fue la amenaza de que se arrepentiría toda vida por lo que le había hecho.Ahora, un año después y desesperado por encontrar a la hija que perdió, Jake se ha convertido en un hombre taciturno, amargado y lleno de dolor, que se refugia en el trabajo para mantener el rastro de cordura que le queda.Y por más que ha añorado verla regresar, no imagina que Nina Smith ha muerto, porque la mujer que vuelve en su lugar, aunque tenga su mismo rostro, tiene un corazón muy diferente.Yelena Orlenko, la Mariposa, se presenta en la sociedad de Nueva York con un solo propósito: hacer caer a sus enemigos uno a uno, hasta llegar a él, el más odiado de todos: Jacob Lieberman. Y no se detendrá ante nada, no vacilará, no tendrá compasión porque al final se vale todo…¡Sí, vale todo…
El grito de dolor se volvió un gruñido mientras Nina rodaba por la hierba sosteniéndose el brazo. La sensación era horrible, como si le estuvieran arrancando un pedazo del cuerpo, pero solo se quedó allí, boca arriba, jadeando.—Vamos, vamos… no fue nada… —escuchó la voz del hombre y que venía a ayudarla, y cuando lo tuvo lo suficientemente cerca metió una pierna entre sus pies y giró sobre sí misma, haciéndolo caer estrepitosamente.—Y aquí es cuando saco mi arma y te doy dos tiros por dislocarme el hombro ¡de nuevo! —gruñó mientras Yuri reía, tratando de levantarse.—¡Oye! ¡Ojo por ojo! ¡Tú me lo hiciste a mí hace dos semanas! —exclamó su hermano, levantándola y sentándola en una de las bancas del jardín antes de arrodillarse frente a e
Nueva York era hermoso en aquella época, faltaban solo un par de meses para la navidad, y la ciudad estaba iluminada, llena de adornos y de música en las calles. Lo único inusual era la niebla. Había tanta que Jake ni siquiera se distinguía los pies, pero de lo que sí fue consciente fue de aquella niña que corría hacia él.Había estado buscándola un año entero. Cada día de su vida era para buscarla, cada centavo que tenía era para detectives privados, pistas, informantes. Ya se había metido con la mafia rusa, y lo habían mandado al hospital tres semanas de la paliza monumental que le habían dado, pero al menos estaba seguro de que ellos no se la habían llevado.Nina también había desaparecido. Ni siquiera Mateo había logrado encontrarla, como si todo rastro de su paso por el mundo hubiera sido borrado. Eso no podía ha
Nina sintió la vibración del teléfono en la mesita junto a su cama, y aunque sabía que no era para ella, abrió los ojos y lo alcanzó. Lo dejó sobre el colchón a su lado y presionó el botón de escuchar en cuanto la llamada fue contestada.«¿Mateo…?», escuchó la misma voz que oía cada mañana desde hacía un año.«Jacob… ¿cómo estás?»«Igual que ayer y preguntando lo mismo», respondió Jake. «Por favor, dime que tienes algo… ¡cualquier cosa, Mateo! ¡Me conformo con lo que sea!»«Lo siento. De verdad lo siento, Jacob, pero no hay ningún cambio de ayer a hoy», respondió Mateo.«¡Pero tienen que estar en algún lugar, Mateo! ¡No se las puede haber tra
Si Jacob consideraba que estar fuera de Nueva York, viajando entre las minas de la compañía era horrible, se dio cuenta de que regresar a la ciudad era mucho peor.En esa ciudad estaba su departamento, y los recuerdos de Nina en él.En esa ciudad estaban sus errores, y casi podía contarlos a medida que avanzaba por las calles.En esa ciudad estaba su madre, que desde hacía un año solo era una persona altamente desagradable para él.Lo único bueno que había hecho Meredith Lieberman en el último año había sido dejar de insistir para que se casara. Una sola conversación habían mantenido respecto a Nina, y había sido para que Meredith despotricara contra el sistema de justicia, por dejar libre a la asesina de Theodore. No había forma de hacerle entender que era inocente, así que Jake había preferido ahorrarse el mal rato de decirle que
Quería que alguien le pegara, que lo pellizcaran, que pasara cualquier cosa que le dijera que aquello no era un sueño.Nina estaba allí, risueña y rozagante como si jamás hubiera pasado por el infierno que él había creado especialmente para ella.Pero lo que definitivamente Jake no quería, era escuchar la voz de Meredith a punto de armar su siguiente escándalo. No la había visto ponerse lívida como un papel porque en aquel momento solo tenía ojos para Nina, pero a Meredith Lieberman parecían haberla sorprendido todos los demonios del infierno antes de transformarse en una bruja furiosa.—¡No puedo creerlo! —escupió su madre llegando junto a él—. ¡No puedes dejar que esto pase, Jacob! ¡Esa mujer asesinó a tu padre! ¡No puede estar aquí tan fresca y menos recibiendo un premio…!—¡
Nina no sabía si tenía ganas de reírse o de… bueno, es que no había más opciones, porque ¿llorar? ¡Por Victoria únicamente!No se resistió, dejó que la arrastrara fuera del salón por un corredor trasero, y la subiera a su auto. Jake la sentó como si fuera una niña regañada, y tiró del cinturón de seguridad con un gruñido.—¡Oye oye! Tampoco te excedas. No es como que me vaya a escapar —murmuró Nina y Jake arrugó el ceño.—¡Júramelo!Nina levantó la mano donde tenía la marca de la mariposa y cruzó el índice sobre el dedo del medio.—¡Lo juro! —respondió con una sonrisa coqueta.—Eso pensaba… —bufó Jake dándole dos vueltas al cinturón de seguridad en torno al asiento y ama