No había palabras, en ningún idioma, que pudieran usarse para describir exactamente lo que una mujer sentía en el momento de dar a luz. Y si a eso le sumaba el horror que era tener a un bebé en una cárcel, entonces todo era mucho peor.
Desde el instante en que rompió fuente, hasta que las contracciones fueron lo suficientemente seguidas como para empezar a pujar, pasaron más de doce horas. Medio día en el que por suerte Beri estuvo a su lado y la doctora no la abandonó en ningún momento.
Pero el dolor físico era una cosa, y el dolor emocional de tener que recibir a su hija en medio de aquel caos, de aquel abandono y de aquella indefensión tan profunda, quizás fue lo que más afectó a Nina. Y aunque ver nacer a su hija y que se la pusieran en los brazos era el más hermoso de los milagros, tanto la doctora Heines como Beri sabían que lo que rodaba por las
Odessa, Ucrania. La chica del servicio casi derramó la jarra de líquido caliente cuando vio la expresión de aquellos hombres. Era como si hubieran tomado a un dios nórdico y le hubieran hecho tres copias exactas… y las tres estaban muy enojadas. —¿Pero te volviste loco, Kolya? ¡¿Cómo se te ocurrió meter el ADN de mamá en un sistema mundial?! Tanto él como Yuri se habían quedado de piedra cuando el más pequeño de los tres les había contado la estupidez que había hecho. —¿Y qué querías que hiciera? ¡Ya había agotado todos mis recursos! —replicó Kolya. —¡Pero es que la expusiste al mundo! —le gruñó Yuri. —¡¿Y de verdad crees que soy tan estúpido como para hackear el Sistema Mundial de Trasplantes y no ponerla en él con un alias?! —preguntó Kolya levantando una ceja condescendiente—. ¡Sé que esto fue una última patada de ahogado, pero no se me ocurría nada más para encontrar a ese bebé! —¡Maldición! —exclamó Aleksei lanzan
Fue un acto reflejo, Nina soltó su mano y retrocedió, como si acabara de impactarla una bala.—¿Qué…? ¿De qué…? ¿Tú…? —No sabía si balbuceaba, tartamudeaba o trataba de respirar.Se dio la vuelta como si quisiera alcanzar la puerta, una pared, cualquier cosa que hubiera del otro lado, pero las manos de Aleksei la tomaron por los hombros y la inmovilizaron.—OK, OK, cálmate. Cálmate, sé que es una noticia pesada, pero cálmate —insistió.Se movió despacio, como si temiera asustarla más, y la sentó en la cama. Tiró de la única silla que había en la habitación y se sentó frente a ella, tomando sus dos manos.—Listo, tranquilízate —dijo sintiendo cómo las manos le temblaban.—¿Tú…? ¿Eres&hell
Nadie que veía por primera vez a aquella mujer de casi cincuenta años, con el cabello de un rubio cenizo y una sonrisa de infinita dulzura, era capaz de imaginar que debajo de aquel aspecto amable se escondía una criatura tan letal. «Despiadada» era quizás la descripción correcta para ella, pero para sus tres hijos, que entendían el origen de su carácter, era imposible verla de esa manera.Así que cuando Aleksei, Kolya y Yury le pidieron que regresara a Odessa de inmediato, Katerina Orlenko no dudó ni un segundo en tomar un avión para ver qué necesitaban sus muchachos.Sentarla y contarle todo sobre lo que Kolya había hecho y descubierto no la hizo pestañear ni por un segundo. Que su hijo menor hubiera metido su ADN en una base de datos mundial mucho menos, sabía que igual que lo había puesto allí, era capaz de desaparecerlo sin dejar rastro&helli
Nina sentía que no podía respirar. Las palabras de Theodore diciéndole que no debía acercarse a Jake jamás, su desesperación cuando se había enterado de que estaba embarazada… todo seguía repitiéndose en su cabeza como una terrible película.—¡No pienses en eso…! —intentó calmarla Yuri, pero Nina parecía estar al borde del colapso.—¿¡Cómo quieres que no piense en eso!? ¡Es mi m@ldito hermano! ¡Me acosté con él, por Dios…! —Nina se cubrió el rostro con las manos, sollozando—. ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué Theo no me dijo la verdad…?Simplemente no podía entenderlo.—Culpa, supongo —murmuró Katerina con los dientes apretados—. Miedo a desenterrar la verdad, a exponer su verdadera cara… Por
Si la vida de Nina se había transformado de un momento a otro, al parecer para bien, de la de Jacob Lieberman podía decirse exactamente lo contrario. Su rutina se había convertido en una espiral de autodestrucción de la que no parecía tener ninguna intención de salir.Desde pasar el día con la cabeza enterrada entre documentos con que lo atiborraban las asistentes de Tyler, hasta su paso cada vez más nebuloso por el Spectrum cada noche… todo era solo un intento inútil para olvidar que su vida ya no sería como antes.Quizás por eso cuando vio entrar a Tyler Wilson a su oficina, ni siquiera se inmutó.Durante mucho tiempo había estado enojado con él, por un lapso breve lo había odiado, pero en el fondo sentía lástima por él, porque todavía, después de tantos meses, no había logrado sacudirse la influencia de Nina
De las tres personas que se bajaron de aquel vuelo que llegaba de los Ángeles, dos eran especialistas destacados en su campo, el último era un detective entrenado por él mismo, y todos era de su absoluta confianza. Sin contar, por supuesto, que eran personas dispuestas a ayudarlo en todo momento.—Sheffield —lo saludó el detective Norton, estrechándole la mano—. Tú como que andas muy lejos de casa, ¿no?—Así es —Connor le estrechó la mano—. Pero necesito ayuda, así que gracias a todos por venir.El doctor Weston, médico forense, y la doctora Hinamoto, una eminencia en el estudio de la genética, se acercaron para saludarlo también. A lo largo de sus carreras se habían conocido, y Connor esperaba que pudieran confirmar o negar sus sospechas.—Nos conseguí acceso total al Laboratorio de Criminalística en el
Jacob Lieberman no escuchaba razones, no le importó nada cuando escuchó a su mejor amigo decirle que debía regresar porque habían adelantado la audiencia de Nina, así que Tyler Wilson podía cansarse de gritar que igualmente mandó a preparar el avión, y lo único que lo demoró para emprender el regreso hacia América, fueron los m@lditos permisos de vuelo, que tardaron más de siete horas en salir. Por desgracia eso significaba que, por mucho que se apurara, era probable que aquella audiencia comenzara sin él; y en efecto, su avión todavía estaba a varias horas de aterrizar cuando ya Nina, vestida con sencilles y sobriedad, era escoltada dentro del juzgado y llevada hacia la sala del juicio. Extrañamente, tenía el corazón en calma. Katerina estaba allí. Kolya estaba allí. Aleksei estaba allí. Yuri estaba allí. Pasaron pocos minutos antes de que pusieran a todos en orden y cerraran la sala, porque era una vista privada. Del la
Seis días, esos eran demasiados días como para que la evidencia estuviera fuera de una cadena de custodia y todos lo sabían, pero Allen y el fiscal habían preferido omitirlo. Maiser había estado persiguiéndose la cola en los últimos meses, ninguno esperaba que fuera a cuestionar lo más básico, que era la seguridad de las pruebas entre la muerte de la víctima y la incautación de la evidencia.—Muy bien, seis días… ¿Y los sacó de una caja de seguridad? ¿Estaban bajo llave? ¿Puede asegurar que nadie más en la casa tuvo acceso a ellos durante ese tiempo?—¡Nadie más ganaba algo al matar a Theodore Liberman! —exclamó Allen con rabia.—Pues yo veo una herencia multimillonaria que ganó la familia Lieberman cuando mi clienta fue a la cárcel —replicó Aleksei—. Pero de nue